Los niños nos ven y aprenden de nosotros

Nos reencontramos en los albores del nuevo año. En esta ocasión, quizás más de lo acostumbrado, le atribuimos el poder de traernos parabienes. La salud y la prosperidad son los más anhelados. También es tiempo de propósitos, quizás una expresión más responsable para alcanzar lo pretendido, aunque claro, sólo si se es congruente y constante en las estrategias para lograrlos. Y es que la esperanza puede revestirse de ingenuidad. La pandemia es una muestra de ello. Pensar que los contagios y muertes se quedarían en el 2020 es sólo un cándido deseo que puede y de hecho parece haberlo hecho, volverse contra nosotros. 

Fue un primero de enero cuando nos sorprendió la realidad en México hace 27 años con el levantamiento armado del Ejercito Zapatista de Liberación Nacional. Y fue este 6 de enero cuando la realidad sorprendió a Estados Unidos y al mundo entero con la irrupción al Capitolio de una turba violenta para impedir la calificación de la elección que dio por vencedor a Jon Biden, ante los reclamos del aún presidente Donald Trump por considerar que eran resultado de un fraude. Hoy como entonces nos sorprendieron las imágenes de escenas que un día antes ni siquiera hubiéramos imaginado y que ahora son profusamente difundidas no sólo por la televisión como entonces, sino por las omnipresentes redes sociales. 

Y es en este contexto que regresamos a clase. Contexto marcado por la pandemia y la violencia. Dos mensajes de muerte que habrán de convivir con la acción educativa. ¿Deberían tener algún impacto en nuestra planeación estos sucesos o continuamos por el camino de los aprendizajes esperados que dicta el programa? La lista de países y capitales, los elementos de la tabla periódica, la resolución de sistemas de ecuaciones simultaneas, entre otros.

Si partimos de la premisa de que educamos para la vida, debemos hacerlo desde la vida misma. Entonces, preguntémonos y preguntémosles a nuestros alumnos si se enteraron de este evento, y qué opinan de lo sucedido. No se trata de que como profesores dictemos ante ellos nuestra opinión como quien adoctrina, sino que propiciemos el análisis crítico en nuestros estudiantes. Se trata de hacerlos pensar, no de decirles qué pensar. 

Podemos usar los hechos del capitolio como núcleo de una situación de aprendizaje que dependiendo de la materia que impartamos, analice la solución de conflictos, la libertad de expresión o el papel de los medios de comunicación y redes sociales. 

Podemos también proponer un debate con nuestros estudiantes sobre la cancelación de las cuentas de redes sociales del aún presidente Trump. ¿La libertad de expresión debe tener límites cuando se alimenta el odio y la violencia; o por el contrario se trata de un acto de censura? Se pueden compartir con ellos los videos con los mensajes de la canciller alemana Ángela Merker y del presidente de México AMLO con sus argumentos para enriquecer la reflexión. 

Se puede hacer un análisis de los usos que dan a las redes sociales algunos personajes públicos como políticos, artistas y deportistas para detectar mensajes de odio y de violencia verbal, o, por el contrario, encontramos mensajes de concordia o denuncias desde un lenguaje asertivo. Y después se pueden analizar los mensajes propios utilizados por ellos mismos. Autoevaluarlos, revisarlos y eliminar o modificar aquellos que sean ofensivos. 

Y si de propósitos de año nuevo se trata, yo les propongo uno más a mis lectores: ¿Y si nos proponemos utilizar nuestras redes sociales como medio para expresarnos sin usar insultos, calificativos negativos, sobrenombres o etiquetas?, ¿Y si no reaccionamos con likes ni shares a los mensajes o memes que publiquen otros en los que se incluyan? Puede ser difícil, pero vale la pena. Recordemos que como dijo Betsy DeVos la exsecretaria de educación de EE.UU. en su carta de renuncia: “Los niños están viendo impresionados todo esto y están aprendiendo de nosotros…”

Sergio Dávila Espinosa

 

 

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