¿Mejores salarios para los maestros?, ¿y el Snte?

Abelardo Carro Nava

Se ha vuelto una costumbre, de todos los gobiernos y gobernantes, que a unos días de que se celebre el día del maestro en nuestro país, se anuncie con bombo y platillo un aumento salarial para el magisterio. 

Tales anuncios se acompañan de sendos discursos que enaltecen la labor que miles trabajadores de la educación realizan en cada uno de sus centros de trabajo; esto, como parte de la tan prometida y anhelada revalorización del magisterio que, para acabar pronto, se ha quedado en un sueño guajiro. Y bueno, si de campañas políticas habláramos, habría que recordar cuántos políticos han prometido mejorar las condiciones laborales y de vida de los profesionales de la educación sin que tales promesas se hayan hecho una realidad. Claro, el mercado electoral que para ellos les significa el magisterio propicia tales arengas, aunque, como sabemos, nunca se han cumplido, hecho que propicia un probable desencanto que, en años recientes, ha generado una alternancia democrática en diversas latitudes, pero también, curiosamente, el apoyo irrestricto a ciertos personajes que, independientemente del color partidista, logran mantener su poder en el gobierno.

En cualesquiera de los casos, la realidad es que, en los últimos años, el incremento salarial de los trabajadores de la educación ha oscilado entre el 3 y 4 por ciento, pero con una inflación que ha golpeado el poder adquisitivo de los trabajadores de la educación. Actualmente, la inflación supera el 7 por ciento, ¿el incremento salarial de este año se colocará arriba de este número? Lo dudo. Si en todos estos años se ha demandado que aquellos pensionados del gremio – a quienes se les han hecho sus cálculos con base en la Unidad de Medida y Actualización (UMA) y no en Salario Mínimo (SM) – se pague su pensión conforme al SM, ¿qué nos hace pensar que habrá un incremento que realmente impacte en los bolsillos de todos los trabajadores de la educación activos? Espero, seriamente, equivocarme.

Todo este tema viene a colación por lo que, en días pasados, el presidente de nuestro país, Andrés Manuel López Obrador, expresó en dos de sus conferencias “mañaneras”. En la primera afirmó contundente “hace falta el que se mejoren los salarios de los maestros, estoy consciente de eso, estamos buscando la manera de ayudarlos” (Profelandia.com, 2022); en la segunda reitero dicha afirmación “estoy haciendo un análisis sobre lo que ganan los maestros, porque ahora que ha incrementado el salario, ya un trabajador promedio del Seguro Social, inscrito en el Seguro Social, el promedio son 14 mil 300 pesos al mes… el maestro trae un promedio de 12 mil 500, o sea, el promedio de un trabajador inscrito al Seguro es de 14 mil 300 y el del maestro 12 mil 500” (Profelandia.com, 2022).

Ni tarde ni perezoso, el líder del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE) apareció en escena para expresar “ustedes han escuchado que en algunas mañaneras el presidente se ha referido a eso, a que tiene la preocupación de cómo incrementar el salario lo mejor posible a los trabajadores de la educación; nosotros esperamos tener una respuesta decorosa, una respuesta que motive a las maestras, a los maestros, al personal de apoyo” (Profelandia.com, 2022).

Todo esto en el marco de la Revocación de Mandato que, en los últimos días, ocupó la esfera política nacional; no obstante, bien valdría la pena preguntarse, ¿qué significa, para el líder del SNTE, tener una respuesta “decorosa” cuando este líder no recibe el mismo salario que cualquier maestra o maestro frente a grupo?, ¿qué acciones emprendería este líder sindical para que, en caso de que no se tenga esa repuesta “decorosa”, se demande y exija que sí lo sea?, ¿cuál será el parámetro que permitiría medir ese “decoro” al que se refiere este líder sindical? Ahora bien, ¿de qué manera y con qué recursos se incrementaría el salario de los trabajadores de la educación si, como el mismo presidente lo señaló, tiene otras prioridades que, por donde se vea, requieren de un presupuesto robusto para la mejora de la infraestructura educativa, por ejemplo?, ¿de dónde se obtendrán los recursos para lograr este incremento si la brecha de desigualdad salarial entre profesiones en nuestro país es, por así decirlo, no poca cosa?

Desde luego que, como profesor frente a grupo, deseo que tales palabras sean una realidad en el futuro inmediato; para nadie es desconocido el incremento en los precios de diversos artículos que son parte indispensable para nuestro ejercicio profesional, sobre todo, si consideramos que aún el magisterio, y la sociedad, padece los estragos por la pandemia ampliamente conocida. Sin embargo, también tengo claro que, en el orden mundial, acontecen innumerables situaciones que han provocado, por ejemplo, la inflación arriba referida y el aumento de dichos precios, ya no digamos de la canasta básica.

Ciertamente, prometer no empobrece, pero por años se ha venido prometiendo esa mejora en las condiciones laborales y de vida de los trabajadores de la educación y nada más no se ha logrado. Excusas y justificaciones siempre han existido, ¿no habría la imperiosa necesidad de exigir que, hoy día, se hagan una realidad dichas promesas? En todo caso, ¿para que tiene el magisterio una representación sindical si, en los hechos, está sometida, por no decir vendida al poder en turno?, ¿no habría la posibilidad de, por ejemplo, se haga una realidad que las pensiones de los jubilados se cubran en razón de los salarios mínimos y no en UMA?, ¿no se supone que el SNTE, que hoy dirige Cepeda Salas, pugnaría por este propósito pero no ha hecho nada? En fin.

Bien dice que las promesas se las lleva el viento; espero, en verdad, equivocarme en ello.

Al tiempo.

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