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Las normales en la mira (primera parte)

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Tras una breve revisión de las relatorías de los foros precedentes, parecería que el propósito real de las consultas es legitimar la política educativa del gobierno del presidente Peña Nieto. Algo hay de eso; el sistema educativo en su conjunto y las escuelas normales (o la tradición del normalismo mexicano) atraviesan por una crisis de legitimidad. Pero al mismo tiempo, los foros son ventanas que se abren a la reflexión y a la crítica, aunque también al autoelogio y a la defensa de lo existente.

Centro mis comentarios en el tema 2: “Las instituciones que imparten educación normal en la transformación del sistema de formación de maestros para la educación básica”. El documento base y la convocatoria limitan el campo de las discusiones; no está mal, se necesita algo de orden y coherencia, pero encasilla (o tiende a circunscribir) las propuestas. Aunado a ello, lo que se persigue, según la convocatoria, es construir el Plan integral de diagnóstico, rediseño y fortalecimiento para el sistema de normales públicas. Se da por sentado, aunque no se exprese de una manera directa, que si se rediseñan y fortalecen las escuelas normales públicas, los problemas que se derivan de la baja calidad comenzarán a resolverse. Tengo mis dudas.

Si el diagnóstico de la SEP plasmado en la convocatoria y en otros documentos es correcto, las escuelas normales requieren con urgencia algo más que rediseñarlas y dares vigor. El documento base apunta que “Los programas de mejora instrumentados en los últimos 28 años, no han logrado impactar en el cambio de las prácticas docentes en las instituciones formadoras de docentes, reconociendo que se han apoyado aspectos de infraestructura física y tecnológica, sin contar con programas efectivos de mejora del profesorado y de prácticas educativas en las aulas que eleven sustancialmente la calidad en la formación docente”. Bien por ese lenguaje alejado de la corrección política.

Otro estudio de la SEP apunta que: “Los exámenes generales de egreso de la licenciatura, así como el examen anual nacional que se aplica en esos planteles, demuestran que los futuros profesores de preescolar, primaria o secundaria adquieren con insuficiencia las habilidades para estar en un salón de clases”. Así lo comentó Lilian Hernández, en Excélsior, el 16 de marzo pasado.

Ésa es la visión oficial; acaso se podría decir que el gobierno actual busca legitimarse cargándoles la cuenta a los que le precedieron. Estamos acostumbrados a eso en este país. Pero, en lo sustancial, son juicios correctos; mis colegas han documentado éstos y otros asuntos en bastantes trabajos de investigación. Incluso, algunos han argüido que la verdadera alternativa es desaparecer a las normales y ceder la responsabilidad de la formación de docentes a las universidades; aunque lo dicen en voz baja. Estas ideas, por mostrencas que pudieran parecer, tienen cierta cabida en la política práctica. Recuérdese, por ejemplo, que Elba Esther Gordillo alguna vez propuso que más que maestros, las normales debían formar a técnicos en turismo.

En el extremo contrario, hay un sector de docentes, egresados y estudiantes de las escuelas normales hace una defensa férrea del status quo. Atención, no digo que lo expresen en forma burda, pues de una u otra manera todos reconocen que hay fallas en las normales; lo dicen en ponencias que acentúan los cambios curriculares, el uso de las nuevas tecnologías, la reestructuración administrativa, la medición y evaluación, la formación basada en competencias o valores, o en asuntos menores. Un buen número de opiniones achaca los defectos a la falta de infraestructura y recursos financieros en las escuelas. Si uno piensa con mala leche, hasta creería que ésa es una consigna de los dirigentes del SNTE. Pero en realidad son pocos quienes suponen que sea por una instrucción sindical; sólo es coincidencia.

Hay otros maestros que son conscientes de las fracturas de sus escuelas; ven con pesadumbre lo que pasa y buscan alternativas viables. Mi amigo Ismael Vidales, normalista de corazón, desde Monterrey observa en estos foros una oportunidad para el renacimiento de las normales. No obstante sus expectativas optimistas, asienta con seguridad que: “Las normales, deben ser replanteadas, despojadas de toda simulación y medra de oportunistas que en algunos sectores viven del ejercicio anual de movilizar a los estudiantes con propósitos lejanos a los fines y metas consustanciales a su elevada misión” (Educación Futura, 9 de febrero de 2014). Ésa es una crítica severa no a la politización de los estudiantes, sino a la manipulación de que son objeto por esos oportunistas y vividores del presupuesto público. En una comunicación personal, él sugirió: “A mí me parece importante una refundación de las normales, con sangre joven, sin despedir a los docentes actuales, se puede crear una visión nueva en la que la producción de conocimientos vía investigación y laboratorios psicopedagógicos y didácticos, regresen por sus fueros y ya no anden comprando baratijas.

            Otra maestra, comentó uno de mis artículos en Excélsior y puso en duda mis análisis sobre el normalismo y su vigencia; no que yo estuviera a favor, sino que señalaba su raigambre. Emma Isela Lozano Chavarría, del Centro de Actualización del Magisterio de Ciudad Juárez, expresó una opinión en la que combina pesimismo y optimismo a la vez; aunque la cita es extensa, la comparto a continuación para no cortar su línea de pensamiento:

No sé Carlos, desde mi opinión artesanal, lo que planteas es lo de siempre pero remasterizado; efectivamente las Normales requieren reformas estructurales, pero ni una consulta racional, ni un planteamiento desde la autoridad, ni desde la voz de los académicos, ni aún triangulando estas fuerzas pueden acabar con la inercia que nos mueve en el magisterio y en la formación inicial. Porque todos analizan y proponen desde la forma, es decir lo curricular, la organización; cuando afuera en la masa magisterial se construye una nueva identidad basada en la culpa, en la nostalgia por tiempos idos, en el descrédito, en un magisterio resiliente que requiere acompañamiento y reformas; pero tomando en cuenta esto mismo, en un planteamiento profundo desde los saberes y sentires de los maestros y maestras con una visión hacia los ciudadanos nativos digitales. Implica entonces plantear reformas equilibrando la necesidad natural de estos tiempos del reconocimiento y recuperación del yo y el pensamiento horizontal. Igual, no creo que sea necesario desaparecer las normales pero si creo que es importante abrir la posibilidad de sumar las universidades, en una especie de reciclaje y rompimiento de esquemas normalistas.

Esta ponencia fue leída en el  Foro Nacional para la Revisión del Modelo Educativo, en Veracruz, el 8 de  abril pasado.

* El autor es profesor de Educación y Comunicación en la Universidad Autónoma Metropolitana – Xochimilco. Agradece las críticas y sugerencias de Emma Isela Lozano e Ismael Vidales. Y, lo que ya se está convirtiendo en costumbre, a Dina Beltrán López por las sugerencias de estilo.

 

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