Los profes en la UAQ: entre la unidad y la diversidad

Francisco Ríos Agreda

Quienes hemos participado en actividades de docencia, investigación, extensionismo y difusión de la cultura, siempre es grato recibir una felicitación, un abrazo o un saludo cibernético por el “Día del Maestro y la Maestra”, ahora restringidos por las medidas sanitarias vigentes en la pandemia de la COVID-19. Personalmente, como antropólogo social, me tocó ingresar a la UAQ el 1 de septiembre de 1985, laborando paralelamente en la Escuela de Bachilleres Dr. Salvador Allende, en el plantel sur, como profesor de varias materias de Ciencias Sociales y Humanísticas; también en la Facultad de Psicología, tanto en el Área Básica como en Psicología Social.

Por el año de 1988, fui invitado por el Mtro. Héctor Samperio Gutiérrez para participar como investigador de tiempo libre en el Centro de Estudios e Investigaciones Antropológicas, donde sustenté proyectos sobre cuestiones urbanas y participé en múltiples foros, congresos sobre estas temáticas y en otros sobre los 500 años de la resistencia indígena, sobre el zapatismo, educación, sindicalismo, sobre los movimientos sociales e indígenas en Querétaro, sobre religión y sociedad, sobre la Sierra Gorda, entre otros más.

Por el año de 1993, me inscribí, junto con otros dos investigadores, en un concurso para alcanzar una plaza de tiempo completo, como investigador en el Centro de Estudios e Investigaciones Antropológicas (CEIA), que pertenecía al Área de Humanidades, ahora Facultad de Filosofía, donde fui profesor investigador en el Área de Antropología y director de la Facultad de Filosofía entre 2000 y 2006, coincidiendo con la rectora Dolores Cabrera Muñoz.

Previamente como profesor de carrera, me lanzaba como “balazo” de la Prepa Sur a la Facultad de Psicología (en el Cerro de Las Campanas) y de ésta al CEIA (en el edificio del Centro Histórico), con la finalidad de completar las 40 horas necesarias de tiempo libre para poder sobrevivir (aún sobrepasando el contrato colectivo de trabajo, que establecía 20 horas como límite frente a grupo).

El entusiasmo “juvenil” de los profesores nuevos era andar del “tingo al tango” y “hacerla de chile, mole y pipián”, todo ello realizado con el esfuerzo y las ganas de que los chavos se iniciaran en las tareas de investigación, de salir de las aulas, de “hacer ciencia en la calle y en los surcos”, y de tener una perspectiva social comprometida con la sociedad y particularmente con los sectores populares.

No importaba si se le robaban horas al sueño, si no comíamos bien y a nuestras horas, e inclusive si se sacrificaba el pasar tiempo con la familia y con la pareja, pues la preparación de clases, la revisión de trabajos y ensayos, las labores de supervisión a los equipos de trabajo de campo, la organización de semanas culturales, de foros de avances de investigación y de evaluación de cada uno de los y las estudiantes de los diferentes grupos académicos, con tal de lograr una superación universitaria. Con respecto a la conformación de los profesores existe una gran diversidad entre los 2800 académicos de la UAQ, pues 1800 son sindicalizados de tiempo libre y de tiempo completo. Los primeros con 5 categorías y los segundos con 8 y con salarios diferenciados según el tabulador.

El eslabón más débil lo constituyen los mil “profesores por honorarios” que ganan aproximadamente, cerrando números, un promedio de cien pesos por hora/clase, no tienen sindicalización, base, prestaciones, están en el limbo laboral y aún después de 10 años de trabajo, con grados académicos, no tienen antigüedad y su contratación es semestral.

En resumen, en la conformación de los profesores universitarios de la UAQ, no hay una unidad monolítica, sino una gama de condiciones, escalafones y diversidades, pero mientras tanto, reciban, todos y todas, mi reconocimiento y felicitación por su labor académica este 15 de mayo.

*Texto publicado originalmente en La Tribuna de Querétaro

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