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La esperanza cristalizada en un enter

No me deja pasar de esta página, ¿qué hago? Va la imagen. ¿A alguien le ha salido esto? NO HAY RESPUESTA. Llevo horas y se queda pasmada cuando pide CONFIRMAR LA CURP. Ni esto saben hacer estos güeyes… (aunque no paraba de insistir). En todo el día no pude registrar a mi mamá, ¿alguien sabe cómo? Ya pude registrarme, la página está funcionando ahora – las 5 de la mañana, y no importaba despertar a los del chat: no se dilaten que luego se cae de nuevo. Me registró mi hijo que vive en Canadá. ¿Alguien me ayuda desde otro país, estado, barrio u otra computadora con distinto buscador? Dizque ya pude, pero luego de enviar los datos no me sale el comprobante.

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Organismos Constitucionalmente Autónomos, sí, pero no así

Ante el blanco y negro: grises intermedios. Frente al juicio sumario que los descalifica de manera absoluta, no es adecuada una actitud que los defienda de la misma manera. Discrepar de la desautorización que, sin matices, ha expresado el presidente a los Organismos Constitucionalmente Autónomos (OCA), no debe conducir a entronizarlos como indispensables tal y como ahora operan sin un ejercicio crítico de sus características. El argumento de su idoneidad ha de eludir tropezar con la misma piedra de quien los considera inútiles per se: una generalización tosca e inválida.

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Nostalgia del futuro

La nostalgia es como los trenes: hay para el norte y para el sur. Ese “sentimiento de pena por la lejanía, la ausencia, la privación o la pérdida de alguien o algo queridos” se afianza en el pasado. Ahí encuentra su raíz: en el recuerdo. Y desde allá brota el deseo, el ojalá de hallar, de nuevo, en los días o meses por venir lo extraviado. Ese hueco.

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Temporada de preguntas

Cuando la vida tuerce las veredas que creímos firmes. Cuando no queda más remedio que repetir con Monsiváis: “o yo no entiendo lo que está pasando, o ya pasó lo que estaba entendiendo”. Cuando lo que sucede no tiene manera de nombrarse y se marcan en el rostro las arrugas del pasmo. Cuando como a la paloma de Alberti se nos extravía el rumbo y por ir al norte vamos al sur. Cuando lo que pasa no cabe. Cuando las escuelas están cerradas y las ganas de aprender nos crecen. Cuando tocamos en clave de sol lo que va en calve de fa y se hace ruido y barullo. Cuando no tenemos ni idea, está seca la mirada y en el suelo la confianza en que algo será según nos dicen. Cuando se hace cotidiana la voz y el violín del grupo Kansas de tanto polvo en el viento. Cuando no hay pa’dónde hacerse. Cuando la Narvarte pierde un par de calles y Zempoala no tiene modo de estar donde solía. Cuando las estadísticas revientan, y el corazón del mundo anda a 143 pulsaciones por minuto. Cuando al amanecer no sabemos qué día es, y este enero pasado está tan lejos como agosto, y ayer tal vez sea un mañana repetido. Cuando creemos que la televisión “da cursos” y la tarea atarea y atolondra en busca de evidencias que muestren que todo sigue igual. Cuando acontezca que este día, a las 8 y media, todos quienes van en tercero aprenderán cómo se hace una suma de fracciones, y un señor en la pantalla nos indique que llegó la hora de activarnos y demos vuelta a la casa de cojito. Cuando la muerte es una presencia contundente pese a que nos ha rondado siempre. Cuando nos falte asidero, y no sepamos para cuándo va a regresar lo que ignoramos cómo es, ni en qué frasco lo venderán en las farmacias cuando vuelva, llegue o surja. Cuando andamos a media cara y somos ojos que buscan otros para saberse acompañados en las dudas. Cuando pasan estas cosas, colegas, lo que más importa, creo, es advertir que no son tiempos de respuestas sino temporada de preguntas.

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El valor de la crítica

Siempre hace falta. Vale porque es un valor, un derecho: el modo más nítido en que se expresa la libertad de expresión. Vivimos tiempos en que, si se cuestionó lo que se hizo antes, entonces lo que se realiza ahora no es debatible so pena de traición. O bien que lo que se critica hoy, tiene como cimiento que antaño las cosas estaban la mar de bien. 

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Educación: ¿Hacernos guajes?

No pasa nada. Todo marcha bien. En los estudios que tiene la SEP, 32 millones de niñas, niños, adolescentes y jóvenes (NNAJ) afirman que están aprendiendo lo esperado como si no hubiera pandemia, como si fuesen a la escuela todos los días. En esas misteriosas indagaciones a las que refiere la autoridad, el millón y pico de maestras y maestros están muy contentos con los avances logrados en Aprende en Casa II (ACII). Las autoridades educativas echan las campanas al vuelo: se avanzó en la capacitación de alumnos y alumnas, del personal docente y de los “padres y madres de familia”. ¿Evidencia? 19.5 millones de nuevas cuentas de correo electrónico entre alumnos y 1.2 millones de maestras y maestros. Gratis. Por eso México dio un “salto adelante en materia digital”.

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Las escuelas sin paredes

¿Quién lo iba a decir? En estos días, sin poder ir a las escuelas, nos ha sido dado entrar a conocerlas. Hoy, cuando están cerradas, vaya paradoja, han quedado abiertas a la mirada de millones. Ingresamos al sitio secreto, ese espacio que al cerrar la puerta es caja negra, territorio incógnito, lugar sin ventanas donde rige, manda y ordena una persona. Ella, en el rol que ocupa la silla del saber, dice lo que hay que hacer y dicta el deber. El aula tradicional perdió los tabiques o el adobe que impiden asomarnos. Amaneció traslúcida. ¿Vemos lo que pasa adentro, el misterio se revela? 

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