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  • Pide INEE mayor profundidad de debate educativo en propuestas electorales

    Pide INEE mayor profundidad de debate educativo en propuestas electorales

    La discusión del tema educativo debe ser informada, analítica y propositiva, y debe reconocer la importancia de la educación para el desarrollo de nuestro país, afirmó la consejera presidenta de la Junta de Gobierno del Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación (INEE), Teresa Bracho González, durante su participación en el foro La investigación educativa ante el proceso electoral 2018, organizado por El Consejo Mexicano de Investigación Educativa A.C. (COMIE)

    Al opinar sobre las propuestas de los candidatos presidenciales para atender la desigualdad y elevar la calidad de la enseñanza, dijo que el debate se ha centrado en el concepto de la reforma educativa, en abstracto, y destacó que, aunque el tema de la educación no es el central de las campañas, está presente.

    En el evento , señaló que todo gobierno debe revisar lo que se ha hecho, cambiar lo que está mal, pero continuar con lo que ha funcionado para impulsar la mejora en educación.

    Recordó que la Junta de Gobierno del INEE presentó el documento Educación para la Democracia y el desarrollo de México, a través del cual se dan propuestas para elevar la calidad de la educación obligatoria que se imparte en el país, evitar la inequidad y situaciones de injusticia y exclusión social. En él se considera a la evaluación como un proceso ineludible para alcanzar la calidad educativa, subrayó.

    Comentó que a pesar de los notables avances que ha tenido el Sistema Educativo de México, todavía hay grandes tareas que realizar, sobre todo en la mejora de la calidad de la educación que ofrece.

    Dijo que el sistema educativo sigue avanzado en garantizar la asistencia de todos los niños y jóvenes a los centros escolares de educación básica y media superior, pero no se tiene aún la cobertura completa y tiene asuntos pendientes como mejorar la permanencia en los centros escolares, la conclusión de los niveles educativos y la mejora del aprendizaje de los estudiantes.

    Dio a conocer que si bien México ocupa los últimos lugares de desempeño en PISA en los países miembros de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), se han registrado avances en el aprendizaje de quienes tienen un desempeño insuficiente, lo que representa un dato alentador.

    Ante docentes e investigadores, comentó que los resultados de las evaluaciones reflejan otros problemas del sistema educativo: la desigualdad de recursos en las escuelas, el débil liderazgo de sus directivos, la existencia de contextos poco propicios para el aprendizaje, una supervisión escolar centrada en la tarea administrativa y alejada de los asuntos pedagógicos, la falta de actualización de los métodos educativos no actualizados, y deficiente formación inicial y continua de los maestros, entre otros.

    Como respuesta a la pregunta ¿qué nexos existen entre la desigualdad educativa y la calidad de la educación? Afirmó que si la educación no es de calidad para todos no se está actuando con justicia y se limitan las oportunidades de las personas de elegir y alcanzar las metas que se establezcan.

    Bajo el precepto de que el Estado mexicano debe garantizar una educación de calidad, tanto en sus componentes como en los resultados, subrayó que las desigualdades educativas implican la violación del derecho a la educación, con serias consecuencias por el carácter habilitante para el ejercicio de otros derechos. “No podremos hablar de calidad en la educación hasta que ésta no se refleje plenamente en el nivel de aprendizaje”, puntualizó.

    Informó que el INEE realiza un análisis que permitirá conocer los efectos que sobre la desigualdad y la mejora educativa han tenido las políticas implementadas en este sexenio. Resultados iniciales muestran indicios de que se va en el camino correcto en cuanto a cobertura, asistencia escolar en localidades rurales y de alta marginación, pero indican también que el esfuerzo aún es insuficiente en materia de resultados de aprendizaje, finalizó.

  • ¿De gobernabilidad y buen gobierno?  El balance de cinco lustros de reforma educativa en el XIV CNIE

    ¿De gobernabilidad y buen gobierno? El balance de cinco lustros de reforma educativa en el XIV CNIE

    Proyecto La reforma educativa en el marco del derecho a la educación. Universidad Iberoamericana, Ciudad de México

    Bajo el lema de “aportes y desafíos de la investigación educativa para la transformación y la justicia social” concluyó el 24 de noviembre el XIV Congreso Nacional de Investigación Educativa en la ciudad de San Luis Potosí. El acto de clausura fue propicio para dar cuenta de un detallado balance de los cinco lustros de un periodo caracterizado por un intenso ciclo de reforma educativa de acuerdo a un enfoque de espectáculo, abordado así por el Dr. Adrián Acosta en su conferencia magistral.

    La noción de espectáculo resulta sugerente para observar en retrospectiva a este ciclo. Sin estar necesariamente ligada a alguna línea teórica en particular, esta idea ofrece cierta flexibilidad como concepto para pensar a este proceso de reformas como un escenario en donde tienen lugar las intervenciones de los diversos actores que toman parte en la escena.

    Sin embargo, a diferencia de la noción de espectáculo, las categorías de gobernabilidad y gobernanza, dos de las nociones centrales en la narrativa de Acosta, sí responden a una clara línea teórica para abordar los asuntos del Estado, en particular en relación a los procesos de ordenamiento y cambio que implican las reformas. Un aspecto que caracteriza a estas categorías es la búsqueda de un cierto balance entre ambas lógicas, el orden y el cambio.

    Recuperando la idea de espectáculo, cabe enfatizar la centralidad del Estado como el actor que protagoniza las acciones que tienen como prioridad ejercer la “gobernanza institucional”, es decir, “la capacidad de gestionar el conflicto y el cambio”. Sin embargo, los datos presentados en el acto de clausura señalan que, de 2013 a 2017 se han sucedido al menos 204 eventos de conflicto, de los cuales 154 corresponden a los actores del nivel básico y de éstos aproximadamente el 40% han tenido lugar principalmente en Oaxaca y la Ciudad de México.

    Lo anterior indica que “la gobernabilidad ha dominado a la agenda de la gobernanza sistémica”, es decir, la intensidad del conflicto ha demandado que se destinen energías y recursos a intentar mantener el orden y, por lo tanto, se ha obstaculizado la fluida gestión del cambio. La premura con la que se aprobó la reforma educativa es responsable en buena medida de este ambiente de conflicto, caracterizado por el brote de la “beligerancia neocorporativa de la CNTE”, señaló el académico de la Universidad de Guadalajara.

    Este malestar ha acarreado un descrédito y escepticismo generalizado tanto en los diseñadores como críticos de la misma. Como acertadamente apuntó el Dr. Acosta, el efecto más pernicioso de este escepticismo es la retirada de la ciudadanía de los asuntos públicos. De ahí la importancia de prestar atención “al panorama del bosque más que al detalle de los árboles”. En ese sentido resulta clave prestar atención a las categorías analíticas que se emplean para abordar este proceso.

    Como una referencia a la edificación del orden en la Roma imperial, se trajo a cuenta la epopeya de la Eneida del poeta Virgilio. Si bien esta obra resulta sugerente para pensar la construcción de una civilización, es un discurso que no deja de ser parte de la memoria del poder. Como relato mítico que legitima una cierta teleología de la civilización dominante del mediterráneo, se trata de un discurso que legitimó al mismo tiempo el orden de la Roma imperial sobre los pueblos sojuzgados por ella. En ese sentido, la noción de gobernabilidad no resulta ni ajena ni anacrónica al mantenimiento del orden en dicho Estado, experto en el manejo del conflicto.

    Considerar estas implicaciones en el uso del instrumental teórico para abordar las intervenciones de los actores en el espectáculo de la reforma en México, supone valorar el papel que se les asigna dentro de dicho escenario.

    En el caso de la CNTE si bien se la puede ubicar como un actor que opera bajo una lógica neocoporativa, al mismo tiempo se nutre de formas de organización alternativas, como el caso de la Sección 22 de Oaxaca que ha incorporado la lógica de la comunalidad a su organización sindical, permitiéndole mantener una interpelación directa de las bases con respecto a las dirigencias.

    De ahí que junto con el instrumental teórico para el análisis de las políticas públicas y el papel del Estado sea enriquecedor incorporar una mirada más flexible en función de los sujetos que participan en el espectáculo de las reformas. En el caso de la gobernabilidad y la gobernanza, las juntas de buen gobierno ensayadas por los caracoles autónomos zapatistas ofrecen una aportación clave para pensar los procesos de cambio y conflicto.

    A diferencia de la buena gobernanza (good governance) dicha experiencia resulta sugerente para pensar estos procesos en contextos marcados por la colonialidad y la discriminación de los pueblos originarios. Se trata de una categoría elaborada por pueblos que se posicionan desde un lugar de resistencia a los discursos de la memoria del poder y en particular como una alternativa a las lógicas paternalistas que el Estado ha puesto en práctica con las comunidades indígenas quienes, contrariamente reivindican su autonomía, pero para gobernarse a sí mismas.

    Cabe considerar que las categorías de buena y mala gobernanza, cuyo auge se sitúa a partir de 1992 con un prominente estudio del Banco Mundial para los procesos políticos de la África Subsahariana se enmarcan en una lógica de cooperación internacional para el desarrollo que, por lo tanto es heredera del colonialismo europeo sobre el continente africano, de ahí que tales categorías se encuentren íntimamente ligadas a la memoria del poder.

    En función de esta vigilancia epistemológica para abordar los procesos de cambio y conflicto surgen algunas interrogantes: ¿a quién se le da voz a partir de las categorías analíticas para abordar las reformas educativas?, ¿a qué intereses responden las preguntas de investigación formuladas? Estos interrogantes también forman parte del panorama complejo del bosque y señalan que no sólo es pertinente nutrir esa visión amplia sino también considerar desde qué punto se mira al bosque, en aras a plantear aportaciones concretas de la investigación para la transformación y la justicia social.

    Referencias

    1.- Tapia, L. (2016). “La sección 22 del SNTE. Una aproximación a su lógica y a su organización interna”. En Garza, Manuel y Eduardo Bautista (Coords.) Formas de participación política. IIS-UABJO (en prensa).

    2.-  Martínez, M. (2006). “Las juntas de buen gobierno y los caracoles del movimiento zapatista: fundamentos analíticos para entender el fenómeno” en Revista de Investigaciones Políticas y Sociológicas 5(1). Universidad de Santiago de Compostela.

     

     

  • El COMIE y el normalismo mexicano. Un acierto

    El COMIE y el normalismo mexicano. Un acierto

    Uno de los eventos más importantes en materia educativa en mi México querido es, sin duda, el Congreso Nacional de Investigación Educativa (CNIE) que promueve el Consejo Mexicano de Investigación Educativa (COMIE). Tan es así, que varios cientos de maestros y maestras asistimos a su XIV Congreso pero también, investigadores, académicos, estudiantes y reconocidos especialistas que hicieron y han hecho, importantes aportaciones al medio educativo a partir de sus indagaciones, mismas que en varios espacios fueron expuestas con el propósito de generar el análisis, reflexión y conocimiento sobre el tema que nos ocupa.

    Este es, repito, uno de los espacios más importantes que existen en el país, donde la pluralidad, la divergencia de opiniones, la convergencia de otras tantas más, se hicieron latentes y, espero, sigan con el mismo rumbo y dirección.

    El tema que en esta ocasión permeó las actividades de dicho congreso fueron los “Aportes y desafíos de la investigación educativa para la transformación y la justicia social”. Asunto harto relevante que, dadas las políticas sexenales que se han emprendido durante el gobierno peñista y que han influido en toma de decisiones al interior del ámbito educativo, específicamente, en los maestros; fue pertinente a más no poder. La discusión, los diálogos, las conversaciones, las conferencias, las ponencias, en fin, todas las exposiciones giraron en torno a las grandes problemáticas que nos preocupan y ocupan en el medio en el que nos encontramos insertos.

    En este sentido, llamó mi atención que en pleno evento inaugural, se haya presentado el Subsecretario de Educación Básica, Javier Treviño, en representación del Secretario de Educación, Aurelio Nuño; es más, a muchos nos causó extrañeza, la ligereza y simpleza con la que se dirigió a la todavía presidenta del COMIE, Rosa María Torres, asegurando que tal asociación, participó activamente en la formulación del “nuevo” modelo educativo. En fin, bien se dice que el fin justifica los medios y, para el caso, a tal Subsecretario se le olvidó que el escenario estaba lleno de investigadores y académicos, y mucho de ellos, tienen la enorme capacidad de diferenciar un discurso demagógico y populachero de uno eminentemente académico.

    Así las cosas, un tema que de manera personal fue de mi agrado y que se abordó en diferentes mesas de diálogo, se relacionó con el análisis sobre la formación inicial de docentes, de las escuelas normales y de los normalistas. Como usted sabe, en este y otros espacios, he fijado una postura sobre la educación normal que se ofrece en nuestro país, así como también, sobre el sentido abandono en el que la habían tenido las autoridades de la Secretaría de Educación Pública (SEP). Graciela Cordero, destacada investigadora mexicana, ofreció un panorama interesante que, en futuras entregas, les daré a conocer, dada la relevancia del tema. No obstante Bertha Fortul, Alberto Arnaut, Manuel Gil, Hugo Casanova, Roberto Rodríguez, Imanol Ordorika, Alma Maldonado, entre otros, hicieron lo propio y fijaron sus posturas al respecto. Situación que, repito, personalmente me llenó de satisfacción y orgullo, porque si algo le hace falta a este país, es precisamente eso, un debate profundo sobre el normalismo mexicano.

    ¿Por qué no considerar la realización de un foro nacional en el que se discutan los obstáculos, retos y compromisos que enfrenta el normalismo mexicano y sus actores? Ésta, ha sido una pregunta que en reiteradas ocasiones he formulado con la intención de que la SEP a través de la Dirección General de Educación Superior para Profesionales de la Educación (DGESPE), logré eliminar la serie de prejuicios, mitos, leyendas y demás cuestiones que permean al normalismo en México. Créame, las voces que escuché durante los cinco días que duró el congreso, fueron voces que cuentan con el respaldo académico que su misma trayectoria les ha otorgado, y no me refiero precisamente a los investigadores mencionados, sino a esos docentes normalistas que en las distintas mesas de trabajo expusieron los resultados de sus investigaciones. ¿Por qué no considerar los datos, evidencias, registros, hallazgos y demás elementos que han emanado de la indagación de los procesos de formación docente para la conformación del Plan de Estudios que se está preparando para la educación normal?, ¿por qué desdeñar el trabajo que algunos cuerpos académicos vienen realizando en esa materia y no se toman en cuenta para darle rumbo y sentido a los planes y programas de estudio de las licenciaturas en educación preescolar, primaria, secundaria, física, etc., que se están formulando?, ¿por qué no abrirse a la crítica fundamentada y a las necesidades que las escuelas normales enfrentan dado el abandono al que habían estado sometidas en todos estos años?

    Preguntas y respuestas que, con seguridad, hallarán sentido en la toma de decisiones políticas que desde el centro se desprenden; sin embargo, si de unos años para acá se viene hablando de poner la escuela al centro, ¿por qué no poner al centro a los normalistas con la intención de fortalecer sus aprendizajes y, por ende, el desarrollo de su práctica docente?

    En todos estos años en que he tenido la maravillosa oportunidad de convivir con mis amigos normalistas, créame, a nadie, repito, a nadie le he escuchado decir que no desean que se fortalezcan sus aprendizajes. De la infraestructura mejor ni hablamos, el hecho aquí y en el que quiero poner especial atención, es en el fortalecimiento de su capacidad académica y de sus aprendizajes.

    Si, ya sé, con seguridad alguien me dirá que existe un programa de fortalecimiento para la educación normal (PACTEN); sin embargo preguntaría, ¿sabe usted cuál es el destino final de los recursos que tal o cual escuela normal obtiene por haber participado en dicho programa a través de la elaboración de un proyecto?

    Sin duda, éste es un tema que tiene muchas aristas; por lo tanto, requiere de su atención y no de palabras como las que semanas atrás expresó el Subsecretario Jara al referirse que en el medio normalista hay algunas “escuelas bonitas”.

    Más allá del discurso y faramalla, se requiere pensar y repensar el normalismo mexicano a partir de sus actores y protagonistas. Es lamentable que la propia SEP no tomé cartas en el asunto y vaya, es de reconocerse el esfuerzo que en esta materia emprendió el COMIE y sus miembros.

    Las ponencias, los diálogos y demás cuestiones sobre este tema quedarán ahí, para las autoridades de la SEP, no obstante quiero pensar que éstas no serán tomadas en cuenta en la elaboración de la nueva curricula normalista, así como lo fue, el que destacados investigadores mexicanos, no fueron considerados – o al menos citados – en el proyecto electorero… perdón, el modelo educativo del que tanto se ufana Nuño y compañía.

  • Investigación educativa, ¿para qué?

    Investigación educativa, ¿para qué?

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    Rosa María Torres Hernández *

    El XIV Congreso Nacional de Investigación Educativa (CNIE) se lleva a cabo en la Ciudad de San Luis Potosí, del 20 al 24 de noviembre. El congreso es organizado por el Consejo Mexicano de Investigación Educativa (COMIE), que es la asociación más importante de investigadores en educación del país, y se realiza de forma bienal desde el 1993. Se trata de un espacio de encuentro y diálogo en torno a la investigación educativa, donde concurren investigadores, profesores, estudiantes, servidores públicos y todo aquel interesado en la producción de conocimiento en materia de educación. Este año contamos con la asistencia de casi 2,700 congresistas.

    Si bien la investigación educativa no parece tener influencia lineal e inmediata sobre decisiones, prácticas y fines, sí que contribuye a la creación de una “atmósfera” que penetra, quizá parsimoniosamente, en el universo educativo. Los conceptos afinados, los análisis minuciosos, vigorosos y articulados, los debates informados, los hallazgos relevantes resignifican la educación, si bien, a veces, sólo poco a poco. De ahí que los investigadores estén impelidos del disfrute del uso de la duda; de ahí que transformen la incertidumbre en materia de indagación, de ahí que la recreen en crítica, siempre como expresión de inteligencia reflexiva.

    En los lustros avanzados por éste, nuestro siglo XXI, se han exhibido nuevos conflictos, se han desplegado nuevos problemas, que requieren de producción de nuevo conocimiento. La construcción de la sociedad de derechos, entre ellos los educativos, ha hecho más visibles las condiciones de vulnerabilidad de ciertos grupos: de indígenas, de mujeres, de migrantes, de jóvenes. Se ha acentuado la evidencia palmaria de la discriminación que genera la desigualdad. En este siglo, como nunca antes, se han elevado los niveles de concentración de riqueza, de poder y de prestigio y se han incrementado sus contrastes con los más escandalosos índices de desposesión.  Se ha profundizado la segmentación de la estructura social y se han fortalecido las divisiones de clase y estatus, con su consecuente escalada de diferenciación en la estructura de oportunidades.

    El eje del debate en este congreso es “Aportes y desafíos de la investigación educativa para la transformación y la justicia social”, el cual reafirma los valores democráticos y repudia la injusticia. Así, este congreso no sólo posiciona la relevancia de la transformación y la búsqueda de justicia social para la producción de conocimiento; sino que, a la par, da cuenta de la importancia de la producción de conocimiento para incitar las transformaciones y cooperar en favor de la justicia. Lo hace en el entendido de que el conocimiento es fuente de poder (que, si bien, puede ser usado para el bien o para el mal) conviene hacerse de él como herramienta de comprensión, como instrumento para el análisis crítico de la complejidad social.

    Sabemos que no somos espectadores de los acontecimientos de nuestro tiempo; en tanto que investigadores, somos interpelados por la sociedad para pensar el tipo de paradigmas que orientan nuestro trabajo y para comprender las bases científicas y morales que sostienen nuestra acción. La toma de conciencia de los investigadores parece atravesada por ser parte de y por la necesidad de desplegar pensamiento en la región más desigual del mundo, América Latina. Todo apunta a que la producción de conocimiento deberá preocuparse por las consecuencias de la desigualdad, porque ésta actúa en el orden de la vida, la existencia y los recursos de los ciudadanos.

    En la actualidad, hablar de educación es un imperativo, se necesita un alto compromiso y responsabilidad para consolidar los derechos básicos, para no olvidar que el problema medular de la desigualdad está en sus efectos de desolación social, dilapidación económica y tergiversación del ejercicio político.

    Los investigadores estamos forzados a reflexionar sobre las opciones y estrategias en pro o en contra de la justicia social. Es por ello que, en las formas de participación en el congreso, queda patente que, en educación, la preeminencia de la transformación y la justicia son valores centrales, y por tanto comprometen a tener una particular vigilancia de los procesos mediante los cuales se producen determinados resultados en una sociedad diversa, donde coexisten escenarios del pasado y retos del futuro que será preciso elucidar correctamente. Se espera que el debate en el congreso ayude a generar adhesión a la justicia como patrón cultural de la sociedad, porque es ahí donde los investigadores tenemos nuestro más grande desafío.

    En un país con desigualdad y creciente parsimonia para disminuirla; con una percepción negativa y confianza erosionada en las instituciones; con feminicidios y desapariciones forzadas; con adoloridos damnificados que demandan respuestas y atención, quienes hacemos investigación tenemos, no sólo el derecho, sino la obligación, de preguntarnos ¿cuáles son, en el campo educativo, las batallas que serían decisivas para mejorar las condiciones de justicia social?

    Recordar y hacer patente nuestros infortunios no es pesimismo o regodeo en la desgracia, es deliberación inteligente de las situaciones que requieren de acción inmediata. Así lo señaló Pablo Latapí cuando preguntó: “¿es posible recuperar la esperanza, en el México de aquí y ahora? [Dijo] Ésta es la pregunta en la que desemboca el examen de nuestras desventuras. Por esto respondo con un rotundo “sí” a la pregunta de si es posible hoy recuperar la esperanza. Cumplamos nuestra misión de investigadores comprometidos, con sentido de urgencia. La eternidad se vuelve finita, se consume; se extingue en cada niño que se queda sin escuela, en cada generación perdida, en el desperdicio irreversible del tiempo, recurso no renovable; el tiempo, que es el principal activo de las personas y las sociedades. El tiempo de México, y también el de cada uno de nosotros, se agotan.

    Para el presente congreso se presentaron 2,885 propuestas. La  organización del congreso sería imposible sin el apoyo del comité local de San Luis Potosí que participó desde la emisión de la convocatoria para la postulación de la sede en el año 2016. Dicho comité obtuvo la sede por mostrar en su propuesta participación interinstitucional, amplio conocimiento de los fines académicos del COMIE, condiciones para gestionar un evento de amplia magnitud y la posibilidad de contar con un comité local que está dando garantía para el desarrollo de nuestro congreso.

    Los tipos de contribuciones que se presentaron son seis: ponencias, simposios, carteles, material videográfico, presentaciones de libro, incluyendo las que se presentaron a la cuarta edición del Encuentro Nacional de Estudiantes de Posgrado en Educación (ENEPE) (tabla 1).

    Tabla 1. Contribuciones en el XIV CNIE

    Tipo de contribución Contribuciones registradas Dictaminadas Descartadas
    Ponencias 2,337 2,181 156
    Simposios 75 72 3
    Carteles 101 89 12
    Material videográfico 14 12 2
    Presentaciones de libros 165 142 23
    Ponencia ENEPE 193 184 9
    Total 2,885 2,680 205

    El promedio de aceptación de las contribuciones es de casi un 50%. La creciente participación en el congreso del COMIE refleja un campo que continúa desarrollándose y una comunidad participativa. El congreso significa un espacio de encuentro entre investigadores de diferentes generaciones y actores que participan en el sistema educativo. Así mismo, el congreso ofrece un momento para reflexionar en el papel de la investigación educativa y su relevancia en México.

    Finalmente, la producción de saberes tendría que orientar nuestras elecciones, decisiones y acciones; a partir de un papel crítico del conocimiento que perturbe las bases sobre las cuales se abordan los problemas educativos. Y de la misma manera, sostener la reflexión sobre las formas de hacer y pensar de la comunidad  de investigadores. El congreso que termina este 24 de noviembre representa una apuesta por la inteligencia social para el logro de la democracia, por una inteligencia responsable de base científica, pero también moral.

    *Rosa María Torres Hernández,  Presidenta del COMIE

  • Maestros de escuelas multigrado valoran autonomía y libertad educativa: Diego Juárez del INIDE

    Maestros de escuelas multigrado valoran autonomía y libertad educativa: Diego Juárez del INIDE

     

    Por: Alberto Castañeda Gómez

    En el marco de las actividades del XIV Congreso Nacional de Investigación Educativa, Diego Juárez,investigador del Instituto de Investigaciones para el Desarrollo de la Educación de la Universidad Iberoamericana, comentó que los maestros de escuelas multigrado destacan y valoran la autonomía y libertad que tienen para poder llevar a cabo sus funciones en un aula, superando los diversos contextos que rodean a estas comunidades educativas.

    Durante la ponencia “El multigrado a debate”, puntualizó que en este proceso, destaca el papel de los alumnos tutores: niños trabajando con otros niños de manera autogestiva, independientes en la búsqueda de información y no solo en la búsqueda sino en el aprovechamiento de la misma.

    Sin embargo, recalcó que no se debe idealizar estos hechos, ya que no solo es suficiente contar con docentes preparados y niños entusiastas en las aulas, “también se requiere de infraestructura para poder lograr un aula multigrado de calidad”, pues en la escuelas rurales el material con el que se trabaja es anticuado y no se cuenta con conexión a Internet .

    Añadió que es necesario romper con los esquemas tradicionales de educación que poseen los padres de familia, ya que la ausencia de tareas y la libertad con la que los niños cuentan en esta modalidad les parece extraña y no creen que sus hijos aprendan sin un régimen estricto de educación.

    Relató que en sus visitas a las escuelas que han implementado la modalidad multigrado, los docentes son jóvenes recién egresados y es dificil implementar este nuevo modelo educativo, ya que son docentes educados de manera tradicional y les ha sido complicado adoptar las aulas multigrado.

    Por su parte Lilia Dalila López, Directora de Educación Comunitaria e Inclusión Social del CONAFE comentó que las innovaciones realizadas por las redes de  tutoría que siguen el modelo ABCD desarrollado por el CONAFFE son valoradas en el ámbito internacional pero poco reconocidas por la comunidad mexicana, hizo un llamado a hacer a un lado el malinchismo y dejar de observar los modelos locales como un objeto de critica, sin embargo opinó que era necesario generar dialogo para enriquecer y fortalecer los modelos de educación mexicanos.

  • La semana del COMIE. La semana del conocimiento en el campo educativo

    La semana del COMIE. La semana del conocimiento en el campo educativo

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    Este martes 21 de noviembre) se inaugura el XIV Congreso Nacional de Investigación Educativa (CNIE), que de manera bianual organiza el COMIE. En esta ocasión la sede es en San Luis Potosí y por primera vez los espacios y las instalaciones estarán restringidas a los participantes (asistentes y ponentes) que hayan confirmado su inscripción previamente.

    El COMIE es uno de los organismos más importantes encargados de fomentar, regular y organizar la producción de conocimientos arropada por la llamada investigación educativa en nuestro país. Esta celebración del XIV Congreso se une a la sistematización en tres versiones distintas de estados del conocimiento en las ahora 17 aéreas temáticas en que han organizado la producción académica. Al COMIE se le ha criticado una especia de practica monopólica en lo que se refiere a la investigación en el campo educativo, sin embargo las instancias paralelas o alternativas que han surgido lo han hecho mucho más por discrepancias de carácter político por encima de posiciones propiamente académicas (teóricas o metodológicas). Si bien no todos los investigadores están aquí, ni todos los que están aquí hacen o se dedican a la investigación (hay muchos estudiantes, curiosos y hasta morbosos) que desean saber de qué se trata un congreso como el de esta magnitud.

    Este congreso que inicia con mucho entusiasmo, deberá de colocar en el corazón de las reflexiones, el tipo de conocimientos que el sistema educativo necesita y los funcionarios y políticos (que también se harán presentes) deberían de dejarse ayudar en la producción académica y el trabajo que se hace desde las universidades, los claustros, y los centros de reflexión y sistematización, investigación, a partir del trabajo ligado con la producción académica.

    En una sociedad galopante en donde el cambio y la incertidumbre es su constante, la producción, circulación, uso y devolución de los conocimientos académicos deberán tener esa tradición de la que Pierre Bourdieu habla en el oficio del científico. Regresarle a la sociedad lo que la sociedad les ha dado a los investigadores.

    Hoy cuando se encuentran partidos o escindidos los espacios ligados con el poder y los otros ligados con la actividad académica, resulta especialmente sugerente pensar en mejores formas de vinculación entre quienes producen los conocimientos y quienes hacen uso de ellos. El conocimoierntm verdadero aquel que se produce se procesa y se usa bajo un esquema de pertinencia social, sin restarle la rigurosidad y la seriedad teórica y metodológica es lo que la sociedad necesita. Investigadores e investigadoras comprometidos con la parte social que no debe ser ajena a su trabajo académico.

  • Queríamos evaluar y terminamos contando: alternativas para la evaluación del trabajo académico (Resumen)

    Queríamos evaluar y terminamos contando: alternativas para la evaluación del trabajo académico (Resumen)

    Angélica Buendía, Susana García Salord, Rocío Grediaga, Monique Landesman, Roberto Rodríguez-Gómez, Norma Rondero, Mario Rueda, Héctor Vera

    Introducción

    Una de las políticas públicas de mayor impacto y continuidad para orientar, regular e incentivar el desempeño del personal académico de tiempo completo en las universidades públicas del país está sustentada en los programas de estímulo a la productividad, los cuales surgieron con el propósito de mejorar la calidad de la educación superior universitaria. El supuesto básico de estas políticas asoció los incentivos económicos con el impulso al personal académico para obtener posgrados, atender las tareas involucradas en la formación docente y participar en los programas institucionales de investigación y difusión.

    En los programas de estímulo subyace un efecto de agregación: si la mayor parte de la planta académica de tiempo completo cumple con los requisitos establecidos, el resultado debería ser el logro de la calidad esperada. En esencia, están orientados a premiar, mediante cuotas de sobresueldo, la productividad académica expresada básicamente en el número y la calidad de los productos de investigación, así como la actividad docente, medida por el número de asignaturas, tutorías y tesis dirigidas. Estos programas de estímulos representan, así, una fórmula de pago por méritos.

    Aunque los múltiples programas de estímulos coinciden en ciertos rasgos, difieren en aspectos como el monto del sobresueldo asignado, los requisitos a cumplir y los procedimientos de evaluación correspondientes. En su origen, cumplían principalmente una función compensatoria del deterioro salarial ocurrido en la década de los ochenta, y su intención era retener en las universidades al personal de mayor calificación. En la actualidad operan como un segundo régimen y tabulador que gobierna el trabajo académico en las instituciones. Aunque conservan su carácter voluntario para los profesores e investigadores, es un hecho que por su implicación en el ingreso económico, la mayor parte del personal académico de tiempo completo, a gusto o disgusto, acude a su convocatoria.

    Como la asignación de las categorías, previa evaluación es por periodos determinados, los aspirantes pueden ascender, conservar la categoría o descender. Esta condición se traduce en una presión continua para enfocar la actividad individual a la acumulación de tareas y productos contemplados en los protocolos y reglas operativas. De esta manera, los estímulos se han consolidado e institucionalizado como rutas de la trayectoria académica y profesional del personal académico generando un orden donde son prioridad el trabajo individual, el enfoque de competitividad de tareas y resultados, la producción documentable, y el uso del tiempo de trabajo en las actividades que acreditan la satisfacción de requisitos.

    Se trata de una racionalidad meritocrática, que tiende a desplazar a otras lógicas académicas, principalmente aquellas relacionadas con la simple satisfacción de contribuir, desde la vocación, la responsabilidad y el compromiso compartido, a los ejes centrales de la misión universitaria: formar estudiantes, generar bienes de conocimiento y cultura, y participar en su difusión social. La tensión entre ambas racionalidades —académica e instrumental— explica la aparente paradoja entre el éxito de la política asociada con los programas de estímulo (su permanencia, su progresiva extensión en el ámbito de la educación superior pública y su amplia capacidad de convocatoria) y las críticas que diversos actores, como especialistas, responsables de la instrumentación e incluso los propios académicos, han repetido prácticamente desde sus inicios.

    Antecedentes de los programas de evaluación del trabajo académico

    A mediados de la década de 1980, se implementaron una serie de políticas públicas relacionadas con la educación superior cuyo propósito era orientar su conducción a través de diferentes programas e instrumentos de evaluación del trabajo académico, que se incorporaron paulatinamente en las instituciones. Su origen se fundamentó en el pago por mérito asociado a la evaluación, visto como la única vía para mejorar las deterioradas condiciones de los académicos de carrera —es decir, se dirigen únicamente a un sector de la profesión académica: aproximadamente el 30 por ciento del total.

    El Sistema Nacional de Investigadores (SNI) ha sido el programa más visible de estas políticas; fue el primero que buscaba paliar los efectos de las crisis económicas, así como contribuir a retener a los investigadores de las instituciones públicas y a fortalecer la investigación. En su diseño participaron académicos de la UNAM y del Centro de Investigación y de Estudios Avanzados del Instituto Politécnico Nacional, además de miembros de la Academia de la Investigación Científica (actualmente Academia Mexicana de Ciencias), que estaban ubicados en puestos clave y que para crear el SNI actuaron ante la coyuntura de la crisis de las finanzas públicas de 1982. El sistema que consiguió articularse estaba limitado a los investigadores, era externo a las instituciones y planteó criterios propios de selección. El SNI representó el primer mecanismo de alcance nacional de reconocimiento y retribución a los académicos, basado en el desempeño.

    En paralelo al SNI, la Secretaría de Educación Pública, en colaboración con ANUIES, puso en marcha programas basados en fondos extraordinarios concursables para las universidades públicas, que implicaban también procesos de evaluación individual. Este fue el caso del Programa Nacional de Superación del Personal Académico (Supera), el Programa de Mejoramiento del Profesorado (Promep, hoy Prodep), y el Programa de Estímulos al Personal Docente.

    Esto ha conducido a que no sólo en el ámbito de los estímulos al personal académico, la educación superior en México se caracterice por ser un sistema dual, en el que operan políticas diferenciadas que no han alcanzado su adecuada articulación. Por una parte, se encuentra el sector de la educación superior universitaria y tecnológica, que responde a las políticas delineadas por la Subsecretaría de Educación Superior, de la SEP. Por la otra, está el sector del posgrado y la investigación científico-tecnológica, cuyas políticas son delineadas y operadas por el Conacyt.

     

    Efectos del actual sistema de evaluación

    Aunque las políticas buscaban instaurar una cultura de la evaluación, lo que los distintos programas de evaluación generaron fue un aparato burocrático dedicado al recuento curricular. Aunque no exento de algunas virtudes, ese resultado no instituyó prácticas que les permitieran a los evaluados contar con guías y retroalimentación para mejorar su quehacer profesional; lejos de ello, los académicos se toparon con pesados aparatos administrativos que los empujaban a producir más, sin que hubiera modelos que especificaran el sentido y los estándares de calidad de sus actividades docentes y de investigación. En resumen, se implementó, un sistema de recompensas para quienes entregaran cierto tipo de productos y no una evaluación que los orientara para ser mejores académicos.

    Los programas en curso, más que hacer una evaluación académica, han institucionalizado el recuento curricular, pues no cumplen con la función de valorar integralmente el aporte de los resultados a la acumulación de conocimientos, la calidad en la formación de recursos humanos ni la retroalimentan a los evaluados para que los resultados les permitan mejorar su desempeño. Los programas miden lo que se puede medir, no lo que se requiere sistematizar para promover la calidad de las actividades académicas. Es más fácil contar las publicaciones que evaluar los resultados de las labores docentes, por lo que éstas se han menospreciado entre los indicadores, minimizando el esfuerzo que los académicos destinan a ellas. La evaluación actual ha llegado a confundir el indicador con el trabajo que “cuenta”, pero no valora, reconoce o retroalimenta, más bien segmenta y etiqueta desempeños individuales, disociándolos de los objetivos de desarrollo institucional. Esta condición genera, a su vez, que los programas sobrevaloren ciertas actividades sobre otras —por ejemplo, investigación por encima de la docencia, la difusión de la cultura y la vinculación social— sin analizar los aportes y su calidad en el marco de los campos de conocimiento o institucionales, el tipo de resultados, las tradiciones disciplinarias y la etapa de la trayectoria de los sujetos evaluados.

    Por otro lado, los programas actuales, más que instancias que busquen mejorar los resultados de académicos e instituciones, parecen mecanismos de supervisión y control, basados en la desconfianza mutua entre gobierno e instituciones, y entre las instituciones y sus académicos.

    Dada la multiplicación de programas, la frecuencia de las evaluaciones, la diversidad de formatos, el tipo de requisitos y el incesante incremento del número de instituciones, programas y académicos a evaluar, los académicos —especialmente los más reconocidos— cuando fungen como evaluadores destinan una parte importante de su tiempo, concentración y energía a procesos rutinarios. De igual forma, los evaluados consumen también una gran cantidad tiempo para cubrir los requisitos y proporcionar las evidencias solicitadas.

    La periodicidad y cantidad de los programas de evaluación desalienta los trabajos de investigación de largo plazo, que frecuentemente son desplazados por proyectos de corto alcance. Esto ha conducido a la institucionalización de vicios y simulaciones, promoviendo un productivismo sin impacto organizacional ni disciplinario que se asocia directamente con la búsqueda de recursos económicos adicionales.

    La evaluación del trabajo académico afecta más directamente a una minoría selecta de instituciones y académicos. Los graves problemas de los profesores de tiempo parcial se han atendido poco, porque en general se hace énfasis en la investigación y en la diversidad de actividades y funciones que sólo realizan los académicos de tiempo completo. En la mayoría de las instituciones de educación superior la desatención a la evaluación del trabajo académico de un extenso grupo de profesores de tiempo parcial que sostienen la docencia en un alto porcentaje —sobre todo a nivel de licenciatura— ha ampliado la brecha en las condiciones laborales y los ingresos entre los profesores de tiempo completo y los de tiempo parcial. Además, las repercusiones de los premios, “estrellas” y “medallitas” de los distintos programas son inequitativos y estratifican a los académicos, quienes compiten en desigualdad de condiciones para alcanzar los indicadores, debido a las diferencias en términos contractuales, en condiciones formativas y en apoyo institucional.

    Resulta igualmente pertinente mencionar dos situaciones económicas vinculadas con las evaluaciones: los salarios y la jubilación. En el primer caso, se ha desatendido la discusión del tema central de los salarios dignos, pretendiendo que con la incorporación de remuneraciones no salariales se resuelve el problema de recuperar los ingresos y se logra estabilidad para garantizar la autonomía necesaria para producir conocimiento y formar los recursos que se requieren para el desarrollo social. Al no encarar la discusión en los salarios base, se desvía la atención hacia medidas parciales en vez de concentrarse en la búsqueda de mejores condiciones de trabajo para los miembros de la profesión académica. Por otra parte, los programas de recompensas han contribuido a obstaculizar el retiro de los académicos. Esto en la medida en que los estímulos representan un alto porcentaje del ingreso, pero no repercuten en el monto de la jubilación ni en otras prestaciones. La planta académica se ha envejecido, lo cual, sumado a las restricciones presupuestales para la creación de nuevas plazas, dificulta la renovación de la planta académica y propicia el desempleo de los egresados de los programas de posgrado, que por su expansión son un número cada vez mayor. Por consiguiente, los procedimientos de evaluación en curso han afectado el relevo generacional.

     

    Una propuesta para transformar la evaluación del trabajo académico

    Podemos afirmar que las evaluaciones que hoy se realizan en el marco de los diferentes programas de incentivos no cumplen con varios de los requisitos esenciales en cualquier proceso de evaluación académica:

    • que la evaluación tenga la finalidad de promover el desarrollo de los evaluados y no la de premiar o castigar;
    • que los evaluadores emitan recomendaciones que aporten a mejorar los resultados y a propiciar la confluencia entre los objetivos de las trayectorias personales y las metas de las instituciones en que se participa;
    • que los criterios de evaluación respondan a las particularidades de lo que se evalúa y que consideren las múltiples dimensiones del trabajo académico;
    • que las reglas y los procedimientos sean explícitos y claros para todos los participantes (por ejemplo, las reglas para subir o bajar de nivel en un programa de estímulos o escalafón);
    • que los resultados sean transparentes;
    • que existan recursos de revisión.

    Nuestra propuesta para mejorar las evaluaciones del trabajo académico es establecer a la evaluación como una estrategia institucional de valoración sistemática del trabajo global que realiza cada académico en pro del cumplimiento de los objetivos institucionales y del desarrollo del conocimiento en su campo de especialización. Se trata de abrirle paso a la función diagnóstica y formativa, propia de la evaluación académica, cuyo propósito central es la mejora sistemática de los procesos de trabajo, la superación continua de las personas, los grupos y las instituciones encargadas de llevarlos a cabo.

    Para esto proponemos reemplazar el recuento curricular por una evaluación académica concebida como una evaluación diagnóstica, no centrada exclusivamente en los productos sino en el análisis integral de los procesos de trabajo, con la intención de identificar: los objetos de trabajo y los propósitos que cada académico se planteó; los retos y las dificultades que encontró y las formas de resolverlos; los recursos de que dispuso y el tiempo que invirtió; los avances y aportes que logró en distintos ámbitos; los puntos vulnerables y los pendientes que restan por encarar; los intereses y preocupaciones que surgieron y pretende trabajar, y sus necesidades de superación académica.

    La evaluación diagnóstica será una evaluación formativa en la medida en que se lleve a cabo como un ejercicio de reflexión colegiada, de retroalimentación y de intercambio informado entre colegas que asumen el papel de interlocutores y no de jueces. Y, ciertamente, dicho potencial será una realidad en la medida en que el proceso de evaluación cuente con la participación activa y comprometida de evaluados y evaluadores.

    Proponemos, pues, propiciar el tránsito hacia la evaluación diagnóstica y formativa. Se pueden introducir cambios significativos en la medida en que el recuento curricular periódico de los productos se inscriba en la evaluación y autoevaluación de los procesos, entendidas como apreciaciones integrales del trabajo en las que se toma en cuenta el proyecto institucional, las condiciones objetivas en las que se realiza el trabajo, el tipo de nombramiento de cada académico, la disciplina de referencia, el momento de la trayectoria individual, la edad y el género.

    Este tipo de evaluación tendría lugar en los grupos, equipos o unidades de adscripción más próximos, donde el académico realiza su trabajo cotidiano. Sus instrumentos serían el plan de trabajo y el informe de actividades anuales, y todo el proceso de evaluación estaría a cargo de los mismos involucrados. Los resultados de la evaluación se presentarían en el cuerpo colegiado de la institución encargado de dictaminar los planes e informes anuales de todos los académicos.

    Para realizar una valoración integral de los expedientes proponemos que —al margen de que se trate de un programa de incentivos, de becas o de una evaluación colegiada del trabajo individual, en el interior de un grupo o de un equipo— el resultado de la evaluación sea una apreciación global del trabajo de cada académico, en la que consten en breve dos cuestiones: 1) un balance general que valore la calidad del trabajo realizado en función de la trayectoria del académico, las condiciones institucionales y personales de trabajo, apoyado en los productos reportados; 2) sugerencias que, a modo de retroalimentación, le permitan al académico hacer los ajustes necesarios para reorientar su plan de trabajo hacia el logro de un mejor desempeño.

    De la misma manera, independientemente de la modalidad de evaluación de que se trate, siempre deberá garantizarse el derecho al recurso de revisión y a solicitar, según el caso, una nueva evaluación a cargo de evaluadores distintos de los que emitieron el primer resultado.

    Cabe mencionar aquí otra ausencia notoria en las modalidades de evaluación vigentes: la evaluación de la evaluación, que incluya tanto el trabajo de los evaluadores como el funcionamiento y resultados de la aplicación de los programas mismos. Para ello, es conveniente establecer criterios y procedimientos claros. Se podrían tomar en cuenta, entre otras cosas, las horas que requiere, la cantidad de expedientes a cargo de cada evaluador, la dinámica de trabajo de las comisiones dictaminadoras, el tipo de dificultades más frecuentes, los índices de aprobación y rechazo, el contenido y el número de las solicitudes de revisión, las valoraciones de los académicos sobre el proceso y el grado de avance en los objetivos planteados. A partir de esto se harían los ajustes que se consideren necesarios para las siguientes evaluaciones.

    Dada la gran cantidad de expedientes que típicamente hay que atender, haría falta estimar con mayor seriedad el número necesario de evaluadores en función del tiempo real que exige la evaluación rigurosa de cada expediente. No es recomendable recargar a los evaluadores con un número excesivo de expedientes, como sucede en la actualidad. Es deseable que los evaluadores sean elegidos por los profesores de las unidades académicas de una lista de sus pares, y que éstos no sean las autoridades de la institución. Finalmente, cabe recordar que el nivel alcanzado en los programas de estímulos —sean del SNI o de algún otro—, no representa un criterio que garantice ser un buen evaluador.

     

    Conclusión

    Cualquier intento por mejorar sustancialmente los procesos de evaluación del trabajo académico tendrá que afrontar el problema medular de que hoy la evaluación está unida a la administración de los ingresos económicos de los académicos en forma de estímulos y sobresueldos. Esto hace que sea urgente poner sobre la mesa de discusión la necesidad de un salario base digno y suficiente para todos los académicos.

    La presente propuesta representa un acercamiento para atender las limitaciones y los efectos de los actuales programas de estímulos y pretende ofrecer a las instituciones de educación superior un nuevo horizonte de referencia para la transformación de la evaluación de sus académicos. Se trata de transitar del recuento curricular a la evaluación diagnóstica y formativa, introduciendo nuevos fundamentos y criterios en los programas vigentes. Las virtudes de nuestra propuesta son la construcción de un sistema real de evaluación que sea equitativo y transparente, que fomente la participación de los académicos en el proceso, que esté articulado a un proyecto institucional, que permita mejorar la calidad de las prácticas académicas y que respete la heterogeneidad de las instituciones, sus posibilidades reales de cambio, la diversidad de disciplinas y trayectorias. También pretende simplificar la maquinaria burocrática que participa en las evaluaciones, evitar las contradicciones entre los distintos mecanismos vigentes, contribuir a la autonomía de las instituciones y reducir el costo en trabajo y dinero de los procesos. Nuestro objetivo, en última instancia, es presentar sugerencias, criterios y cuestiones de carácter operativo para avanzar en la implementación de la propuesta general, que cada institución adaptaría a sus características específicas.

     

  • Políticas educativas no se nutren con investigación especializada: Marisol Silva

    Políticas educativas no se nutren con investigación especializada: Marisol Silva

    Todas las transformaciones educativas deben pasar, necesariamente, por la investigación, análisis y debate en la materia, por lo que es indispensable abrir nuevos canales de diálogo efectivos para que este conocimiento influya correctamente en los cambios, señala Marisol Silva, Coordinadora General del Comité Científico del XIV Congreso Nacional de Investigación Educativa (CNIE).

    En entrevista con quien también es Directora del Investigaciones para el Desarrollo de la Educación de la Universidad Iberoamericana, explicó que en este sentido, es fundamental comunicar a la sociedad lo que se sabe respecto a las investigaciones educativas, aprovechar al máximo espacios en medios de comunicación y abrir redes de diálogo efectivos con autoridades educativas y tomadores de decisiones, lo cual, representa un gran reto, pues “los recientes acontecimientos en la materia nos indican que no necesariamente el conocimiento especializado está nutriendo las políticas públicas en educación.”

    En el marco de la celebración de la XIV edición del CNIE a celebrarse en la Ciudad de San Luis Potosí, en el mes de noviembre de este año, la investigadora sostiene que el Consejo Mexicano de Investigación Educativa (COMIE), levanta la voz para decir que todas las transformaciones deben estar basadas en este trabajo interdisciplinario.

    A pesar de largos años de investigación educativa y de mucho compromiso de quienes trabajamos en el campo, -no solo de investigadores, sino de profesores, padres de familia, académicos, funcionarios, asociaciones civiles, entre otros- no se ha podido dar el paso hacia las transformaciones sustantivas que se necesitan en el país.

    Es por ello, señala, que este Congreso busca mantener esas vías abiertas de comunicación educativa y escuchar nuevas propuestas para mejorar la calidad educativa de nuestro país.

    La XIV edición del CNIE se realizará del 20 al 24 de noviembre en la ciudad de San Luis potosí y reunirá a más de 3 mil asistentes interesados en la investigación educativa, el cual, abordará 16 áreas temáticas:

    1.  Filosofía, teoría y campo de la educación
    2. Historia e historiografía de la educación
    3. Investigación de la investigación educativa
    4. Aprendizaje y Desarrollo Humano
    5. Currículum
    6. Educación en Campos Disciplinares
    7. Prácticas educativas en espacios escolares
    8. Procesos de formación
    9. Sujetos de la educación
    10. Política y gestión de la educación, la ciencia y la tecnología
    11. Educación, desigualdad social, inclusión, trabajo y empleo
    12. Educación y Valores
    13. Convivencia, disciplina y violencia en las escuelas.
    14. Multiculturalismo, interculturalidad y educación
    15. Educación ambiental para la sustentabilidad; y
    16. Tecnologías de la información y la comunicación en educación

    El registro deberá hacerse a través del portal http://congreso.comie.org.mx/ donde detalla aspectos de sedes, transporte y hospedaje.

  • Continúa abierta la convocatoria para el  XIV Congreso Nacional de Investigación Educativa

    Continúa abierta la convocatoria para el XIV Congreso Nacional de Investigación Educativa

    El Consejo Mexicano de Investigación Educativa, A.C., la Secretaría de Educación del Gobierno del Estado de San Luis Potosí y la Universidad Autónoma de San Luis Potosí mantienen abierta la convocatoria para participar en el XIV Congreso Nacional de Investigación Educativa, a celebrarse del 20 al 24 de noviembre de 2017  en la ciudad de San Luis Potosí, México.

    Este año se convoca a investigadores, profesores, estudiantes, funcionarios y otros actores sociales interesados en presentar, analizar y discutir contribuciones de la investigación educativa, a participar en el XIV Congreso Nacional de Investigación Educativa que tiene como lema: Aportes y desafíos de la investigación educativa para la transformación y la justicia social.

    El XIV Congreso se organizará en torno a las temáticas generales que se describen a continuación. En todas ellas se invita a proponer contribuciones para difundir el conocimiento generado por la investigación educativa, destacando su contribución para comprender la problemática de educación y vislumbrar alternativas para transformarla.

    Adicionalmente, se realizará el Encuentro nacional de estudiantes de posgrados en educación (ENEPE), el cual, tiene como objetivo construir un espacio de diálogo e intercambio entre estudiantes de posgrado e investigadores educativos, a fin de fortalecer sus procesos formativos en lo educativo, en general, y en la investigación en particular.

    El Encuentro se realizará un día antes del inicio del Congreso y se emitirá una convocatoria específica para su participación. Los estudiantes interesados deberán registrar sus contribuciones en el sitio web que señale la convocatoria.

    Consulta la convocatoria completa aquí.

  • Respalda COMIE postura de Asociación Americana de Investigación Educativa sobre políticas migratorias de Trump

    Respalda COMIE postura de Asociación Americana de Investigación Educativa sobre políticas migratorias de Trump

     

    Mediante un comunicado, el Consejo Mexicano de Investigación Educativa A.C. (COMIE), anunció su completo respaldo a las declaraciones de la American Educational Research Association (AERA), sobre  el decreto del presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, respecto a las políticas migratorias.

    En el mensaje, el COMIE declara que estas políticas de restricción promueven prácticas discriminatorias y limitan los vínculos científicos y académicos de ambas naciones.

    “El pasado 30 de enero, la presidente de la AERA, Vivian L. Gadsden y la directora ejecutiva Felice J. Levine, difundieron la postura de su asociación con respecto al decreto presidencial que Donald J. Trump emitió para restringir la entrada a los EEUU de personas de origen musulmán y de refugiados.

    La AERA, en voz de sus representantes, considera tal medida como discriminatoria y regresiva. Además, atenta contra el intercambio académico y la cooperación, que son centrales para el desarrollo científico de los países”, señala el comunicado.

    Ante este panorama, el COMIE señala que comparte esta visión de apertura, de no discriminación, y de colaboración académica.

    Por ello, “manifiesta a la AERA su apoyo y le reitera su compromiso para seguir estrechando los vínculos científicos que hemos mantenido a lo largo de estos años. Sabemos que la investigación educativa florece en ambientes plurales , de libertad y estrecha colaboración”, finaliza.