La Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación es interlocutora privilegiada del presidente López Obrador. Recibe a sus lideres, se fotografía con ellos en el patio del Palacio Nacional y les concede mercedes, si bien en su arenga se dirige al magisterio en su conjunto
En su carta del 27 de mayo a la CNTE, AMLO remarcó sus afanes y al parecer quiere mantenerla como la aliada fundamental, aunque tenga que conceder prerrogativas que, a la larga, dificultarán la gobernación en el sector educativo y quizá no tenga consecuencias provechosas en la educación.
El simbolismo del escrito presidencial a los docentes se enmarca en dos puntos. El primero es un mensaje edificante. [Reafirmo] “mi convicción de que el conjunto de las y los maestros es una de las grandes riquezas humanas del país, el más sólido, amplio y coherente movimiento gremial y un depositario de principios éticos que comparto”.
El segundo, es una señal política de trascendencia, con implicaciones imprevisibles: “iniciar a la brevedad una mesa de trabajo con representación del gobierno federal y de todos los sectores magisteriales, para redactar de manera conjunta las leyes reglamentarias de la nueva reforma constitucional”.
Al Presidente se le pasó mencionar que al Congreso es al que corresponde la labor de legislar; no dijo que presentaría iniciativas, sino que él y las facciones del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación elaborarían las leyes. A pesar del desaire, el Congreso fijó el itinerario para recibir opiniones del magisterio —claro también de especialistas— para redactar —y aprobar— las leyes General del Sistema para la Carrera de los Maestros y la del Centro Nacional de Revaloración de los Docentes; también alteraciones a la Ley General de Educación. Lo harán en agosto, en sesiones extraordinarias.
Mientras tanto, comisiones de la CNTE cobran relevancia al negociar con representantes de la Secretaría de Educación Pública y de autoridades estatales. No quitan en dedo del renglón. Reconocen avances en sus puntos, pero quieren más. Insisten en resolver asuntos de seguridad social, democracia sindical, pensiones, atención médica a jubilados y que se les pague a docentes que contrataron los líderes, no las autoridades.
El Presidente manda señales ambiguas, aunque cada vez apuntan más a fortalecer su pacto con la CNTE. No obstante que la facción mayoritaria, la que capitanea Alfonso Cepeda Salas, le ofrezca apoyo —y hasta obediencia— el recado simbólico es que AMLO prefiere a la CNTE.
En caso de que haya elecciones en el SNTE con base en la nueva legislación laboral, la plaza pública se dará cuenta de que López Obrador prefiere a la Coordinadora, desdeña —aunque les manifieste respeto— a los líderes de otras corrientes y deja entrever que, con la CNTE a la cabeza del sindicato, los maestros estarán mejor.
¿Especulación? Sí, pero a fe mía que por allí va la tirada de AMLO, aunque no habrá paz en el sistema educativo mexicano.