Abelardo-Carro-Nava

Mis maistritos de pueblo

“Anda hijo mío, vete ya. México espera tu esfuerzo. Te espera el hombre ignorante, te esperan los niños malicientos, yo aquí me quedo esperando, con orgullo verdadero. Anda hijo mío, vete ya. Que si de momento muero, voy a gritar con orgullo, voy a gritar a los cuatro vientos: ¡mi hijo!… ¡mi hijo!… ¡es un maistrito de pueblo!
Abraham Rivera Sandoval

Recuerdo que hace algunos años, un grupo de estudiantes normalistas y quien escribe este texto, participamos en un concurso de poesía que la institución en la que nos encontrábamos, había organizado con la finalidad de fomentar una de las más bellas expresiones del ser humano entre las escuelas normales de la entidad.

alumnos-ipnEnterados del concurso, y como asesor del grupo, nos propusimos participar. Las ideas en el aula surgían a raudales. La disputa entre mis alumnos sobre la poesía que debíamos montar, fue el momento más enriquecedor en mi carrera profesional. Ellos mismos formaron grupos de trabajo. Asistieron a la biblioteca, centro de cómputo, con diversos maestros, en fin, buscaron en cada uno de los espacios que pudiera ofrecerles la posibilidad de tomar la decisión más importante para tal evento: la poesía.

La consigna dada fue muy simple, además de dicha poesía, debían indagar sobre su autor, por qué la compuso, cuándo la escribió, en qué contexto surgió, vaya, muchos de los elementos que son tan importantes para lograr su comprensión. Claro, no se trataba de buscar por buscar, sino de indagar para encontrar la mejor que nos llevara a obtener el tan anhelado primer lugar.

Pasado un buen rato y cuando la desesperanza comenzaba a surgir, de la nada gritó una estudiante: ¡la encontré, al fin la encontré! Todos volteamos la mirada y ella, apresuradamente, corrió hacia el salón y con cierta dificultad por la falta de aire que le propició la carrera, expresó: ¡se titula “Maistrito de Pueblo” de Abraham Rivera Sandoval, un maestro normalista de Cuautla, Morelos!

Si mis recuerdos no me fallan, todos nos quedamos boquiabiertos. El título era de lo más llamativo y lo fue aún más, cuando escuchamos que fue escrita por un maestro que había egresado de una escuela normal.

Ni tarde ni perezoso, recuerdo haberles pedido que ingresaran al aula y se sentaran formando un círculo. Teníamos que escuchar la biografía del autor y después, leer en voz alta su poesía. Así fue. Carmen –mi alumna– comenzó a narrar parte de la historia de este notable personaje. Nos dijo que era oriundo del estado de Veracruz pero que sus padres lo llevaron a vivir a Cuautla a muy temprana edad; que desde pequeño fue un niño prodigo por lo que estudió muy joven en la Normal Rural de Oaxtepec, Mor., y que cuando egresó, continuó sus estudios en el Instituto Federal de Capacitación del Magisterio en Cuernavaca y, años más tarde, en la Escuela Normal Superior de México.

Pasado este momento y después de haber hecho algunas inferencias sobre su origen, formación y época en que realizó su labor docente; llegó lo esperado. Leí en voz alta su poesía. Palabras, sentimientos, emociones, y alguna que otra lágrima derramada, fueron los sucesos más emotivos de tal evento.

Sin pensarlo en demasía, unánimemente decidimos preparar el cuadro. Las voces se colocaron, los movimientos también, el vestuario y demás aditamentos los fuimos preparando en los días subsecuentes con un frenesí desmesurado. Nunca había visto tan entusiasmados a mis alumnos. Todos participaban, todos daban recomendaciones, todos ensayaban.

Llegado el día del concurso el nervio estaba al borde de la locura. Algunos de mis estudiantes caminaban, otros reían, unos más se tronaban los dedos y yo, sencillamente estaba muerto del miedo.

El turno llegó. Recuerdo haberles dicho: ¡chicos llegó el momento, disfruten su participación e independientemente del resultado, siéntanse satisfechos por lo que han realizado!

Así lo hicieron. Salieron al escenario y se entregaron por completo. En ningún momento titubearon. Todo les salió perfecto.

Terminada su participación, hubo llanto en el rostro de los presentes. Abrazos, felicitaciones y aplausos, fueron la coronación a su esfuerzo.

Así, después de dos participaciones más, el momento final llegó, los jueces darían su veredicto y, entre plegarias y rezos, obtuvimos el triunfo. Gritos y más gritos, la locura se desbordó y una enorme satisfacción se vino encima. ¡Ganamos, maestro!, ¿ganamos! – con gusto exclamaron.

Años han pasado, y como fotografías que golpean la mente, una y otra vez el recuerdo se hace presente.

maestro-y-alumnos-en-salo-de-clases-619x348Mis estudiantes, ahora maestros, se desempeñan en el medio. Algunos de ellos son directores, otros, siguen frente a grupo. La verdad de las cosas es que cada vez que los encuentro, el gozo vuelve de nuevo. ¿Qué les deparará el destino?, no lo sé, ni siquiera lo imagino pero, seguro estoy, que cada uno de ellos, formados en una escuela normal, han sido, son y serán: maestritos de pueblo. ¿Vocación?, ¿compromiso?, ¿responsabilidad?, vaya, una investigación no me alcanzaría para explicar o descifrar tales misterios.

Ojalá que en las oficinas ubicadas en República de Argentina consideraran esta historia, o muchas, como las que existen en el sistema educativo. Ojalá y que a partir de difundir y dar a conocer lo que hacen cotidianamente miles de maestros, se pueda resarcir ese daño que en los últimos años se le ha hecho al magisterio.

En suma, señor Secretario, le sugiero que ya no la friegue, cambie su discurso demagógico y deje a un lado su carrera por la “silla grande”; preocúpese pero en serio por la educación en nuestro país. Visite escuelas, diseñe programas, genere políticas educativas viables y acordes a las necesidades de nuestro México querido.

Hágalo, pero hágalo acompañado de los maestros. Éstos, ni son delincuentes ni pretenden dejar su empleo. Recientemente han demostrado que pueden con el reto. Maistritos de pueblo hay muchos, yo soy uno de ellos. Dignifique esta profesión porque usted, al igual que muchos de sus antecesores, jamás ha trabajado con un grupo de niños malicientos, y tampoco sabe, y lo digo con mucho respeto, lo que significa ser un maistrito de pueblo.

 

Docente en Escuelas Normales en Tlaxcala
Twitter: @Lalocoche

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