Las universidades ante la degradación moral
- Pedro Flores
- 7 noviembre, 2016
- Opinión
- pedro flores crespo
La inhumanidad no es un retorno,
sino una degradación
—José A. Marina en Pequeño tratado de los grandes vicios
En cuarenta años —y salvo por la crisis de mitad de la década de los noventa—, no recuerdo otro momento de la vida pública tan grave como el de ahora. Incluso en su cartón del domingo pasado en el periódico Reforma, Calderón ilustró una amarga realidad que por su ingenio provocaba risa en primera instancia, pero después todo lo contrario.
El caricaturista dibujaba del lado izquierdo especies de animales en extinción y en el derecho a otros seres en expansión. Mientras el jaguar y el ocelote, pueden desaparecer, los gatilleros se pueden reproducir. Así como el lobo mexicano está en extinción, los coyotes que operan en los centros de verificación de la Ciudad de México están al alza y, finalmente, si el conejo teporingo va a desaparecer, tal pérdida puede compensarse con el aumento de las “ratas de dos patas” cargando sacos de dinero y musitando: “no es por joder, es cultural”. Esto último haciendo alusión a dos desafortunados comentarios del presidente Enrique Peña Nieto, quien a casi dos años de que acabe su mandato, registra las tasas de desaprobación más altas y, por cierto, muy bien ganadas.
Los factores de cohesión social se nos desvanecen a diario por actos tan deplorables como la prepotencia con que vemos actuar, por ejemplo, a los lores y a las ladies que socialmente hemos construido y solapado. ¿Qué joven no quisiera manejar un Ferrari, Rolls Royce o Audi? ¿O qué jovencita no está tentada a llamar asalariado, naco, gato o loser a quien su esquema mental no tolera? ¿En qué escuela o universidad habrán estudiado estos “talentosos” sujetos?
Por otro lado, mucho preocupa que pese a la presión de las organizaciones de la sociedad civil —y en contadas ocasiones de las instituciones académicas—, el cinismo de la clase política no se atempera, sino al contrario. La última demostración de esto fue el nombramiento de Raúl Cervantes como Procurador General de la República y posible Fiscal General. Cervantes es priista y primo del consejero jurídico de la presidencia, Humberto Castillejos. Es tal el nivel de descomposición que ya en tono de sorna, Jorge G. Castañeda escribió: “¿Para qué tiene uno amigos, correligionarios y empleados si no para nombrarlos en puestos de confianza y que le cuiden a uno las espaldas?” Haber nombrado a Cervantes le asegura a Peña Nieto y a sus amigos, según el ex canciller, mayor impunidad cuando dejen el puesto (Milenio, 31.10.16). Si el presidente no se da cuenta de que sus acciones sí joden a México, es que ya perdió la conciencia.
Pero ante el cinismo del presidente y de algunos de sus colaboradores, tampoco se vislumbra una posición ética clara de parte del opositor. El nombramiento de Raúl Cervantes fue aprobado con el voto de 82 (¿83?) senadores. Bien dice Castañeda, “[c]on una oposición de esa naturaleza, la democracia no puede funcionar”. Se vale negociar puestos, matiza el comentócrata de Milenio, pero no en temas “tan sensibles para la sociedad” como la lucha contra la corrupción y la protección de los derechos humanos.
Nada más para que usted se dé una idea de la crisis que tenemos en este terreno, vea estos datos: Desde 2007, inicio del sexenio de Felipe Calderón, han desaparecido 26,000 personas y de 2006 a 2015, 151,233 personas han sido asesinadas. Por si esto fuera poco, 95.5 de los delitos quedaron impunes (Encivica-INE 2017). Con estos datos, ¿puede ser Margarita Zavala de Acción Nacional una opción opositora confiable y convincente? ¿Juzgará a su marido por las atrocidades cometidas durante su mandato? ¡Claro que no! Hay que cuidar y proteger a la familia.
Pero las cosas no son mejores del otro lado del espectro político. Creyendo que él representa la verdadera y única oposición del país, Andrés Manuel López Obrador sigue dando muestras de inmadurez e intolerancia. Ahí está su enojo mostrado públicamente en Twitter ante la propuesta del Ejercito Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) de postular a una candidata a la presidencia de la república en 2018 o su juego cotidiano entre hacerse por un lado la víctima y por otro, repartir descalificaciones a diestra y siniestra para luego proclamar que le hacen compló cuando alguien le responde o lo contraataca.
Falta de responsabilidad del opositor, impunidad transexenal, cinismo e inconsciencia del político y también por parte de la sociedad (“¡es México, güey, capta!”) nos hacen perder, por momentos, la esperanza de que nuestro país pueda salir airoso de esta crisis moral en la que está metido. En ello, la pregunta obligada es, ¿y qué función tiene la educación? ¿Qué debemos hacer desde las universidades para combatir la degradación social que vivimos? ¿O será que las instituciones de educación superior son parte también ya del problema?
De recortes, viajes y salarios
En momentos en que se lucha por revertir los recortes presupuestales que el Ejecutivo propuso para las universidades públicas estatales, un grupo de rectores encabezado por Jaime Valls, Secretario General de la ANUIES (Asociación Nacional de Universidades e Instituciones de Educación Superior), viajó a Estados Unidos para tener algunas visitas de intercambio con universidades de Nueva York y Boston. Por la cuenta de Twitter de Valls —y no de la ANUIES— nos enteramos que el propósito era, entre otras cosas, fortalecer la “internacionalización de la educación superior”.
También nos enteramos que la ANUIES cerró, en la Maxwell School of Citizenship and Public Affairs de la Universidad de Syracuse en el estado de Nueva York, un seminario para profesionalizar a los rectores. Sí, el curso se llamó: “Los Retos del Rector frente a la Universidad del Futuro” que según Valls, sirvió para perfeccionar “su visión para lograr un mejor liderazgo en sus respectivas Instituciones”. Este seminario fue organizado por la Universidad Panamericana (UP), el IPADE y ANUIES, pero se realizó en su etapa final fuera de México. Por cierto, ¿habrá presumido la UP su “código” sobre el plagio a los rectores mexicanos y a sus contrapartes estadunidenses?
Ese mismo día, una nota en El Universal de Teresa Moreno causó polémica (24.10.16). El encabezado decía: “Rectores ganan más que gobernadores” y documentaba que 11 rectores de universidades estatales obtenían salarios que oscilaban entre 113 mil y 193 mil pesos. ¿Por qué Moreno seleccionó a ese número de rectores? ¿Son esas universidades públicas las únicas que tienen portal de transparencia? No es claro en su nota y valdría la pena que lo aclarara.
La misma Moreno le dio seguimiento a su nota al entrevistar, un día más tarde a Enrique Graue, rector de la UNAM, quien ante la pregunta de cómo se determinó el monto de su salario y si era correcto que ganara más que Miguel Mancera, Jefe de Gobierno de la Ciudad de México, dijo que “[d]esde hace mucho años el salario del rector está en transparencia y se puede consultar”. Sobre el punto de si era correcto, no hubo respuesta de Graue. Moreno fue más a fondo y le preguntó al rector de la UNAM si no sería momento de que los rectores se “solidarizaran” ante los recortes presupuestarios (El Universal, 25.10.16). El “jefe nato” de la Máxima Casa de Estudios respondió que eso se discutirá en las próximas reuniones que tengan en ANUIES – aunque habrá que esperar a que regresen de viaje, agregaría yo.
Para varios colegas, que los rectores y altos funcionarios universitarios se reduzcan el salario, prescindan del chofer, escorts, carga-portafolio o rechacen “compensaciones” y los gastos de representación es algo que no impacta significativamente en las finanzas de las universidades, por lo tanto, lo ven como un acto de pura demagogia. Yo pienso distinto, porque la señal que mandarían sería ética y ahí, no importa si no se disminuye significativamente el gasto; se puede, en cambio, empezar a construir una autoridad con legitimidad, confianza y aprecio social para conducir los cambios necesarios.
Ese tipo de autoridad escasea cada vez más en la vida pública de México e insisto: un universitario debe pensar y actuar razonadamente distinto que el político, diputado, dirigente sindical o líder del partido, de lo contrario, queda poco espacio para sostener que la universidad pública mexicana es la consciencia crítica de la nación. Estamos en una aguda crisis y algunas universidades y la ANUIES no dan señales de sensibilidad.
Pedro Flores Crespo – Profesor de la Universidad Autónoma de Querétaro (FCPyS).