La lección de las elecciones presidenciales en Estados Unidos
- César García García
- 12 noviembre, 2020
- Opinión
- césar garcía
Dr. César García-García*
La educación y la política tienen una relación indisociable. La educación es un proceso social integrado no sólo por conocimientos dados en espacios específicos como la escuela, sino también por un sistema de valores y creencias que conforman la conducta del individuo y la toma de decisiones (la esfera pública).
Con este marco de referencia, vale la pena mirar las elecciones presidenciales y aprender de ellas. En estos días se define el presidente de los Estados Unidos de América para los siguientes cuatro años (2021-2025). Su importancia para el mundo no sólo radica en quién se queda al frente de una de las naciones más poderosas, sino de los sujetos presidenciables que encarnan sistemas de valores y creencias que se traducen en políticas públicas.
La llegada de Donald Trump a la Casa Blanca en el 2017 fue una lección difícil de asimilar para propios y extraños. En la contienda presidencial anterior, pocos tomaban en serio un candidato como Donald Trump. Pero, para un importante sector de la población estadounidense, Donald Trump representaba una idea que operaría como ideología: la posibilidad de “hacer grande a América otra vez” (Make Great America Again).
La ideología Make Great America Again está dirigida no a un sector o clase social especial, sino a la gente en general (mediante la recuperación de los empleos), a resaltar los valores tradicionales y recuperar la grandeza económica de una nación como la americana. Con estos principios, Make Great America Again, con un tufo de populismo y conservadurismo, ha permitido todo en la personalidad de Donald Trump -un empresario rico y exitoso que se vale de cualquier recurso (ético o no) para lograr el éxito-: solapar la bravuconería, la misoginia, la megalomanía y otros actos deleznables.
Ya, en la Casa Blanca, como representación de la esfera pública, Donald Trump desarrolló (o exacerbó) nuevos rasgos en su personalidad: el autoritarismo y la toma de decisiones beligerantes y unipersonales; la descalificación a los que piensan diferente a él o quienes lo critican; y la bipolaridad (quienes están con él o contra él).
Pero, después de cuatro años en el poder una de los retos más grandes para el presidente Donald Trump ha sido enfrentar la pandemia mundial del COVID-19 y establecer una política pública de salud, y en ello parece ha fracasado terriblemente. Estados Unidos es una de las naciones con el mayor nivel de contagios de COVID-19 y de muertes.
Basta un pequeño resumen de las actividades equívocas de Donald Trump frente a la pandemia: minimizó el problema de la pandemia mundial; le cambió de nombre, de COVID-19 a “virus chino” para endosar la culpa a otros; renunció a usar cubre bocas en diversos momentos, aun cuando se contagió; y, aseveró en distintos medios públicos, que no piensa un nuevo cierre para su economía.
Todo lo anterior, son deliberaciones públicas que tienen una estrecha relación con las creencias personales, pero que ahora se han sumado y empiezan a actuar en contra de la reelección de Donald Trump. Los resultados de la elección presidencial parecen de pronóstico reservado: si sale electo Biden, la ciudadanía estadounidense le habrá dado una dura lección a Trump; si pierde Biden y es reelecto Trump, entendemos que ha pesado más una ideología conservadora y populista con lo cual se explica incluso el voto de los hispanos en Estados Unidos.
Los resultados de la elección presidencial estadounidense nos dejarán una lección importante para mirar el papel de la ciudadanía. La ciudadanía responde con empatía a las grandes ideologías soportadas por un líder carismático. Pero, esta empatía por la personalidad o por la ideología puede perder fuerza frente “al principio de realidad”, como parece ser la pandemia mundial.
Ciertamente, en Estados Unidos el problema de incremento en el número de contagios y muertos por la pandemia del COVID-19 no es solamente del presidente, también corresponde a la responsabilidad de sus ciudadanos. Sin embargo, la función del presidente y su gobierno es preponderante y tiene un mayor peso en la sociedad, en lo que hace o deja de hacer a partir de un conjunto de creencias y valores para garantizar la salud y la vida. Esto aplica para gobiernos y ciudadanos de otras regiones.
Tecnológico Nacional de México/CIIDET
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