La educación, ¿dolor de cabeza o negocio?

Eduardo Gurría B.

El Estudio Regional Comparativo y Explicativo (ERCE), publicado por la UNESCO, a través del Banco Mundial, arroja información digna de reflexionar y, en consecuencia, actuar, en referencia a los niveles educativos en América Latina (incluyendo México), que se encuentran en un estado crítico en cuanto a tres áreas consideradas: lenguaje, matemáticas y ciencias naturales, en las que, en términos generales, sólo se alcanza el 10% de la expectativa, lo deseable o lo necesario. Como ejemplo, en el estudio y en lo que se refiere a México, en el 6º grado de primaria, en las áreas de matemáticas y lectura, los alumnos no alcanzan el desempeño mínimo: ¡nuestros niños no saben leer, no saben sumar y no saben razonar!

Otro aspecto a tomar en cuenta se refiere a las brechas que se dan al interior del aula, es decir, dentro de un mismo salón de clases, se dan niveles diversos en cuanto a preparación y capacidades entre los alumnos, lo que repercute en un lastre en el desarrollo y aplicación de los programas educativos y curriculares, ya que no existen ni estrategias ni la voluntad encaminadas a subsanar esta problemática. 

El nivel educativo, a partir de la educación primaria ha venido disminuyendo debido a diversos factores, entre los que sobresalen, principalmente, las sucesivas reformas educativas que, además de no implementarse cabalmente, carecen de una estructura coherente y acordes con las exigencias del mundo del Siglo XXI, o sea, son inútiles. Entre otros factores a considerar están los niveles de pobreza que aquejan a América Latina, las políticas educativas erróneas, el acceso limitado o inexistente a la tecnología, la politización del magisterio, el abandono, la pandemia y la falta de interés y recursos para la educación, además de que, al frente de la responsabilidad de la formación de nuestros niños, se encuentran personas impreparadas, ineptas y corruptas, por decir lo menos. Todos ellos susceptibles de ser corregidos a corto, mediano y largo plazo, sin embargo, ante ello, simplemente, no se toman acciones, ya que es evidente que, para los gobiernos latinoamericanos, durante décadas, la educación ha significado, más que un factor de progreso, un dolor de cabeza que hay que evitar. 

Lo anterior se refleja, principalmente y de forma alarmante, en la educación pública, en la educación que al Estado le corresponde privilegiar como un factor social de primordial importancia, tal y como se hace en los países desarrollados; para México y para América Latina  la importancia de la educación queda en último plano; ejemplo de ello es el hecho de que aún hoy, cuando la pandemia –al parecer-, está remitiendo, no vemos una logística adecuada encaminada a enfrentar las consecuencias que derivaron del caos que se generó o la implementación de políticas educativas que nos permitan recuperarnos del atraso, es decir, si cuando se presentó la contingencia no existió un plan inteligente para enfrentarla, ahora tampoco lo hay para cuando salgamos de ella. 

En cambio, la SEP, la señora Gómez, anuncia el fin del programa de escuelas de tiempo completo, con las consecuencias que pueda traer para las familias y los niños más necesitados y, por lo tanto, más vulnerables (¿qué se hará con los recursos que ya no se van a erogar?).

Por otro lado, y en la misma línea, lo anterior se ha visto reflejado en que la oferta y la demanda de educación particular hayan crecido, ya que los padres de familia buscan, con razón, alternativas para la educación de sus hijos, siempre y cuando cuenten con los recursos para ello.

Las escuelas particulares han entrado en una feroz competencia para la captación de alumnos (léase clientes), y esto se ha traducido en una mejor oferta educativa y en el surgimiento de corporativos cada vez más grandes y con mayor potencial en cuanto a infraestructura se refiere, como tecnología, espacios, actividades, etc., es decir, la intención es vender espacios educativos cada vez más atractivos, pero esto ha venido a significar que los docentes que laboran en el sistema particular se vean afectados, en forma drástica, tanto en lo que se refiere a su labor como maestros, como en las percepciones económicas, ya que son ellos los que asumen los costos y generan las utilidades para la empresa de las cuales, de ninguna manera, participan.

Veamos: los maestros particulares no pueden estar sindicalizados, no existe una tabulación de salarios, ya que cada escuela paga lo que quiere, lo que significa, en otras palabras, muy poco ( revisando ofertas de empleo, encontré uno en el que se exigía al aspirante, cumplir con un horario de 8:00 a.m. a 7:00 p.m., abrir y cerrar el plantel, coordinación de juntas y programas, monitoreo de los avances de los alumnos, entrevistas con los padres de familia, labores de prefecto y promoción de la escuela, claro, además de sus clases, y con un salario de $7000.00 pesos mensuales),  por lo mismo, los esquemas de contratación son arbitrarios; así, existen escuelas que exigen a los docentes título profesional y cédula, alguna especialidad o posgrado, manejo de diversas plataformas, empatía, horarios que a veces se extienden más de diez horas, guardias, recepción y entrega de niños (incluyendo cargar la mochila y colocarla en la cajuela), juntas, cursos (que, muchas veces tienen que pagar de su bolsillo), elaboración de programas semanales, con diseño de actividades en las que se incluyen videos, películas y elaboración de ejercicios, Power Point y exámenes, horas extra en casa, estar atentos a los comunicados de sus directores y/o coordinadores a cualquier hora del día, ya sean las 11:00 p.m. o domingo en la tarde, empatía, vocación, lidiar con los padres de familia y sus reclamos, caprichos y faltas de respeto, uso de lenguaje altamente eufemístico, calificaciones de aprobatorias a altas, a pesar de que el alumno ni siquiera asista regularmente a clases, uso y desgaste de sus propios equipos, cubrebocas, sanitizantes, plumones, material para el friso, pago de copias e impresiones y otras muchas más. Y, si no les gusta, pues que se vayan.

Hoy por hoy, los maestros particulares se encuentran en una clara desventaja frente a profesionistas de otras ramas, incluyendo los que trabajan en el sistema público, siendo que están tan preparados, en general, como los mejores, pero la tradición es que el maestro, simplemente, se muera de hambre, a pesar de que, cada día 15 de mayo, el discurso, idealista y cursi pone al formador como un ser especial, sacrificado y poco menos que angelical. 

        

REFERENCIA

banco mundial.org, Ma. José Ramírez et.al., Crisis de aprendizaje en las aulas de América Latina, estudio regional comparativo y explicativo (ERCE), UNESCO, 2021.

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