La educación debe enseñar a no hablar mal de los otros

David Auris Villegas

¿Quién no se ha sentido culpable después de haber hablado mal de los demás? Probablemente, muchos. En un mundo enfocado en las imágenes y en el culto a uno mismo, a menudo olvidamos el poder de nuestras palabras. Las palabras tienen la capacidad de elevar o aniquilar el espíritu de las personas y en las escuelas, es posible enseñar a los estudiantes a usar sus palabras de manera constructiva, con el fin de erigir una relación armoniosa y sostenible.

Hablar mal de los demás, se refiere a la acción de expresar opiniones negativas o perjudiciales acerca de una persona, ya sea en público o en privado, con el propósito de destruir su reputación, lo cual, irónicamente, hace más infeliz al agresor.

Junto a muchos expertos, considero que las escuelas tienen la responsabilidad de educar a los estudiantes a comunicarse de manera efectiva y respetuosa, promoviendo una cultura de empatía y valoración personal. Enseñarles a no hablar mal de los demás constituye un pilar fundamental hacia una vida feliz, así que, dedicando más tiempo a mejorarnos a sí mismos, renunciaremos hablar mal de los demás, solía decir la madre Teresa de Calcuta.

Al asumir este desafío social, enseñemos a los estudiantes a abordar problemas y desacuerdos de manera constructiva. Esto requiere el uso de técnicas de resolución de conflictos, como el diálogo abierto y el compromiso personal, en lugar de recurrir a la difamación que más tarde será difícil de extirparlo de nuestras entrañas.

De igual manera, estimulemos en los estudiantes a ponerse en el lugar de los demás. Esto implica impulsar los ejercicios de empatía en situaciones de casos, desde la perspectiva de otros, lo que contribuye a fomentar la comprensión y el respeto hacia las diferencias individuales.

Por otra parte, junto a los estudiantes identifiquemos las consecuencias reales y negativas de hablar mal acerca de los demás. A través de talleres grupales, se puede ayudar a los estudiantes a reflexionar y comprender cómo sus expresiones pueden afectar a otros y generar absurdos conflictos en cualquier espacio social.

Asimismo, desarrollar en los estudiantes las habilidades de pensar y luego expresar sus pensamientos y sentimientos de manera clara y respetuosa, implica mantener a raya ese apetito tan humano de hablar mal de los demás.

Recordemos que no hablar mal de los demás es un gran negocio para nuestro espíritu y calidad de vida. En este sentido, hagamos de las escuelas un centro terapéutico de higiene mental para que los educandos puedan comunicarse con respeto, empatía y amor, a fin de que cuando sean mayores, eviten hablar mal de los demás como un estilo de vida saludable.

© David Auris Villegas. Escritor, columnista, pedagogo peruano y creador del ABDIV

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