#VozDelProfe – De desertor a profesionista

Dra. Gloria Esther Trigos Reynoso*

En un artículo anterior hablamos de la importancia del título y de la cédula profesional en el ámbito laboral. En esta ocasión, con el ánimo de obtener más elementos de análisis en esta línea, enfocamos nuestra mirada en 138 alumnos  que tienen en común, haber sido beneficiarios del programa PRONABES.

A primera vista, puede parecer un grupo pequeño para lograr conclusiones de alcance general; sin embargo, al señalar que este número corresponde a una generación completa, estamos hablando de que es un universo muy definido, no una muestra. Y, al tener esta característica, considero que los resultados obtenidos son válidos para, al menos, dejar planteadas algunas reflexiones y datos de interés acerca de comportamientos estudiantiles que generalmente desconocemos, pero que dibujan un escenario que nos invita a realizar análisis, desde otras ópticas.

Se trata de la generación 2001-02, (G01-02) de becarios PRONABES (hoy Beca de Manutención), de la Universidad Autónoma de Tamaulipas (UAT), cuyo perfil quizá pueda ser similar al de otras generaciones. Sin embargo, hay un dato que requiere realizar una comparación de este grupo en los años 2013 y 2016: el número de desertores. Mientras en el primer año había 27 desertores, en el segundo se redujo a 23, debido a que se identifica la existencia de dos activos regulares y dos desertores, que realmente no lo son ya que cuentan con cédula profesional, pero…de una institución educativa diferente.

En detalle de lo anterior, podemos mencionar que:

Con activos regulares se hace alusión a becarios que después de un buen número de años que interrumpieron sus estudios), decidieron reiniciarlos, por lo que en la actualidad se encuentran cursando nuevamente los primeros semestres de alguna carrera.

En cuanto a las cédulas profesionales, recordemos que estamos hablando de becarios PRONABES que pueden ser de los niveles educativos de técnico superior o profesional asociado y, licenciatura. Ambos niveles requieren que los aspirantes hayan concluido su formación media superior.

En este sentido, sabemos que mientras los tipos de bachillerato bivalente y terminal, brindan la oportunidad de obtener un título y su respectiva cédula profesional, los bachilleratos generales, no lo permiten. De manera que, quienes cursaron alguna de las primeras opciones, al ingresar a la universidad ya cuentan o deben contar, con un documento que los avala como técnicos.

En la G01-02 ingresaron a alguna licenciatura de la UAT, 35 estudiantes con esta característica. Los 103 restantes o cursaron bachilleratos de tipo general o bien, habiendo cursado alguno bivalente o de capacitación para el trabajo, no se titularon.

Siguiendo a los 35 becarios con cédula de técnico, encontramos que:

  • dos abandonaron sus estudios de licenciatura,
  • seis egresaron pero no tramitaron su título y cédula profesional por lo que sólo conservan, para efectos de ejercicio profesional, su cédula a nivel técnico y su carta de pasante como profesionista,
  • 27 obtuvieron su título y cédula de licenciatura.
  • De estos últimos, dos obtuvieron también, cédula de maestría; es decir, cuentan con hasta tres cédulas profesionales. Logros que son dignos de destacarse.

Por otra parte, de acuerdo a la consulta realizada al Registro Nacional de Profesionistas, se aprecia que mientras la UAT registra 145 cédulas profesionales en diferentes niveles educativos, el Sistema Educativo Nacional (SEM), a través de la página mencionada, reconoce 148 cédulas obtenidas hasta el momento, por los 138 integrantes de la citada generación. (Figura N°1)

Ahora, al fijar nuestra atención en los que abandonaron sus estudios, que como se señaló líneas arriba, eran 27 en el año 2013 en que se daba por cerrada esa generación, observamos que para agosto 2016, disminuyó a 25 en virtud de que dos de esos desertores, decidieron volver a estudiar, probablemente porque valoraron la importancia de contar con estudios profesionales o tal vez, porque ya contaron con las condiciones idóneas para hacerlo. Cualquiera que sea la razón, es bueno que hayan resuelto concluir el ciclo que habían iniciado.

Al dar seguimiento a los 25 desertores restantes, nos preguntamos si contarían con cédula profesional avalada por otra institución educativa, por lo que realizamos la consulta correspondiente, nuevamente en la página de Registro Nacional de Profesionistas de la Secretaría de Educación Pública, sorprendiéndonos gratamente encontrar que dos de ellos habían egresado de otra institución educativa pública, también del Estado de Tamaulipas, lo que hace suponer que muy probablemente, hayan recuperado su beca PRONABES y la hayan conservado hasta su egreso. De esta manera, la deserción real disminuye a sólo 23 casos (16.66%).

Desde el punto de vista humano, no queda más que alegrarnos por el éxito de esos dos jóvenes; no obstante, por el lado profesional, nos lleva a cuestionarnos en torno a cómo deben ser considerados estos casos ya que son desertores de una institución determinada, pero no son desertores del Sistema Educativo Nacional. Es decir, de desertores pasaron a ser considerados profesionistas, con un título y su respectiva cédula profesional.

De tal forma, los datos de la G01-02 registran una modificación, quedando como se aprecia en la Figura N°2:

Este cambio por ser mínimo, pudiera pensarse que no es significativo, sin embargo, nos indica claramente que existen importantes vacíos de información en las IES en general, dando lugar a preguntas como las siguientes: ¿las instituciones educativas tienen registrada esta situación de los que alguna vez fueron sus alumnos?, ¿por qué los alumnos deciden cambiar de institución?, ¿es cuestión de orientación vocacional?, ¿de cambio de residencia de la familia?, ¿cómo deben tipificarse estos casos?, ¿la Secretaría de Educación Pública, los tiene identificados?, ¿cómo se registran en los formatos de estadísticas de la SEP?, ¿se repiten los nombres?, ¿un mismo alumno puede tener doble estatus: como desertor y como egresado?.

Ante esta realidad, en la que para una institución un caso es calificado como deserción y para otra, como egreso ¿no sería más apropiado hablar de movilidad o migración, en lugar de deserción?

Reflexionar de esta manera, lo hace posible el hecho de interesarnos un poco más por nuestros alumnos y abordar, de manera retrospectiva, el acercamiento con ellos. Sería plausible que a través de estas miradas pudieran implementarse acciones que permitan detectar con toda claridad casos como éstos, para darle sustento y coherencia a nuestras estadísticas y, por ende, a decisiones institucionales que favorezcan de manera fehaciente el ingreso, la permanencia y el egreso.

*Dirección de Sistemas Administrativos. Universidad Autónoma de Tamaulipas. gtrigos@uat.edu.mx

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