Ya uno no sabe ni qué pensar. Menudos tiempos: mezclan la necesidad del cambio frente a la contundencia de la sospecha verosímil, a la que se añaden, hoy, urgencias semejantes. ¿Será verdad lo que el señor Emilio L. dice que pasó en el sexenio que estuvo uncido al poder, robando? ¿Quién soy para asegurarlo? Pero si no es así, algo muy parecido creo (casi seguro) sucedió. Tropelías, hurtos, desfalcos y fraudes a pasto. No pocos pensamos así.
El Pacto por México, ese favorable acuerdo entre las élites políticas y empresariales para dizque mover al País a través de las Reformas Estructurales se desmorona, y los que antes lo defendieron no solo ya no lo hacen: ahora lo repudian y dicen que siempre lo hicieron. Mienten. Hace muy poco, criticarlo era traicionar a la patria. Fue contra México. Fue por, para y en su beneficio.
No hay que olvidar que la primera reforma, y más importante a su decir, fue la educativa. El 10 de diciembre de 2012 la mandaron al congreso. Estaba más que lista al inicio del gobierno. Si una reforma educativa pretende ser, en serio, el trazo cultural de un horizonte educativo, no puede provenir de un grupo de gobernantes carentes de ética. Por eso nunca lo fue: consistió en generar un nuevo equilibrio de poder en el inmenso sistema escolar, mediante modificaciones administrativas fincadas en el mito del mérito y el atraco laboral, legitimado por la mayoría de los estudiosos, intelectuales y opinantes de esta tierra. Eso sí: la reconfiguración del acuerdo contra la educación nacional.
Recién volvimos a ver la foto del triunfo: en mangas de camisa remangadas y con la corbata suelta, Peña abre los brazos anticipando la inmensidad del botín soñado, y Emilio L., Nuño y Videgaray (son a quienes reconozco) sonríen por el triunfo. Llegaba el nuevo PRI llevando en las alforjas un acuerdo sólido con la derecha panista y ese remedo de izquierda impresentable, llamado PRD, para hincharse de dinero. La victoria tiene muchos progenitores, la derrota es huérfana.
Al cinismo del cacique que acuñó a la moral como un árbol que da moras, se sobrepuso la convicción presidencial que como la corrupción era elemento cultural, la ética y probidad eran signos claros de incultura, de estupidez. ¿Desde ahí proponer un nuevo modelo educativo? Imposible. La reforma ocurrió en los medios, billete de por medio. Y a raudales.
Si no se parte de una convicción ética que se expresa y vive, no hay reforma educativa posible si por ello se entiende enunciar los valores a practicar en las aulas, y construir las condiciones de ciudadanía crítica como anticipo de lo que sucederá en las calles. Es condición de posibilidad: lo fue, lo ha sido, lo es y lo será. Que no se nos olvide.
Hace un siglo, en 1919, “La banda del automóvil gris” llegó al cine mudo. Era el retrato de reales bandidos roba ricos. Estos miserables atracaron a los más necesitados. Sin pudor ni medida.
Adenda 1. No tengo ningún interés material en el caso. Tampoco comparto muchas veces sus miradas. Escriben en sus páginas personas con las que discrepo. Alguna vez me pidieron unas letras. Las entregué y tal cual se imprimieron. No somos amigos. Desde esta posición, porque así lo creo y se finca en una convicción, rechazo la maniobra contra Nexos. En su defensa es preciso estar, pues el nexo es con la libertad y valorar la diferencia.
Adenda 2. Señor presidente: hay momentos en que nos alcanzan, a todos, las palabras. Por encima de la ley, nadie, aunque sea de mi familia. Cumpla. Será por el bien de todos.
Profesor del Centro de Estudios Sociológicos de
El Colegio de México
@ManuelGilAnton