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Todos los taxistas

Media noche el domingo. Bajé del autobús y tomé un taxi. ¿Por dónde quiere que nos vayamos, jefe? Usted decida. ¿De paseo o trabajo? Fui a chambear. ¿En fin de semana? Sí, fue una reunión con profesores. ¡Ah qué los maestros! Para mí, jefe, que todos son una bola de vagos ignorantes, por eso estamos como estamos. Es cierto, dije. Antes que retomara resuello para seguir hablando, comenté: sí, todos los taxistas son rateros. ¿Qué pasó, jefe? ¿Cómo cree? Yo no, ni los del sitio de la terminal, me consta; es más, la mayoría somos personas honradas que le damos duro a la chamba cada día. ¿Y entonces por qué dice que todos los profesores son incapaces y flojos? ¿Sabe que son un millón 200 mil, no más contando hasta secundaria? No, jefe, ni idea. Silencio… ¿Le llovió mucho en el camino? Algo.

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