La caída de la inclusión educativa en México

Víctor Santos Catalán*

El pasado viernes 12 de junio terminó el ciclo escolar 2019 – 2020 para millones de niños, niñas y adolescentes que transitan por su Educación Básica en México; curso que en el último trimestre encontró grandes retos y problemas para salir adelante debido a la inesperada pandemia por COVID 19.

Aunque la evaluación más profunda corresponde hacerla a estudiantes inscritos en escuelas públicas y a sus familias, los criterios para la valoración ya están a la vista en el pizarrón y permiten adelantar que, contrario a lo dicho por el Secretario de Educación Pública en reiteradas ocasiones, estamos en medio de un caos y de un rotundo fracaso estratégico.

El último Consejo Técnico Escolar que se llevó acabo como parte de este ciclo, fue un perfecto simulador de lo que sucedería si las autoridades educativas preguntaran a estudiantes y familias sus opiniones respecto a la estrategia de “aprende en casa”, la utilidad para la vida diaria de los aprendizajes esperados o clave, y si la pasaron divertidos estudiando en este periodo, pues en esos espacios virtuales se escucharon sus voces a través de las y los maestros.

Las y los estudiantes, así como sus familias, califican con certeza, pero de mala manera el actuar del secretario, de la dependencia a su cargo y de los planes y programas vigentes, ya que para ellos era “más importante estar a salvo, convivir en familia y conseguir el sustento diario”; además de descubrir que, lo presentado mediante la televisión y lo recibido de las y los maestros “no tuvo ninguna utilidad para lo que se necesita hacer en casa”.

Las largas jornadas de sentarse en una silla para resolver actividades y tareas de la televisión, la maestra del grupo, la educadora física y de la teacher, kilométricamente distante de lo divertido y del bienestar físico, emocional y familiar, terminaron convirtiéndose para las y los niños en un fastidio inevitable, que avanza en el entrenamiento para el sometimiento del cuerpo, la obediencia al poder y la invasión de la vida privada.

Esta situación, de por sí transgresora de los derechos humanos, que se agrava al ponerla en relación con las y los estudiantes con discapacidad, resulta totalmente insultante para ellos como para sus familias, pues puso al descubierto la impertinencia del modelo educativo actual, así como la inequidad a la que se les somete disfrazada de inclusión.

Importante recordar, que a partir de la última modificación educativa se pregona que el Sistema Educativo Nacional:

“Será inclusivo, al tomar en cuenta las diversas capacidades, circunstancias y necesidades de los educandos. Con base en el principio de accesibilidad se realizarán ajustes razonables y se implementarán medidas específicas con el objetivo de eliminar las barreras para el aprendizaje y la participación.”

No obstante, para estudiantes con ceguera no hubo quien les enseñara a distancia a leer en Braille, a usar su ábaco Kramer ni su bastón Blanco; para estudiantes con sordera no hubo quien les enseñara a comunicarse mediante la lengua de señas mexicana cuando sus padres no son sordos; para estudiantes con discapacidad intelectual no hubo quien les enseñara a través de formatos de fácil lectura o habilidades para la vida diaria; en fin, los no hubo pudieran ser casi interminables.

Muy pronto encontró su fin la mal planteada idea de “inclusión” metida por fuerza en el Artículo 3° de nuestra Constitución. No sólo se fracturó, sino que se cayó por completo, pues por fortuna, la pandemia permitió ver con mayor claridad lo que se sabía que estaba ahí, pero que de una u otra manera, las y los responsables de la educación hasta ahora se empeñan en ocultar.

Se puede decir, que en ninguna de las situaciones de las y los estudiantes con discapacidad el Sistema Educativo Nacional garantizó el derecho a la educación, violentando los distintos ritmos, estilos y necesidades específicas de aprendizaje, no sólo escolar, sino para la vida lo mayormente autónoma y autosuficiente. Cabe reflexionar:

¿Anteriormente lo había garantizado?

¿Lo garantizará a partir de ahora?

*Víctor Santos Catalán es maestro de Educación Especia, activista por los derechos de las personas con discapacidad, ciego.  Colectivo Educación Especial Hoy

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