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Programa Sectorial de Educación: fe y bienestar

El artículo 26 de la Constitución asienta los principios de la planeación democrática, aunque se inspiró en cierto enfoque tecnocrático. Ordena que cada gobierno elabore un Plan Nacional de Desarrollo y programas sectoriales por dependencia. Establece guías, pero deja espacios de autonomía para introducir innovaciones o giros retóricos.

La Secretaría de Educación Pública publicó el Programa Sectorial de Educación 2020-2024 (PSE), en el Diario Oficial de la Federación, el 6 de julio. Es un documento de 126 páginas sobrecargadas que no he terminado de leer. Ergo, esta pieza no es una reseña (que quizá vendrá luego), sólo letras engarzadas al texto.

Aunque el  Programa Sectorial de Educación  se articula en la oratoria de la Cuarta Transformación, cuyo ánimo es separarse de la historia reciente, retoma asuntos que vienen de atrás. Por ejemplo, apoyo a normales y maestros, la escuela al centro, énfasis en el aprendizaje. Incluso, en un pasaje recupera el concepto educación de calidad, que la retórica actual trasfiguró a excelencia.

Dos sustantivos bien pudieran representar espíritu y propósito del Programa Sectorial de Educación, el primero, implícito: fe; el segundo, expreso: bienestar.

El documento enuncia, con corrección a mi juicio, que la corrupción es un mal que se encuentra en el corazón del sistema educativo mexicano: “[…] ha sido un lastre histórico para el desarrollo del país… En el sector educativo, el problema tiene diversas expresiones y la lista es larga: escuelas ficticias, diplomas falsos, carencia de manuales escolares, discrecionalidad en el otorgamiento de becas, venta de plazas, irregularidades en el ejercicio del gasto público y licitaciones a modo”. Lo expresa en tiempo presente.

Luego profiere el credo del grupo gobernante de que la entrega de recursos sin intermediarios de por medio en programas como Jóvenes Escribiendo el Futuro, Becas Elisa Acuña y La Escuela es Nuestra, se agotará la corrupción. Es más, serán instrumentos para que en la escuela empiece la democracia como el poder del pueblo (cualquier cosa que eso quiera decir).

Las transferencias directas de recursos a estudiantes y comunidades escolares, manifiesta con confianza el Programa Sectorial de Educación, acarreará bienestar a los más necesitados.

Además: la Nueva Escuela Mexicana sentará las bases para la regeneración moral del país a partir de una orientación integral basada en valores como honestidad, honradez, ética, libertad y confianza. Sugiere que tales ideales no existían antes.

El Programa Sectorial de Educación también plantea la expectativa para el plazo largo: “Para 2024, la Cuarta Transformación sentará las bases de un proyecto de nación caracterizado por un mayor bienestar de la población donde la educación inclusiva, equitativa y de calidad se posiciona como un pilar fundamental del desarrollo sostenible”.

El propósito es ambicioso, imposible estar en contra de él; sintetiza aspiraciones de pensadores con gran capacidad que postulan la justicia social, la equidad y la inclusión: “Los rezagos en la educación habrán quedado en épocas pasadas. Los resultados del logro del aprendizaje ya no replicarán las desigualdades del contexto socioeconómico, las y los estudiantes demostrarán un sólido dominio de los conocimientos y habilidades, teóricos y prácticos, necesarios para acceder a un trabajo decente y un mejor nivel de vida […] Gracias al equilibrio que se alcance, la población vivirá en un entorno de bienestar. El Sistema Educativo Nacional habrá impulsado la construcción de una sociedad intelectual, democrática, humanista y productiva, con oportunidades para todos”. ¿Quién puede oponerse a semejante designio?

Falta ver si el diseño de objetivos prioritarios, estrategias y acciones podrán conducir a que la SEP y el sector cumplan con lo que plantea el Programa Sectorial de Educación. Sería maravilloso. Aunque, si sólo acaba con la corrupción descrita, será un gran logro.

El tendón de Aquiles del Programa Sectorial de Educación: crisis económica y austeridad republicana. La falta de fondos quizá quiebre la fe y el bienestar quede en ilusión.

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