Los claroscuros de la propuesta de Marco Curricular 2022

María Mercedes Ruiz Muñoz

Arcelia Martínez Bordón

Alejandra Luna Guzmán

Seminario de Política Educativa Faro-ODEJ

Departamento de Educación, Universidad Iberoamericana Ciudad de México

 

El Observatorio del Derecho a la Educación y la Justicia (ODEJ) es una plataforma para el pronunciamiento público, impulsado por el Campo Estratégico en Acciones, Modelos y Políticas Educativas del Sistema Universitario Jesuita (SUJ). Su propósito consiste en la construcción de un espacio de análisis informado y de posicionamiento crítico de las políticas y las reformas educativas en México y América Latina, arraigado en la realidad social acerca de las injusticias del sistema educativo, y recupera temas coyunturales y estructurales con relación a la agenda educativa vigente.

 

El viernes 18 de marzo se realizó el sexto Seminario de Política Educativa Faro-ODEJ con el objeto de analizar la propuesta del Marco Curricular 2022 bajo la perspectiva del análisis de políticas públicas y el derecho a la educación. Estuvieron presentes los especialistas Eduardo Andere, Irma Villalpando y Luis Medina Gual. En esta ocasión, se analizó la propuesta curricular desde una postura crítica y reflexiva que diera luz sobre los claroscuros del Marco Curricular.

El primer punto sobre la mesa fue el fuerte carácter ideológico de este Marco Curricular que declara, entre otras cosas, partir del pensamiento decolonial. Si bien se reconoce que todo currículo responde a un posicionamiento político, pedagógico e ideológico, los especialistas destacaron que la propuesta actual hace menoscabo de la tradición científica en la producción del conocimiento y pondera los saberes comunitarios como la única vía posible de acceder a y construir el conocimiento, buscando una suerte de restitución de los saberes y conocimientos comunitarios de los pueblos originales. Sin embargo, los especialistas comentaron que esta propuesta no reconoce el trayecto histórico que ya se ha dado en este ámbito, y que ha superado la discusión de la preponderancia de lo local sobre lo global, identificando como solución la perspectiva glocal, es decir, una que articule a ambos, reconociendo el valor de uno y otro. 

Aunque Medina Gual  señaló como positivo el que el posicionamiento ideológico sea tan abierto y transparente, él mismo añadió y Andere y Villalpando comentaron que eso no lo hace menos preocupante, pues al  cerrarse a otras perspectivas, finalmente cae de nuevo en el no reconocimiento de la diversidad del Sistema Educativo Mexicano. Los especialistas coincidieron en que para ser un currículo de verdadero orden decolonial, éste tendría que partir desde la propia comunidad y establecer, junto con ella, los ejes que lo habrían de orientar, en tanto que un ejercicio decolonial implica generar políticas de abajo hacia arriba y esto no se observa en el documento ni aparece en las fases de diseño para su construcción; de hecho, apenas se está empezando a convocar a algunos especialistas para participar en su consulta. 

Llamó también la atención de los especialistas la reiterada mención de algunos conceptos como inclusión, comunidad, bienestar, cuyos fines y propósitos se reconocen, pero que en lo operativo parecen excluir a otros de igual relevancia como calidad, eficacia, competencia, respondiendo una vez más al carácter ideológico que niega todo lo que pueda sonar a neoliberalismo. 

El fuerte peso a lo ideológico y político pone, asimismo, en tensión el componente pedagógico. Las tendencias de los últimos modelos curriculares se orientaron a lo enciclopédico y pasar de tajo a este nuevo marco tan distante a ello, resulta un paso difícil de sortear. Articular los ejes transversales y los campos formativos en la práctica resultará complejo y al mismo tiempo contradictorio, dado que cada campo está integrado por asignaturas que ya se identifican en los currículos actuales, aunque sin claridad de lo que se va a enseñar y mucho menos a evaluar. Asimismo, se comentó que los docentes en servicio e incluso aquéllos en formación no cuentan con las competencias para llevarlo a la práctica. De acuerdo con los especialistas, ello implicará que, en las aulas, los docentes sigan con sus prácticas habituales, sobre todo si se toma en cuenta que a la fecha tienen que trabajar con los modelos de 2011 y 2017 –y ahora tendrían que sumar el de 2022.

Si bien este marco curricular se ha planteado como innovador, se identifica con otros que llevan muchos años en marcha en otros países. Además de que llevarlo a cabo en otras latitudes ha implicado implementar procesos de largo alcance que, en el marco de nuestra política educativa limitada a las administraciones sexenales, se ve difícil de realizar en poco más de dos años que le restan al gobierno en turno. Ante las restricciones temporales, que ya son evidentes en la formulación de la propuesta, se percibe como apresurada e improvisada. ¿Vale la pena?

Esta propuesta se une, como lo señaló el público participante, a políticas de reducción de presupuestos, cancelación de programas, rediseño de libros de texto antes de tener un marco curricular definitivo, lo cual, se comentó, permite dar cuenta de la catástrofe institucional y educativa que hoy vivimos y que pone en tensión el ejercicio del derecho a la educación y el derecho a aprender de niñas, niños, adolescentes y jóvenes.

No olvidemos que los problemas que agudizó la pandemia seguirán arrastrándose por muchos años. Hoy tendríamos que estarnos preguntando ¿qué aprendizajes nos dejó la pandemia como docentes, estudiantes y ciudadanos? Pero también: ¿cómo entiende las políticas públicas este gobierno?, y si ¿está dispuesto a atender los problemas públicos evidentes, tanto los sistémicos y estructurales, como los que la nueva coyuntura plantea, o seguirá cerrado a continuar con políticas de orden ideológico y ya prestablecidas?

 

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