Educación Futura

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  • Participación sustantiva de las mujeres en los procesos de aprendizaje: el Proyecto CARE-México

    Participación sustantiva de las mujeres en los procesos de aprendizaje: el Proyecto CARE-México

    Rosa Guadalupe Mendoza Zuany

    Desde 2019, el Proyecto CARE México (PCM), trabaja en escuelas de educación básica buscando propiciar aprendizajes situados; su eje es el cuidado del entorno físico y social y ha hecho énfasis en la importancia de la participación de las familias y las comunidades en el proceso de aprendizaje, pues se les concibe como actores clave en un proceso educativo que parte de los conocimientos, las prácticas, las experiencias y las preocupaciones cotidianas localizadas en sus territorios.

    El carácter situado del aprendizaje es el punto de partida del PCM para su expansión al logro de muchos otros aprendizajes relevantes en la escala regional, nacional y global. Familias y comunidades son sabedoras y expertas en el cuidado de su entorno físico y social a través de generaciones, y también testigos del descuido del que ha sido objeto.

    Se ha procurado repensar la participación de las familias y los actores comunitarios en la escuela más allá de su tradicional carácter instrumental orientada a asuntos como el mantenimiento de la infraestructura, la organización de eventos específicos, y, en los últimos años, en la toma de decisiones y administración de recursos a través de programas; o bien, en su apoyo para crear condiciones para el desarrollo de tareas y actividades extraescolares.

    El reto de repensar dicha participación nos ha conducido a mirar en retrospectiva el involucramiento de las familias en el proceso de aprendizaje como portadoras y transmisoras de conocimientos y valores a través de generaciones. Este ejercicio se ha llevado a cabo en escuelas que se han unido al PCM y ha generado reflexiones sobre el poco o nulo reconocimiento de los potenciales aportes de familias y actores comunitarios al proceso educativo, al levantar una frontera clara entre quienes enseñan y quienes solamente apoyan para que el aprendizaje ocurra.

    Durante la pandemia por COVID-19, el trabajo del PCM con docentes que diseñaron e implementaron progresiones de aprendizaje situado a distancia nos permitió observar dinámicas concretas en el apoyo al estudiantado. Constatamos que, independientemente de las condiciones laborales de la familia, eran las mujeres quienes se encargaban no sólo de apoyar puntualmente en la creación de condiciones propicias para el estudio de los y las estudiantes, sino además de aportar sus conocimientos y experiencias para enriquecer su proceso de aprendizaje.

    Fueron las mujeres – madres, abuelas, hermanas, tías, tutoras – quienes se erigieron como maestras ante el gran reto que se presentaba. Ya hace unos años, precisamente durante la pandemia, quise visibilizar que muchos aprendizajes inesperados o no anticipados estaban ocurriendo en los hogares y que no era razonable, ni acertado, plantear que prevalecían los desaprendizajes o la pérdida de aprendizajes, ya que se ignoraba deliberadamente todo aquello que principalmente las mujeres de los hogares enseñaron a las infancias y a las juventudes en ese periodo.

    Estos hallazgos nos condujeron a reconocer y fortalecer la participación de las mujeres en el desarrollo de progresiones de aprendizaje durante la pandemia y más allá. Lo hicimos proponiendo a las y los docentes que hicieran un fuerte énfasis en situar los aprendizajes a partir de los conocimientos y las prácticas de cuidado del entorno físico y social en los que las mujeres se han especializado, por roles de género construidos históricamente. Reconocer su papel en la generación y transmisión de conocimientos intergeneracionales es fundamental para construir sociedades en las que la ética y la práctica del cuidado sean clave para la sobrevivencia y el buen vivir de todas –y entre todas– las especies que habitamos el planeta.

    Así, de las familias y las comunidades donde se ubican las escuelas participantes, emergieron y se hicieron visibles los procesos de aprendizaje, los saberes y las prácticas que las mujeres han enarbolado sobre el cuidado de la salud, de la alimentación, del agua, del suelo, de las plantas, de los animales, de los ecosistemas como totalidad.

    Se incentivó la participación sustantiva de las mujeres como sabedoras y como fuente de conocimiento situado de las cuales aprende toda la comunidad educativa, retando a la educación androcéntrica en la que lo producido, dicho y construido por el hombre, prevalece; pero también confrontando a la educación antropocéntrica que se orienta – por tibieza u omisión– a la formación de una sociedad humana que habita un planeta que pareciera no tener fin y ser fuente inagotable de “recursos” para el “crecimiento”; rasgos que además caracterizan a un modelo político y económico insostenible.

    Esto último se ha conseguido porque la experiencia cotidiana de las mujeres para el cuidado hace evidente que no es posible cuidar solo a la especie humana, pues vivimos en ecosistemas donde todas las especies somos interdependientes y, por tanto, el cuidado debe trascender al de los seres humanos. Los ecofeminismos, que desde distintas latitudes han surgido como alternativas a los modelos prevalecientes insostenibles, nos han inspirado y han sido trasladados al ámbito educativo a través del PCM.

    René Guadalupe Mojón Ku

    La participación de las mujeres en las escuelas a través del PCM ha llevado a tres directoras de escuelas primarias, en el sur de Yucatán, a diseñar e implementar progresiones de aprendizaje situado para madres y tutoras de estudiantes de sus escuelas relacionadas con las violencias, la convivencia, y la valoración de las personas adultas mayores a partir del cuidado. Así las mujeres se autoreconocen como sabedoras, pero también como aprendices en aquellos temas que más les preocupan. En este sentido, también se han generado iniciativas que incluyen el desarrollo de progresiones de aprendizaje para mujeres que se organizan más allá de la escuela a fin de construir juntas, como colectivo, una soberanía alimentaria, por la vía de compartir y generar saberes; como en el caso de mujeres nahuas en la Huasteca Veracruzana.

    Es preciso, entonces, repensar la participación de las familias y las comunidades en la educación a partir de esquemas que las conciban como fuentes y como generadoras de conocimientos valiosos para el cuidado de la vida. Son las familias y las comunidades, y particularmente las mujeres, quienes pueden contribuir de forma situada, a propiciar aprendizajes para la sobrevivencia y el buen vivir, y, para lograrlo, hay que abrirles espacios para una construcción deliberada desde las escuelas.

    https://www.muxed.mx/blog/care-mexico

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    Rosa Guadalupe Mendoza Zuany* Es integrante de MUxED, coordinadora del Proyecto CARE México que está presente en los estados de Veracruz y Yucatán. Investigadora en el Instituto de Investigaciones en Educación de la Universidad Veracruzana. Integrante del Sistema Nacional de Investigadores Nivel 3. Coordinadora de la Cátedra UNESCO Educación para la Ecociudadanía y la Sustentabilidad. Ecofeminista. 
    Facebook: Lupita Mendoza Zuany

    Referencias
    Mendoza Zuany, Rosa Guadalupe y Juan Carlos A. Sandoval Rivera (eds). (2021) Conocimientos y prácticas locales para el cuidado del entorno social y ecológico a través de procesos educativos situados. México: Universidad Veracruzana. https://www.uv.mx/personal/romendoza/files/2022/05/Conocimientos-y-pra%CC%81cticas-locales-digital.pdf
    Sandoval Rivera, Juan Carlos A, Rosa Guadalupe Mendoza Zuany, Fabiola Itzel Cabrera García, María Concepción Patraca Rueda, Paula Martínez Bautista y Melecio Pérez Mendoza (2021) Aprendizaje situado para la sustentabilidad a partir de historias locales sobre preocupaciones, conocimientos y prácticas socio-ecológicas. México: Universidad Veracruzana. https://www.uv.mx/personal/romendoza/files/2020/11/LIBRO-Aprendizaje-situado-para-la-sustentabilidad-2021.pdf
    Revista Decisio 59. Formación docente acompañada para una educación orientada a la justicia social y ecológica. Editores invitados: Rosa Guadalupe Mendoza Zuany y Juan Carlos A. Sandoval Rivera. Mayo-agosto 2023. https://bit.ly/Decisio59

  • Repensar nuestro planeta y su abordaje transformador en la educación

    Repensar nuestro planeta y su abordaje transformador en la educación

    Rosa Guadalupe Mendoza Zuany

    La Tierra, nuestro planeta, ha sido concebida de múltiples maneras a lo largo del tiempo por las diferentes culturas. Hoy en día, aprendemos sobre la Tierra en la escuela en asignaturas específicas – como Ciencias Naturales o Geografía – generalmente concibiéndola como “un sistema físico muerto inanimado”, como lo plantea Carolyn Merchant en su libro “La muerte de la naturaleza” traducido al español en 2023. Prevalece una visión mecanicista de la naturaleza en un planeta Tierra en el que se encuentran “recursos naturales” a disposición – casi ilimitada – de los seres humanos. A partir del siglo XVI, la concepción de la naturaleza como máquina se empezó a diseminar y eso significó un cambio fundamental: de concebir a nuestro planeta como uno vivo, a considerarlo como una máquina inerte, hecho de materia muerta que como humanidad podemos controlar y dominar. Además, se ha subrayado desde los diversos ecofeminismos, que, a la par, por la fuerte asociación que se ha hecho entre las mujeres y la naturaleza, ha prevalecido igualmente la intención de controlarlas, dominarlas y acallar sus conocimientos y prácticas.

    Marginalmente y contra corriente, han sobrevivido concepciones que subrayan la vitalidad del Universo, de la Tierra y quienes la habitamos, así como la centralidad de los roles que desarrollan las mujeres en la construcción de conocimiento sobre el planeta, la naturaleza, la vida y la sociedad. Estas concepciones sobre la naturaleza pueden encontrarse, por ejemplo, en la Declaración Universal de los Derechos de la Madre Tierra suscrita por pueblos indígenas, naciones y organizaciones sociales de todo el mundo en 2010[1], que plantea que la madre tierra es un ser vivo. En la esfera jurídica, el debate sobre los derechos de la naturaleza o la naturaleza como sujeto de derecho y tribunales internacionales está sobre la mesa. Fundamental ha sido que en la cosmovisión y la praxis cotidiana de muchas sociedades, también han prevalecido ideas que permiten construir otro tipo de relaciones entre la humanidad y la naturaleza: no antropocéntricas, y en algunos casos, no androcéntricas.

    Implicaciones en la educación

    La Revolución Científica de los siglos XVI y XVII en Europa fue un punto de inflexión en la historia de las ideas y la ciencia occidental que sigue influyendo en lo que aprendemos sobre nuestro planeta, así como en nuestra posición de poder y dominio sobre la naturaleza y las mujeres. Poco conocemos a través de las escuelas sobre las concepciones y conocimientos sobre el planeta, que no sea lo producido a partir de la ciencia heredera de la Revolución Científica de los siglos XVI y XVII, a través de los lentes de disciplinas específicas. La Tierra y la naturaleza no son estudiadas desde las filosofías, las literaturas, las artes, las historias, las historias de las ideas, en plural; ni desde el reconocimiento de diversas formas de construir conocimiento a lo largo de la historia en las diferentes latitudes.

    Prevalecen narrativas oficiales sobre las rutas para atender la emergencia climática y la crisis ambiental en las que se habla de “desarrollo” y “crecimiento” asociados a la sustentabilidad por corrección política; se sigue hablando de “recursos naturales” como muestra de la vigencia de la idea de la naturaleza a nuestra disposición. La educación – sus fines, sus objetivos, los currículos, las pedagogías – no ponen en el centro al planeta Tierra como nuestra casa, como un lugar finito, habitado por múltiples especies en interdependencia.

    El campo de la educación ambiental es marginal y poco se ha pensado en la conveniencia de revisar los adjetivos de lo educativo que han atomizado los esfuerzos tematizándolos y volviéndolos opcionales (lo ambiental como tema complementario y de asignaturas específicas, cuando hay tiempo); orientándolos a sectores específicos (en escuelas “verdes” que pueden darse el lujo de considerar algunos aprendizajes ambientales más allá de los “fundamentales, mínimos, indispensables” que claramente no los incluyen). Presenciamos una educación antropocéntrica orientada a que se logren aprendizajes sobre los seres humanos, habitantes de un planeta con recursos a su disposición; a su vez, es una educación androcéntrica en la que se privilegian los conocimientos y puntos de vista masculinos, incluyendo por supuesto aquellos referidos a la naturaleza.

    Pistas para educadoras y educadores

    Construir una educación para la justicia ambiental, que no sea antropocéntrica, ni androcéntrica, es una tarea urgente que requiere cambios paradigmáticos. Comparto algunas ideas para la reflexión:

    1. Pensemos en las múltiples visiones y experiencias sobre nuestro planeta, la naturaleza y nuestras relaciones con los seres que habitamos la Tierra; reflexionemos sobre la división naturaleza-cultura que ha sido construida y vivida sin conciencia, sin reflexión sobre su origen y sus implicaciones. Filosofemos en las escuelas, conozcamos historias de las ideas, preguntémonos sobre nuestra existencia y supervivencia como seres interdependientes en un planeta vivo sobre el que hay muchas formas de conocer y mucho conocimiento marginal, acallado.
    2. Reconozcamos las múltiples experiencias de seres humanos con diferentes posiciones en el mundo como fuente de conocimiento. Las experiencias, las epistemologías y los conocimientos de las mujeres han sido marginados. También las de otros seres humanos que no han tenido el privilegio de contar su experiencia, sus formas de construir conocimiento, los conocimientos y las prácticas de cuidado del planeta que han desarrollado en sus mundos. La pluralidad epistemológica es clave para la justicia ambiental y educativa.
    3. Identifiquemos múltiples formas de aprender y deliberemos sobre la pertinencia de apropiarnos de teorías de aprendizaje transformador, emancipatorio y situado en el marco de una crisis que requiere plantear y realizar acciones para adaptarnos a condiciones de vida distintas y para proponer otras formas de habitar el planeta. Esto implica reconocer el valor de lo situado como punto de partida para aprender sin límites y partiendo del valor de la propia experiencia y posición en el mundo. También implica cuestionar la idea lineal y conductista de que la ruta es sensibilizar para cambiar actitudes y comportamientos desde modelos fincados en la homogeneización, la prescripción y la transferencia de los fines de la educación, contenidos y formas de aprender.
    4. Demos lugar a las emociones, a los clásicos cinco sentidos y a otros como “El sentido del asombro” (2012) de que nos habló Rachel Carson en su libro del mismo nombre (poco conocido, a diferencia de “La primavera silenciosa” de 1962), o de los doce sentidos de Rudolf Steiner que se consideran en la pedagogía Waldorf. Demos lugar a las preocupaciones socio-ecológicas que son motor para la reflexión y la acción; también al cuidado del planeta y de sus seres como ética y como acción; y al amor como elemento constituyente de un proceso de aprendizaje que valga la pena. 

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    Lecturas recomendadas

    Carson, Rachel (2012). El sentido del asombro. Editorial Encuentro. Madrid.

    Mendoza Zuany, Rosa Guadalupe y Juan Carlos A. Sandoval Rivera (2021). Conocimientos y prácticas locales para el cuidado del entorno social y ecológico a través de procesos educativos situados. Editorial de la Universidad Veracruzana. Xalapa.

    Merchant, Carolyn (2023). La muerte de la naturaleza. Siglo XXI Editores. Buenos Aires.

    Puleo, Alicia (2019). Claves ecofeministas para rebeldes que aman a la tierra y a los animales. Plaza y Valdés Editores. Madrid.

    Stevenson, R. B., Brody, M., Dillon, J., & Wals, A. E. J. (Eds.) (2013). International Handbook of Research on Environmental Education. Routledge. Nueva York.

    Tapia González, Aimé (2023). Palabras de las niñas de maíz. Puertabierta Editores. México.


    [1] Ver  http://rio20.net/propuestas/declaracion-universal-de-los-derechos-de-la-madre-tierra/


    *Rosa Guadalupe Mendoza Zuany

    Integrante de MUxED. Investigadora educativa en el Instituto de Investigaciones en Educación de la Universidad Veracruzana; SNI Nivel 3. Coordinadora de la Cátedra UNESCO Educación para la Ecociudadanía y la Sustentabilidad. Coordina el Proyecto CARE México que busca propiciar el aprendizaje situado en escuelas de educación básica poniendo al centro el cuidado de la naturaleza, de una(o) misma(o), de los seres humanos y no humanos.

  • La experiencia de ser niña: retos para el ejercicio de sus derechos

    La experiencia de ser niña: retos para el ejercicio de sus derechos

    Rosa Guadalupe Mendoza Zuany *

    Un relato vino a mi mente al pensar hoy en el Día Internacional de la Niña y en las niñas. bell hooks, pedagoga y feminista, narra su experiencia de ser niña afroamericana en los Estados Unidos de América en las décadas de 1950 y 1960 en su libro “Enseñar para transgredir” (2021). Ella relata en retrospectiva su experiencia –determinante en su vida y su legado en la educación crítica y feminista– y alude circunstancias de su vida en un contexto histórico con condiciones estructurales que hacían que el racismo y la discriminación por razones de clase, género, raza, entre otras, fueran asuntos cotidianos y normalizados.

    Pero también rememora su determinación por hacer realidad su proyecto de vida, por reflexionar sobre esas condiciones que la obstaculizaban, –pero que buscaba transformar, en gran medida a través de la educación. Relata sentirse capaz de teorizar a partir de su propia experiencia con otras mujeres atravesadas por distintas opresiones.

    ¿Qué experiencias viven hoy las niñas en el mundo? ¿Qué retos enfrentamos para el ejercicio de sus derechos en un mundo tan diverso y desigual? Sin duda, enfrentamos retos globales, pero también diferenciados. ¿Qué retos tenemos en México hoy?

    Compartiré algunos que como investigadora educativa y madre de dos niñas me preocupan enormemente. Lo hago a propósito del Día Internacional de la Niña (11 de octubre) que concibo no sólo como un día de celebración de lo logrado, sino también de una denuncia que propicie la reflexión, la acción y la transformación necesarias para el ejercicio pleno de sus derechos. No se trata del futuro, sino del presente; no se trata de acciones que otras(os) emprendan en distintos niveles, todas las personas debemos sentirnos aludidas y comprometidas.

    ¿Qué me preocupa?

    Que vivimos en un país profundamente patriarcal; vivimos el dominio masculino sobre las mujeres de todas las edades. Vivir en una sociedad patriarcal atraviesa nuestras experiencias cotidianas, nuestros proyectos de vida; pero no nos determina. Podemos “hacerlo caer”, como refiere la consigna feminista. Es fundamental que las niñas imaginen y realicen proyectos de vida – en todas las dimensiones: académica, profesional, familiar, etc. – en el marco de la igualdad de género.
    Que el patriarcado como sistema de dominio se expresa a través de prácticas cotidianas que impiden el ejercicio de los derechos de las mujeres y las niñas. Pensemos, por ejemplo, en que históricamente a las mujeres y a las niñas se les ha asignado el rol de cuidadoras. Con la pandemia por el COVID 19, este rol se exacerbó y, a la par, el abandono escolar de las niñas se convirtió en una opción “justificada” en ciertos contextos, vulnerando con ello, su derecho a la educación y a otros derechos igualmente importantes. Es fundamental que las niñas sean cuidadas, y no se les conciba como las únicas destinadas a desarrollar la capacidad de cuidar; todos los seres humanos – sin distinción de género – deberíamos desarrollar el cuidado a una misma, a uno mismo y a las demás personas. Cuidar a las niñas implica construir condiciones para que puedan ejercer sus derechos y vivir los proyectos de vida que han imaginado. Esto supone una cruzada contra las uniones en pareja con carácter forzado y/o precoz, los embarazos en niñas y adolescentes, la violencia intrafamiliar y en todos los ámbitos, el abandono escolar, etc.
    Que las niñas son personas vulneradas debido a múltiples variables que van sumándose, además del género y la edad, como pueden ser su lengua materna, adscripción a un pueblo indígena, clase social, religión, nacionalidad y muchas más. Me parece crucial que pensemos en actuar y transformar en clave interseccional, es decir, considerando que las opresiones y la vulneración de los derechos de las niñas por diferentes factores se suman y acentúan; no debemos pensar en las niñas como una abstracción general, sino en la diversidad de niñas y la diversidad de experiencias de ser niña. Pensemos, por ejemplo, en las niñas que migran desde otros países y atraviesan el nuestro en condiciones infrahumanas con la etiqueta de “persona ilegal”, o en niñas que migran dentro de su propio país para trabajar junto a su familia en zonas de agroindustria, vulneradas en sus derechos a la educación, a la alimentación, a la salud, a la seguridad, etc. Pensar en las múltiples experiencias de ser niña nos puede conducir a repensar lo que debemos hacer para transformar esas experiencias y sus vidas.
    Que paulatinamente, las niñas podrían convertirse en uno de los grupos más vulnerados por el cambio climático en México. Los efectos se sienten de forma diferenciada en el campo, en la ciudad, en las diferentes regiones del país; se experimentan de forma diferente según la clase social, la edad, el género, etc. Particularmente, la población rural que realiza actividades relacionadas con agricultura, ganadería y pesca se enfrenta a importantes retos de adaptación, en los que las niñas están siendo particularmente vulneradas. Por ejemplo, en comunidades rurales e indígenas son ellas y sus madres quienes muy temprano se encargan de recoger leña y agua a grandes distancias por la poca o nula disponibilidad en la cercanía de sus hogares; su salud se ve afectada por el peso que diariamente cargan, aunado a una alimentación que no aporta todos los nutrientes necesarios de acuerdo con su edad. Luego, en la escuela, su desempeño no es el mejor, el que seguramente ellas pudieran lograr si sus condiciones de vida fueran distintas. Las sequías y los fenómenos hidrometeorológicos afectan la producción de alimentos y esto afectará a los patrones de alimentación de la población en general, y particularmente de las niñas si persisten prácticas como las de priorizar que los hombres se alimenten. El clima está cambiando, y el presente y el futuro de las niñas también. Cada vez será más común observar fehacientemente conflictos y migraciones climáticas, y con ellas, a las niñas como uno de los grupos más vulnerados.

    Pexels

    Me preocupa y ocupa que la educación en México deje de ser una educación que sostiene el patriarcado, el androcentrismo, el machismo, los estereotipos de género que limitan y vulneran a las niñas y a las mujeres. Es preciso entender cómo se sostienen, reflexionar sobre lo que han implicado en la vida de mujeres y niñas, y derribarlos. Reimaginar la educación es una vía crucial. Muchas mujeres, como bell hooks, han contribuido desde sus distintas posiciones en el mundo; pero no se trata solamente de la voluntad individual, sino de una sociedad que se plantee seriamente la construcción de condiciones para una igualdad sustantiva.

    https://www.muxed.mx/blog/experiencia-ser-nina

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    Rosa Guadalupe Mendoza Zuany* Integrante de MUxED. Es investigadora educativa en el Instituto de Investigaciones en Educación la Universidad Veracruzana, es madre de dos niñas y ecofeminista. Coordina el Proyecto CARE México que busca propiciar el aprendizaje situado en escuelas de educación básica poniendo al centro el cuidado de una(o) misma(o), de los seres humanos y no humanos, de la naturaleza.
    Correo: lupitamendoza.zuany@gmail.com
    Facebook: Lupita Mendoza Zuany

  • Diagnósticos de inicio de ciclo escolar: ¿por qué documentar el déficit y lo perdido?

    Diagnósticos de inicio de ciclo escolar: ¿por qué documentar el déficit y lo perdido?

    Rosa Guadalupe Mendoza Zuany

    Como madre y como investigadora educativa me pregunto: ¿por qué en los diagnósticos de inicio de ciclo escolar se hace énfasis en identificar el déficit, lo perdido, teniendo como parámetro sólo lo escolar? A la escuela no le importa ni valora lo que los niños y las niñas aprenden fuera de la escuela, no le interesa conocerlo, ni aprovecharlo, ni que se comparta. ¡Qué pena!

    No me canso de repetir que los sistemas educativos han anulado el hecho de que las familias y las comunidades – expresadas de múltiples maneras – enseñan continuamente y constituyen espacios de aprendizajes relevantes y pertinentes, importantes para vivir y sobrevivir en un mundo en crisis experimentada en nuestra cotidianidad. Hace casi tres años escribí sobre la riqueza de los aprendizajes in-esperados logrados en los hogares durante la pandemia (Mendoza Zuany, 2020). Es claro que hoy dichos aprendizajes no están siendo capitalizados, porque no están siendo reconocidos.

    En el imaginario de muchos y muchas – tanto tomadores(as) de decisiones como madres, padres, docentes, e incluso estudiantes – se erige la escuela como el lugar sin el cual es imposible aprender. Aprender lo que la escuela determina importante, claro. Por lo tanto, se diagnostica para identificar lo no aprendido y todo lo que se perdió, se olvidó, es decir, el rezago y a los rezagados. Luego, supongo, se intentará recuperar lo perdido, nivelar a los “rezagados”, y seguir limitando a los y las niñas a aprender lo mínimo, lo evaluable a gran escala, lo escolar en su mínima expresión “dada la emergencia educativa”. Personalmente, eso si me parece una catástrofe educativa.

    Más aún, esta catástrofe se exacerba dado que la base de los currículos de emergencia, de la priorización de aprendizajes, del adelgazamiento del currículum, etc., en boga por la pandemia, continúan alimentándose de esos aprendizajes mínimos y homogeneizantes que intentaban desarrollarse en la escuela pre-pandémica. Para la escuela, el mundo de hoy es el mismo mundo pre-pandémico. Se argumenta que el logro de los aprendizajes mínimos, ahora “mínimos de mínimos”, potencia el desarrollo de aprendizajes que la escuela alguna vez tuvo en su agenda, pero no más. Me refiero a los referidos a las artes, las ciencias, la historia, etc., vistos como complementarios y en muchos casos, como lujos. De la posibilidad de repensar esa agenda preguntándonos qué es necesario aprender y enseñar hoy y para el futuro, así como de cuestionar los límites mínimos impuestos, ni hablar.

    Para mí, es necesario repensar los procesos de aprendizaje partiendo de concebir a las familias y las comunidades de las que los niños y las niñas forman parte como constructoras de conocimientos propios, situados, potencialmente relevantes más allá de su propio entorno, que son susceptibles de conocerse, reflexionarse y compartirse en los procesos de enseñanza-aprendizaje que ocurren en las escuelas (Sandoval Rivera et al., 2021). Procesos que no limiten, que no vulneren el derecho de los niños y las niñas de aprender más allá de lo “mínimo”. Imagino la riqueza que entrañaría para todas las escuelas embarcarse en identificar, documentar, compartir y potenciar todos esos “aprendizajes in-esperados” que ocurrieron durante la pandemia y siguen ocurriendo en la cotidianidad, para articularlos a nuevos aprendizajes susceptibles de ser definidos como necesarios y deseables en el marco de su replanteamiento post-pandémico. Algunas escuelas lo están haciendo y se observan resultados maravillosos (Mendoza Zuany y Sandoval Rivera, 2021).

     

    Bibliografía

    Mendoza Zuany, Rosa Guadalupe (2020) Los aprendizajes in-esperados en casa para el mundo post Covid19. Educación Futura, 29 de mayo. (http://www.educacionfutura.org/los-aprendizajes-in-esperados-en-casa-para-el-mundo-post-covid19/)

    Mendoza Zuany, Rosa Guadalupe y Juan Carlos A. Sandoval Rivera (eds). (2021) Conocimientos y prácticas locales para el cuidado del entorno social y ecológico a través de procesos educativos situados. México: Universidad Veracruzana. (https://www.uv.mx/personal/romendoza/files/2022/05/Conocimientos-y-pra%CC%81cticas-locales-digital.pdf)

    Sandoval Rivera, Juan Carlos A, Rosa Guadalupe Mendoza Zuany, Fabiola Itzel Cabrera García, María Concepción Patraca Rueda, Paula Martínez Bautista y Melecio Pérez Mendoza (2021) Aprendizaje situado para la sustentabilidad a partir de historias locales sobre preocupaciones, conocimientos y prácticas socio-ecológicas. México: Universidad Veracruzana. (https://www.uv.mx/personal/romendoza/files/2020/11/LIBRO-Aprendizaje-situado-para-la-sustentabilidad-2021.pdf)

  • Cuestiono y rechazo la idea de los aprendizajes mínimos, con o sin pandemia

    Cuestiono y rechazo la idea de los aprendizajes mínimos, con o sin pandemia

    Rosa Guadalupe Mendoza Zuany

    Cuestiono y rechazo la idea de que los aprendizajes mínimos para la niñez, con o sin pandemia, sólo tengan que referirse a las matemáticas y el español. Desde antes de la pandemia mis hijas empezaron a notar por sí mismas esta tendencia en su propio proceso de aprendizaje en la escuela. No están satisfechas ni conformes. Ni yo, como madre e investigadora educativa. Las expectativas de la niñez van mucho más allá. Su derecho va más allá. Son conclusiones del fin del ciclo escolar.

    El adelgazamiento del currículum está en boga. Circula la idea de que hay que centrarse en lograr y medir aprendizajes relacionados con el pensamiento matemático, con el lenguaje y la comunicación, y que esto permitirá detonar otros aprendizajes. Pero, ¿cómo la escuela mediará y propiciará que esos “otros” aprendizajes se desarrollen? Esta narrativa de que se aprenda “lo mínimo indispensable”, y más en tiempos de pandemia, atenta contra el derecho a la educación y vulnera las expectativas y los intereses de la niñez sobre su propio proceso de aprendizaje y el conocimiento del mundo. Las decisiones que se han tomado sobre qué es importante aprender obedecen a una lógica:

    que busca economizar y limitar lo que se aprende;

    que busca que se aprenda lo que se presenta como útil para una inserción laboral temprana, que favorezca un statu quo injusto y un nulo cuestionamiento de nuestro modelo económico;

    que anula a la escuela como espacio de aprendizajes que conectan preocupaciones, conocimientos y prácticas locales como los que se plantean en un currículum más amplio que el efectivamente implementado;

    que reduce las posibilidades de que la escuela sea un espacio de reflexión y detonadora de cambios necesarios para una vida justa y la transformación de nuestras formas de habitar el mundo;

    que no considera y ni siquiera conoce las expectativas e intereses de niñas, niños y adolescentes, y que además desconoce su capacidad de asombro como motor para aprender.

    La medición de los logros de aprendizaje se centra en estos mínimos que no satisfacen a quienes padecen esta visión reduccionista, vertical y limitante, y a su vez fortalece la idea de continuar reduciendo, imponiendo, limitando.

    Nuestra experiencia como familia tanto en escuelas públicas como privadas nos ha permitido reflexionar qué aprendemos y para qué. Mi hija mayor hizo una lista de todo aquello que quiere aprender y no ha sido abordado en su escuela a lo largo de cinco años de tránsito por la primaria; al analizar su lista, observamos que asignaturas como ciencias naturales, geografía, historia, formación cívica y ética han estado casi borradas en su proceso educativo, y que cuando se abordan, es de forma superficial y sin lograrse aprendizajes significativos. Muchos de los aprendizajes que mi hija incluyó en su lista, se han desarrollado en casa y otros espacios; pero ella señala que en la escuela se pueden compartir, discutir, y así, formalizar su lugar y su relación con otros aprendizajes. Es su expectativa y su demanda.

    Mi hija pequeña, a partir de su cambio de escuela de una privada a una pública, experimentó por primera vez – en tercer grado – la exploración de sus libros de texto, sobre todo los de las asignaturas olvidadas, y lo hizo con el acompañamiento de su maestra en sesiones en línea y para la realización de tareas. Fue un descubrimiento importante que no sugiere que recurramos a los libros de texto como fuente única o guía para el proceso de aprendizaje, sino que apunta a que a través de la exploración de los libros, mi hija se introdujo en una dimensión desconocida para niños y niñas que han vivido lo que las mías en sus escuelas: existen otras asignaturas, son todas interesantes e importantes, hay horizontes de conocimiento que queremos abordar en la escuela y no lo hemos hecho.

    Esta reflexión es motor para lo que en el proyecto CARE a través de las progresiones de aprendizaje – desarrollado desde la Universidad Veracruzana en colaboración con docentes y escuelas – intentamos propiciar y analizar: un aprendizaje situado que sea detonante de transformaciones para la justicia social y ambiental desde una perspectiva que cuestiona las visiones coloniales, neoliberales y patriarcales de la educación. Finalmente, estos límites impuestos a los aprendizajes de niñas, niños y jóvenes responden a esa visión colonial que dicta qué aprender desde posiciones de poder heredadas y mantenidas en las instituciones educativas de todos los niveles, a esa visión neoliberal que concibe la escuela como productora de mano de obra que no cuestione ni transforme, y a esa visión patriarcal que ha intentado dejado atrás a las niñas y las jóvenes y las mujeres en general y ha vulnerado sus posibilidades de aprender y de posicionar sus conocimientos a la par de los generados por los hombres.

    Por ello, consideramos importante trabajar para cuestionar y derribar límites en los aprendizajes. Los aprendizajes a los que las niñas y los niños tienen derecho son ilimitados, deben ser situados, expansivos y transgresores de un statu quo que sostiene la injusticia y la inequidad. Para ello, es fundamental la colaboración entre escuelas, comunidades y familias para lograr aprendizajes más allá de los que ahora se plantean como relevantes. Es importante posicionar los conocimientos y prácticas locales y también a todos esos conocimientos desplazados por la lógica arriba descrita. La escuela no puede sola, nos necesita, necesita que expresemos nuestras expectativas – las de las niñas, los niños, los y las jóvenes, las familias, las comunidades – y que contribuyamos a que se cumplan.

  • Lo que el debate sobre el diseño de libros de texto nos enseña

    Lo que el debate sobre el diseño de libros de texto nos enseña

    Rosa Guadalupe Mendoza Zuany

    Un proceso al vapor, mediado por la descalificación de anteriores procesos y de los actores que han participado previamente en el diseño de los libros de texto gratuitos, sin pago a los y las diseñadores(as), y sin ser parte de un proceso más amplio de discusión y definición de qué enseñamos y que aprendemos, es lo que hoy estamos presenciando.

    Y es esto último precisamente – un proceso más amplio de discusión y definición de qué enseñamos y qué aprendemos – a lo que me parece deberíamos estar convocando, sin tener que ser convocadas y convocados por la SEP, para replantear qué educación necesitamos ante esta coyuntura y parteaguas histórico que representa la pandemia y lo que vendrá después. ¿Qué necesitamos enseñar y qué requerimos aprender para habitar el planeta de otro modo? ¿Qué necesitamos enseñar y qué requerimos aprender para construir un modelo distinto de sociedad?

    Esto va más allá de un nuevo plan de estudios y más allá del diseño de libros de texto gratuitos. Esto entraña la redefinición de la educación que queremos, en consonancia con la sociedad que queremos; y ello convoca a toda la sociedad, no a personas afines a un partido, a un gobierno, a una sola ideología. Nos convoca a todas y todos. Y esta convocatoria implica discutir aquello que se presenta hoy por hoy como lo correcto, lo justo, lo incuestionable: lo que el gobierno predica como la verdad, cuya enunciación justifica la división y polarización de una sociedad de por sí dividida, polarizada y con gran inequidad.

    Este debate nos remite a reflexionar, o incluso nos enseña que es preciso:

    1.- embarcarnos como sociedad plural y desigual en una discusión profunda y de largo aliento sobre qué se debe enseñar en las escuelas, qué debemos aprender, y para qué;

    2.- identificar y reconocer nuestras posiciones frente a:

    a) un sistema neoliberal vigente, fuerte y perpetuante de la inequidad social y de la depredación de la naturaleza que sustenta la vida en el planeta;

    b) una democracia debilitada y frágil;

    c) la colonialidad de nuestro ser como nación y de nuestros procesos de construcción y valoración de conocimiento;

    d) una sociedad patriarcal con manifestaciones cotidianas violentas, discriminadoras, minimizantes, vulnerantes de todo lo no masculino;

    3.- plantear un proceso colaborativo, con múltiples voces, organizado, regionalizado y contextualizado para llevar a cabo esta discusión, la toma de decisiones y las acciones para concretar una política educativa que sea realmente pública, y no gubernamental ni electorera;

    4.- incorporar en la discusión los fines de la educación, la política educativa, los planes y programas nacionales y regionales, y posteriormente para lograr coherencia, el diseño de libros de texto con el pago justo a quienes participan por la envergadura de tal responsabilidad;

    5.- pensar en un proceso de largo aliento, plural, que sea parte de una política pública educativa más allá de las posiciones del gobierno en turno, de partidos políticos y de aspiraciones electorales.

    Y, ¿por qué no iniciar un proceso en el que el sistema educativo posicione fuertemente a los padres y las madres como primeros y centrales educadores, y que tenemos mucho qué decir y hacer para lograr una educación distinta, sensible, alimentada por el asombro, coadyuvante de la felicidad y la plenitud humana como parte de la naturaleza habitada por otros seres no humanos que no existen para nosotros, sino con nosotros? No me identifico con una educación para la generación de mano de obra barata, acrítica, con capacidades limitadas a aquello que necesitan a las empresas; ni antropocéntrica, ni neoliberal, ni patriarcal, ni colonial, ni autoritaria, ni homogeneizante.

    Como madre e investigadora educativa, coincido con Rachel Carson, científica famosa por su libro “Primavera silenciosa” en que denuncia el uso indiscriminado de pesticidas y sus efectos en todos los seres vivos, pero menos famosa por su libro “El sentido del asombro”, una joya para educadoras y educadores, del cual a continuación retomo una cita. Es una cita que comparto porque muestra la esencia de su propuesta en ese libro, con la que coincido y para la que trabajo desde la investigación educativa:

    “Yo sinceramente creo que para el niño [la niña], y para los padres [las madres, los y las docentes] que buscan guiarle, no es ni siquiera la mitad de importante conocer como sentir. Si los hechos son la semilla que más tarde producen el conocimiento y la sabiduría, entonces las emociones y las impresiones de los sentidos son la tierra fértil en la cual la semilla debe crecer. Los años de la infancia son el tiempo para preparar la tierra. Una vez que han surgido las emociones, el sentido de la belleza, el entusiasmo por lo nuevo y lo desconocido, la sensación de simpatía, compasión, admiración o amor, entonces deseamos el conocimiento sobre el objeto de nuestra conmoción. Una vez que lo encuentras, tiene un significado duradero. Es más importante preparar el camino del niño [niña] que quiere conocer que darle un montón de datos que no está preparado para asimilar”. (Carson, 2012: s/p)

    ¿Qué educación queremos para las niñas y los niños mexicanos? Los libros de texto serán reflejo de ello, cuando lo hayamos discutido y decidido. Son un tesoro, lo fueron para mí cuando estudié la primaria. Desde el primer día de escuela primaria, allá en 1981, que abrí Mi libro de primero I, en la primera página pude leer la palabra “Yo” y observar la foto de un niño saltando feliz, fui feliz con él, de tener MIS libros. Hagamos que todas y todos quienes los tengan en sus manos sientan esa felicidad y los atesoren. Hagámoslos con calidad, entendida como un atributo que alude a la pertinencia y la relevancia de sus contenidos por la educación que queremos y definamos en un gran acuerdo, y por su coherencia con planes y programas de estudio hechos con esmero, con pluralidad y atendiendo al mundo que nos ha tocado y nos tocará vivir con un espíritu de justicia social y ambiental.

  • ¿Y si las niñas y los niños nos iluminan contándonos las historias poderosas e inspiradoras para la acción?

    ¿Y si las niñas y los niños nos iluminan contándonos las historias poderosas e inspiradoras para la acción?

    Rosa Guadalupe Mendoza Zuany

    Las historias son poderosas e inspiradoras para la acción. Partamos de la idea de que todas y todos podemos contar historias que expresen nuestras preocupaciones sobre nuestra comunidad – entendida en un sentido amplio – y sobre nuestro entorno, que también expresen nuestros conocimientos y prácticas para resistir, sobrevivir y transformar ese entorno hacia una vida sana y un mejor vivir.

    En el actual contexto de pandemia, más que nunca, es claro que la noción de educación no debe reducirse a lo escolar. La educación ocurre en la escuela y fuera de ella. Hoy en día ocurre en los hogares y los lugares donde los niños y las niñas están viviendo este confinamiento. En esos espacios, aprenden y despliegan conocimientos y prácticas que son valiosas y que les he llamado aprendizajes inesperados, que no están definidos en los planes y programas, y que ocurren porque la coyuntura está colocándonos en una situación incierta, novedosa, extrema y que requiere nuevas capacidades para afrontar un mundo post-Covid 19, como lo es el cuidado de nosotros mismos, de los demás y de nuestro entorno en crisis.

    La escritura sobre lo que vivimos, sobre lo que sabemos, sobre cómo nos cuidamos, cómo cuidamos a los demás y cómo cuidamos este entorno inmediato nos permite compartir nuestras visiones, propuestas y acciones con otras personas y así inspirar y contribuir a transformar. La escritura de historias y narrativas nos permite expresar nuestra incertidumbre, pero también nuestras certezas, nuestras formas de cuidar, nuestra ruta para el cambio. Por esa razón, en el marco del proyecto “Hacia una nueva pertinencia y relevancia de la educación rural e indígena: aprendizaje situado para la sustentabilidad a partir de narrativas locales sobre preocupaciones, conocimientos y prácticas socio-ecológicas y su articulación al currículum nacional” que se desarrolla en la Universidad Veracruzana, pensamos en incentivar la escritura de historias y narrativas entre los niños y niñas de 6 a 12 años sobre cómo cuidan su entorno, a las personas a su alrededor y a sí mismos a través de un concurso.

    Niños y niñas de todo el país enviaron historias de ficción, escritas como diarios personales, repletas de consejos y propuestas concretas para la acción, llenas de sabiduría de sus abuelos y abuelas, expresando preocupaciones y daños en el entorno que han podido identificar a su corta edad, compartiendo conocimiento sobre plantas del cual se han apropiado a través de las enseñanzas de personas que se han preocupado por trasmitirlo.

    Los niños y las niñas que escribieron viven en contextos muy diversos, y muestran la diversidad que hay en nuestro país. Niños y niñas que viven en zonas urbanas, zonas rurales y que se autoadscriben como indígenas y afromexicanos participaron en el concurso. Sus experiencias, sus acciones y sus propuestas para cuidar su entorno y sus comunidades son muy diversas y por lo tanto muy ricas y llenas de potencialidades. Sus propuestas son situadas y derivan del conocimiento y de la comprensión de las problemáticas que aquejan a sus comunidades, ciudades, barrios, ríos, ecosistemas. Los niños y niñas escritores habitan la selva, el bosque, el desierto, la llanura, etc.; han aprendido sobre su entorno en contextos muy diversos y a través de experiencias cotidianas, pero también excepcionales en procesos organizativos y de lucha.  Un aspecto sobresaliente de sus historias es la confirmación de todos podemos contar historias, que todos somos sabedores y aprendemos sin importar nuestra edad.

    En sus historias:

    1) Realzan la importancia de la organización comunitaria y la perseverancia para construir, cuidar y defender el entorno, y concretamente hablan de que las alianzas y los diálogos son esenciales para la reflexión y la organización para el cuidado;

    2) visualizan las consecuencias de no propiciar cambios para cuidar;

    3) dan cuenta de su conocimiento de la ley y de lo que no está permitido para ayudar a resolver los problemas medioambientales;

     4) muestran, que a su corta edad, han podido observar los cambios que se han suscitado en el entorno donde viven, y eso les ha permitido tener una clara conciencia de su responsabilidad; 

    5) realzan a la educación escolarizada pero también los procesos de aprendizaje y descubrimiento fuera de la escuela;

    6) dan cuenta de prácticas culturales de sus contextos que fomentan la solidaridad y la importancia de estar bien físicamente, como por ejemplo, los juegos que unen a la comunidad porque no enfatizan la competencia sino la convivencia y la resistencia física;

    7) muestran sus conocimientos sobre cómo curarse con los elementos naturales en contextos sin acceso a servicios de salud;

    8) hablan de la importancia de comer sanamente y de consumir los alimentos que se producen para el autoconsumo de sus familias;

    9) reconocen la importancia de las semillas como origen de la vida;

    10) presentan al planeta, a los animales y a las plantas como seres que sienten y que tienen derecho a ser cuidados y protegidos dándoles voz en las narraciones;

    11) nos comparten los consejos de los abuelos y su sabiduría; 

    12) enfatizan la importancia de la gratitud y la conexión espiritual con el entorno y quienes lo protegen;

    13) dan cuenta de la creación de espacios de aprendizaje de cuidado del entorno en sus propias casas para compartirlos con otros niños y niñas;

    14) muestran sensibilidad para apreciar que en la diversidad y la biodiversidad podemos y debemos respetar y valorar nuestras diferencias y convivir y cuidarnos unos a otros;

    15) enfatizan los lazos de afecto y amistad que nos unen y que hacen posible un mundo mejor a pesar de ser tan diferentes podemos convivir en armonía como familia;

    16) apelan a la valentía, a la esperanza, a la reflexión, al aprendizaje, a nuevos retos que emergen de lo anterior durante el confinamiento.

    Algunos participantes escribieron sobre esta situación de pandemia en sus historias. Es muy esperanzador apreciar en sus historias su apropiación de las indicaciones y recomendaciones para cuidarnos, mantenernos sanos y cuidar a todas las personas que nos rodean. Es también importante identificar una visión clara de la superación de la pandemia a través del cuidado y de la necesidad de reflexionar y actuar para transformar este mundo en crisis. Esta es una gran lección para reemplazar el pesimismo y el fatalismo por la esperanza y la acción para instrumentar cambios relevantes en nuestra forma de relacionarnos con el planeta. Ellos tienen claro que la pandemia no es un fenómeno aislado de una crisis global.

     Identificamos varios aprendizajes valiosos en esta experiencia de escritura. El primer aprendizaje valioso es que los niños y las niñas tienen ideas claras y contundentes de cómo debemos cuidarnos y actúan en consecuencia, son coherentes entre lo que piensan y lo que hacen. Saben que el cuidado es central para vivir, quizás porque están más cerca temporalmente de una etapa en la que fueron absolutamente dependientes de los adultos que los cuidamos. El cuidado está presente en ellos como un asunto experiencial cercano y es absolutamente real y central. A través de su escritura y sus textos lo manifiestan. ¿En qué momento de nuestra vida dejamos de concebir al cuidado como algo vital? 

    El segundo aprendizaje valioso es que las historias muestran que estamos equivocados al concebir a los adultos como los únicos que pueden aportar ideas y propuestas concretas y fundamentadas para el cambio y la transformación de nuestra forma de habitar el planeta. Sin duda, tenemos que escuchar a los niños y las niñas. 

    El tercer aprendizaje valioso es la importancia de incentivar la escritura como vía de expresión, de acción y de emoción en un momento tan crucial de nuestra existencia y que sin duda marcará nuestras vidas y las de futuras generaciones. La decisión y la acción de escribir y compartir sus historias colocó en el escenario de estos niños y niñas un proyecto que los emocionó y que los embarcó en el planteamiento de ideas y sueños en un formato libre de escritura que nos mostró las múltiples rutas que encuentran para comunicar lo que piensan, lo que han vivido y lo que sienten.

  • El problema educativo en la pandemia: una propuesta para construirlo desde otro punto de partida

    El problema educativo en la pandemia: una propuesta para construirlo desde otro punto de partida

    Rosa Guadalupe Mendoza Zuany

    El problema educativo asociado a la pandemia está en proceso de construcción, y en este proceso, participan múltiples actores. La enunciación del problema educativo no es objetiva, ni neutral. Hoy por hoy es posible identificar relatos oficiales sobre dicho problema – tanto a nivel federal como emitidos por autoridades educativas locales -, así como diversos relatos alternativos por parte de docentes, sindicatos, investigadores educativos, partidos políticos, etc.

    Estos relatos nos ofrecen caracterizaciones sobre el problema, sus causas e incipientes formas de contribuir a su solución. Al revisar cada relato sobre el problema social es posible identificar una selección de hechos que se plantea como objetiva e indiscutible, así como prioridades de intervención en el sector educativo. Así, diversos actores estamos construyendo el problema educativo desde posiciones específicas y, a la vez, validando o cuestionando los relatos oficiales.

    Los relatos oficiales sobre el problema educativo a raíz de la pandemia por el Covid19, de forma resumida, se han centrado en la imposibilidad de las escuelas de ofrecer el próximo ciclo escolar una educación presencial. Así proponen la modalidad a distancia, fundamentalmente a través de la televisión y la radio, así como la entrega de materiales impresos que coadyuven al logro de aprendizajes esperados en “incuestionables” planes de estudio, a los que se opta simplemente por añadir una asignatura que enfatiza temas asociados a la vida saludable. Cabe señalar además, que en el planteamiento de un programa sectorial de educación este relato del problema educativo ni siquiera está presente, ya que parece concebirse como pasajero y sin efectos de largo plazo que atender.

    Existen otros relatos muy influyentes en la opinión pública y la especializada en el ámbito educativo que hacen énfasis en la prioridad del logro de aprendizajes esperados en los planes de estudio, ante el riesgo y la alerta del desaprendizaje y del rezago. Se habla de catástrofe educativa. El abandono escolar es un elemento importante en los relatos alternativos que apuntan a un problema que se agudiza con la pandemia. Además, en estos relatos, la escuela es central, insustituible y el espacio de socialización indiscutible para NNA. Y si bien, reconocen la imposibilidad de una atención educativa presencial, conciben a la presencialidad como requisito indispensable para una educación de calidad. 

    Este preámbulo en el que recapitulo aquello que llama mi atención de la construcción del problema educativo, me lleva a presentar algunas consideraciones para el planteamiento del problema educativo desde una doble posición: 1) como investigadora educativa que ha centrado su indagación en la educación indígena e intercultural, en su articulación con preocupaciones socio-ecológicas presentes en las comunidades donde dicha educación se ofrece, y ante la crisis, en la investigación sobre la atención educativa brindada por los y las docentes a los NNA indígenas, su visibilización y sus retos; y 2) como madre cuyos hijos se encuentran en edad de asistir a la escuela.

    Desde ese doble lugar, y partir de una investigación en proceso, observo que:

    1. En la construcción del problema educativo poco se ha considerado y ahondado en la atención educativa que han ofrecido las y los docentes, muchos de ellos, con adversas condiciones de trabajo. Poco se ha indagado sobre lo que sí han hecho, sobre su creatividad y sensibilidad para la atención educativa, de su acción más allá y a pesar de las instrucciones emitidas desde del gobierno federal y los gobiernos estatales. Y mucho se ha hablado de lo que no se ha logrado en términos de aprendizajes por la no presencialidad y por las deficientes estrategias educativas gubernamentales.
    2. El problema se presenta asociado a la escuela y no a la educación. La escuela se erige como el centro del problema y en donde se debe intervenir para solucionarlo. Así, los padres, las madres y la familia permanecemos en los márgenes en los que hemos sido colocados a través del tiempo; además nos ubicamos en estos márgenes como incapaces de enseñar lo que sabemos, de detonar aprendizajes relevantes y pertinentes en nuestros hijos e hijas, de generar y fortalecer en nuestros hogares espacios seguros y sensibles para afrontar la crisis que supone el confinamiento y la incertidumbre. 
    3. En la construcción del problema educativo sólo tienen cabida los aprendizajes esperados, y concretamente aquellos aprendizajes “básicos” asociados a la lecto-escritura y las matemáticas – en un currículum que no fue pensado para este mundo en crisis, ni para el mundo post-Covid19, y que además, no está siendo cuestionado. Están ausentes preguntas como: ¿qué es relevante aprender en la escuela en medio de esta crisis? ¿Qué debemos enseñar a partir de esta crisis global y para qué? ¿Cómo podemos contribuir desde el ámbito educativo para transformar este mundo en crisis e incertidumbre? ¿Qué aprendizajes debemos priorizar?

    Por lo anterior, me planteo el problema educativo considerando otros puntos de partida:

    1) Repensando el rol de los padres, las madres y la familia en la educación de nuestros hijos e hijas, y también en la escuela. Si los padres y las madres fuimos colocados en los márgenes de la escuela para participar plenamente en el proceso de aprendizaje de nuestros hijos e hijas, ¿cómo hacer para que volvernos a ubicar al centro del proceso y que se valoren nuestros saberes y prácticas? 

    2) Valorando los “aprendizajes inesperados” (Mendoza Zuany, 2020) y visualizando un plazo más largo al logro de los esperados por el currículum (que debe ser repensado). Me pregunto por qué no replantear el relato de la catástrofe educativa, del rezago y del desaprendizaje, para construir el problema educativo en otros términos. 

    ¿Qué pasaría en el mundo si dedicáramos un ciclo escolar a priorizar aprendizajes cotidianos sobre el cuidado de nuestro entorno natural y social, el cuidado de nuestra familia y nuestra comunidad, cómo alimentarnos sanamente y cuidar nuestro ser físico y espiritual, cómo convivir en la diversidad con respeto y aprendiendo de lo diverso, cómo ser empáticos con los demás, cómo no imponer ni lastimar a los demás cuando no nos ponemos de acuerdo, cómo ser mejores madres, padres, hijos, compañeros de trabajo…, cómo ser mejores personas? Valorar y propiciar la conexión de conocimientos, prácticas y capacidades locales-familiares-contextuales y escolares es crucial para afrontar la crisis socio-ecológica y sanitaria que supone el mundo post-Covid19 (Mendoza Zuany, 2019).

    Al apropiarse del relato del rezago y del desaprendizaje, para muchos sería catastrófico que se dejara de aprender a leer, a escribir y matemáticas en la escuela – los “aprendizajes que importan” –sin reconocer que esto y muchas cosas más también se pueden aprender en la cotidianidad, en el contexto y el entorno de cada estudiante. Para mí, no sería catastrófico. Me parece que un ciclo escolar como que el que describo, sería lo mejor que le podría pasar a la humanidad en medio de esta pandemia.

    Bibliografía

    Mendoza Zuany, Rosa Guadalupe (2020) Los aprendizajes in-esperados en casa para el mundo post Covid19. Educación Futura, 29 de mayo

    (http://www.educacionfutura.org/los-aprendizajes-in-esperados-en-casa-para-el-mundo-post-covid19/)

    Mendoza Zuany, Rosa Guadalupe (2019) Conectar conocimientos locales-indígenas y escolares para afrontar la crisis socio-ecológica. Hacia una educación pertinente y relevante. Educación Futura, 17 de diciembre. (http://www.educacionfutura.org/conectar-conocimientos-locales-indigenas-y-escolares-para-afrontar-la-crisis-socio-ecologica/)

  • Los aprendizajes in-esperados en casa para el mundo post Covid19

    Los aprendizajes in-esperados en casa para el mundo post Covid19

    Rosa Guadalupe Mendoza Zuany*

    Resumen: Como madre e investigadora educativa, he descubierto que mi hijo y mis hijas han logrado múltiples aprendizajes “in-esperados” y esperanzadores durante el confinamiento en casa: creación artística que alimenta el espíritu, acciones para la sobrevivencia ante la crisis socio-ecológica, empatía y cuidado, generación de preguntas y alternativas para el mundo que estamos viviendo. Valoramos y extrañamos la escuela, pero para el mundo post-Covid19 creemos –como familia– que esta tendrá que replantearse, y los fines de la educación también deben repensarse.

    #AprendizajesIn-esperados #CrisisSocio-Ecologica #RepensarLaEscuela #Creación-Accion-Cuidado #FinesDeLaeducación

    En nuestra casa amamos y valoramos la escuela como institución, pese a las múltiples críticas que se han hecho sobre su rol como reproductora de un sistema socioeconómico y político que está en franco cuestionamiento, el cual se ha agudizado ante la pandemia. Creemos en la importancia de la escuela para la transformación del mundo en el que vivimos y como elemento clave para alcanzar la justicia social.

    “Me siento muy escolar”, me dijo hace días mi hija mayor cuando recordaba sus actividades en la escuela. Lo dijo en tono de añoranza y de orgullo. Sin embargo, este amor de mis tres hijos por la escuela ha generado efectos ambivalentes y sorprendentes. Por un lado, extrañan a sus maestras y maestros, a sus amigos y amigas, a las personas especiales que admiran y quieren y forman parte de su mundo. Por otro lado, han construido una dinámica que nos ha embarcado todos en casa en un proceso de aprendizaje.

    No nos preocupa el logro de aprendizajes esperados[1], porque tanto mi esposo como yo pensamos que deben estar sujetos a revisión y ser replanteados ante el advenimiento del mundo post-Covid. Muchas veces, durante el confinamiento, hemos platicado sobre cómo posicionar, en el ámbito educativo, la preocupación por propiciar una discusión sobre la educación que requerimos para repensar nuestra posición en el planeta, si es que queremos sobrevivir. Hemos pensado en la necesidad de ir más allá de preguntarnos cómo resolver la “presencialidad” o la virtualidad, para preguntarnos qué es lo que debemos aprender para habitar este nuevo mundo y para que este sea justo.

    Con estas ideas en mente, hemos decidido atender –sin estrés, ni exigencias– lo que las escuelas de nuestros hijos han planteado como alternativas para la conclusión del ciclo escolar: actividades en cantidad suficiente, bastante razonables y que no abusan del uso de pantallas, lo cual nos agrada. Nuestros hijos disfrutan y se auto administran sus tareas. El resto del día crean, juegan, ayudan en casa y con ello logran aprendizajes in-esperados.

    La creación se ha desatado. Han escrito e ilustrado sus propias historias, han escrito poesía, han leído novelas que los han inspirado en su proceso creativo. La acción orientada por la conciencia de una crisis socio-ecológica se ha intensificado. Han puesto más atención al cultivo de sus hortalizas y al cuidado de nuestras gallinas que diariamente nos regalan huevos deliciosos. Han decidido no imprimir una sola hoja para sus actividades escolares. Han escrito planes concretos para cambiar el mundo. La empatía y el cuidado han imperado. Han mantenido un clima, la mayoría de las veces, amable entre hermanos y han cuidado el espacio en el que vivimos intensificando su involucramiento en la limpieza. También han establecido comunicación con amigos que no están compartiendo este confinamiento. Han estado pendientes de otros niños y niñas, preguntándoles sobre sus familias y amigos. Las preguntas sobre el futuro emergen regularmente. Se cuestionan sobre lo que nos deparará la realidad cuando salgamos del encierro. También han intentado responderlas de un modo esperanzador y propositivo.

    Todos estos son para mí, como madre y como investigadora educativa preocupada por articular el enfoque intercultural y las preocupaciones socio-ecológicas que debemos afrontar también desde el ámbito educativo, aprendizajes in-esperados, pero absolutamente imprescindibles en el mundo que vivimos y viviremos. Estoy llena de esperanza y de ideas para emprender acciones hacia una educación y una escuela que contribuya al replanteamiento del mundo en el que vivimos. Por ello, considero que cada escuela y cada comunidad educativa tiene el reto de “ir más allá”, que simplemente redefinir la modalidad educativa a la que tendremos que recurrir si nuestro mundo sigue enfrentando pandemias, como resultado de la crisis ambiental de la que, como humanidad, somos responsables. Por “ir más allá” me refiero a que necesitamos replantearnos los fines de la educación, el currículum, el lugar que le damos en el ámbito educativo al cuidado de nuestro entorno, de nuestras comunidades y de nosotros mismos, en el plano familiar e individual.

    Tengo esperanzas. Estoy segura de que esta experiencia propiciará muchos aprendizajes in-esperados.

    RRSS:

    lupitamendoza.zuany@gmail.com

    Facebook: http://facebook.com/lupitamendoza.zuany

    Instagram: lupitazuany

    Twitter: @ZuanyLupita

    [1] Término que usa la SEP para referirse a los objetivos curriculares.

    Investigadora de tiempo completo del Instituto de Investigaciones en Educación de la Universidad Veracruzana y miembro del Sistema Nacional de Investigadores desde 2007. Es como Doctora en Política por la Universidad de York, Reino Unido y sus áreas de interés son: políticas educativas para la interculturalización de la educación superior, educación indígena, evaluación de políticas educativas, interculturalidad e inclusión educativa.

    *Texto publicado originalmente en el Blog de MUxED y con su permiso se reproduce en este medio
  • Prácticas machistas en las aulas. ¿Qué pasará después del 9M?

    Prácticas machistas en las aulas. ¿Qué pasará después del 9M?

    Rosa Guadalupe Mendoza Zuany

    Muchas aulas albergan machismo. Como docente mujer, he callado, lo he permitido, le he sacado la vuelta. Docentes mujeres y estudiantes mujeres hemos tolerado prácticas académicas machistas en espacios que idealmente han sido pensados como lugares de reflexión y aprendizaje entre iguales. Hemos normalizado intercambios desiguales que muchas ya han definido y difundido para alertarnos e invitarnos a ponerles un alto. Una de estas prácticas es el mansplaining, que ocurre cuando de forma condescendiente un hombre nos da una explicación sobre algún tema, demeritando nuestra capacidad para entenderlo sin su explicación, o haciéndolo sin que se lo hayamos pedido.

     

    En las aulas no sólo nos encontramos con hombres, docentes y estudiantes, que intentan continuamente explicarnos lo que piensan que no somos capaces de entender y que además nos interrumpen mientras hablamos. También nos encontramos con hombres que acaparan el uso del tiempo cuando participan, extendiéndose sin consideración para evitar que otras personas puedan hacer uso de la palabra (no es monólogo), o bien, pidiendo la palabra continuamente para continuar el debate únicamente con aquellos puntos que otros hombres del grupo han puesto sobre la mesa (usualmente no retoman comentarios hechos por nosotras las mujeres), e incluso poniéndose de acuerdo para tal propósito.

     

    En este artículo me quiero referir a dos prácticas asociadas a las anteriores que he observado en las aulas universitarias y espacios académicos y que he nombrado usando el modelo de palabras en inglés como mansplaning y manspreading (cuando los hombres abren, desparraman, sus piernas ocupando en los asientos más espacio del necesario e invadiendo el espacio de quienes están junto a ellos). Las palabras que he acuñado son dos: 1) manscorning (de la palabra man que significa hombre y scorning que significa despreciando) y 2) manspawning (de la palabra man y spawning que significa generando/produciendo).

     

    ¿Qué es el manscorning? Cuando un hombre muestra una actitud de condescendencia hacia nosotras las mujeres por considerarnos intelectualmente inferiores y “nos hace un favor considerando nuestra condición”. Esto sucede en las aulas cuando los hombres creen que se adaptan a nosotras, “al nivel” de nuestras discusiones, para no herirnos, para no exponer nuestra ignorancia o la poca complejidad de nuestras reflexiones. Lo pueden hacer docentes que piensan que “le bajan” al nivel de complejidad de sus clases, o lo pueden hacer estudiantes cuando creen que sus docentes mujeres y las estudiantes mujeres compañeras de clase no estamos a su altura. En conclusión, ocurre cuando el hombre trata con desdén, menosprecio y condescendencia a una mujer en el ámbito académico. Esto se liga directamente con el manspawning.

     

    ¿Qué es el manspawning? Cuando un hombre nos ilustra con su supuesta generación/producción de conocimiento a través de conceptos y teorías (que en muchos casos es simple repetición de citas y nombres que memorizan con la intención de iluminarnos) bajo el supuesto de que los hombres teorizan y nosotras las mujeres nos limitamos a retomar lo empírico y aspectos subjetivos que no tienen cabida en “su ciencia”. Así, el manspawning reproduce la siguiente ecuación que los hombres repiten sin reflexionar en las estructuras de poder que han marcado la producción de conocimiento históricamente: teoría y conceptos-masculinos, lo empírico y subjetivo-femeninos. Las ciencias se enseñan como cadenas de hombres (usualmente blancos) “descubriendo” ideas.

     

    Interrumpir dichas prácticas ha implicado asumir que somos y seremos consideradas agresivas, pero no justas, ni firmes, ni seguras de nosotras mismas para defender nuestro derecho a ser respetadas en los espacios áulicos y académicos. Son prácticas machistas que no están bien, y que frenan el desarrollo intelectual tanto de las mujeres como de los hombres. Son inaceptables aquí y en cualquier espacio que compartamos. ¿Qué pasará después del 9M en las aulas? Yo haré visibles esas prácticas machistas y sus efectos de forma muy intencional en el espacio áulico y académico; propondré ideas para nuevas reglas que nos permitan reconfigurar esos espacios y así desmantelar la naturalización de la superioridad intelectual masculina. ¡Qué se caiga el teatro!