La palabra vacación proviene del vocablo latín vacatio, que implica el receso en una actividad o en alguna encomienda. Por ejemplo, la vacatio legis es el periodo que transcurre entre la aprobación de una norma y su aplicación, aquí cabría también hablar de vacante (que no vacío) legal.
Sin embargo, el uso común de la palabra vacación se asocia al descanso, ocio, paseo, turismo, suspensión de faena. Las vacaciones son necesarias para la reposición de la fuerza de trabajo, diría un marxista ortodoxo. El equivalente a cargar pilas en el lenguaje popular mexicano. El asunto es que las pausas en las tareas habituales, trabajo o estudio, son necesarias –hasta vitales– para continuar con los asuntos cotidianos. Me referiré a las vacaciones en el sistema escolar de México.
Por razones de la huelga de 93 días que afectó a mi Casa abierta al tiempo, en la Universidad Autónoma Metropolitana apenas estamos cerrando el trimestre de invierno, en pleno verano (un defecto del tiempo mexicano dice mi amigo El Maestro). Nos faltan las dos semanas más duras. Los estudiantes, profesores y trabajadores sueñan y ambicionan con el asueto de agosto. Lo sienten como necesidad ontológica y periódica, además. Habrá descanso y vagancia, el lapso se empata con las vacaciones de los hijos o los nietos.
Para otros, las vacaciones son la temporada alta de la chamba; en la industria turística, verbigracia. En tanto que para otros nada más representa la oportunidad de hacer alguna cosa diferente, resolver algún rezago, leer las novelas pendientes o nada más descansar de la rutina, tal vez sin dinero para hacer turismo.
Hay segmentos sociales en que las vacaciones no lo son en sentido estricto. Hablo de los que viven de y para la política, que les interesa el poder y trajinan para mantener sus porciones o debilitar a los adversarios. Para estos grupos los reposos son ficticios, su adicción a la política es ardorosa, violenta en casos.
Por ejemplo, en la Secretaría de Educación Pública laboran horas extras para que los libros de texto gratuito lleguen a las escuelas antes del inicio del calendario escolar. Una decisión “enternecedora” del presidente López Obrador puso al funcionariado en un callejón estrecho. AMLO decidió suspender una licitación de papel para la impresión de los libros porque la empresa ganadora es de su compadre. Bien, el Presidente no quiere compadrazgos. Pero agrandó el costo de los libros, retrasó los procesos y la burocracia sufre.
Quienes no descansan o lo hacen grillando, son los líderes de las facciones del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación. Para ellos, las vacaciones son tiempos de preparación para lo que viene: más refriegas por las leyes secundarias y conquistar más espacios en la Cuarta Transformación. Su asueto es ficticio.
Por supuesto que también tomaré el receso de agosto, pero no dejaré de publicar mis artículos de miércoles y domingos. Aquí nos veremos.
¡Felices vacaciones!