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Salud escolar e incorrección política

En los últimos tres años, digamos a partir de 2014, la corrección política reside en criticar al presidente Peña Nieto, a la política del gobierno —ya porque se ejecuta, ya porque no— y, en el campo que trabajo, al secretario de Educación Pública, Aurelio Nuño, y la Reforma Educativa. Cierto, la SEP no ha estado lisiada y poco a poco ha propagado los haberes que le supone a la reforma y a la política educativa. La oposición, en consecuencia, ha disminuido, si bien puede resurgir en cualquier momento.

Este lunes, los secretarios de Salud, José Narro, y el citado de Educación Pública, Aurelio Nuño, escribieron un artículo en nuestro Excélsior, “Salud en tu escuela: niños sanos y listos para el siglo XXI”. Mis jóvenes colegas, Laura Toribio y Ximena Mejía, entrevistaron a los altos funcionarios y el panorama del nuevo programa piloto “Salud en tu escuela”, quedó completo (pp.14 y 15, 22/V/17).

Hoy voy a pecar de incorrección política. Me parece bien que la SS y la SEP emprendan dicho programa. Define los problemas de salud pública que padece un buen porcentaje de nuestra niñez, como sobrepeso y obesidad, que afectan a uno de cada tres niños y adolescentes. “Esta situación — escriben Narro y Nuño— aumenta la probabilidad de padecer diabetes, hipertensión, enfermedades cardiovasculares y ciertos tipos de cáncer. Muchos niños, niñas y jóvenes también enfrentan desafíos como las adicciones, el embarazo adolescente, la depresión y el acoso escolar, los cuales afectan su rendimiento escolar e impiden que tengan una vida sana”.

El diagnóstico del problema es nítido. Las dificultades de la pobre calidad de la educación nacen fuera de la escuela —por más que unos quieran echarle la culpa nada más a los maestros— tiene raíces en la familia y en la vida social. El programa que Narro y Nuño anunciaron ataca el asunto de la salud precaria de manera frontal, con énfasis en la prevención y la supervisión. Además, no se echa a andar al parejo. En la primera fase se aplicará en 11 estados, bajo el seguimiento riguroso del Banco Interamericano de Desarrollo que, me imagino, es la organización intergubernamental que se hace cargo del financiamiento.

A juzgar por lo dicho en la entrevista, el enfoque del programa es exhaustivo, incluye salud física, mental y prevenciones. Involucra a otras instituciones del Estado (IMSS e ISSSTE), universidades públicas y privadas y a organizaciones de la sociedad civil, incluso a la Federación Mexicana de Futbol. La participación de las familias me provoca escepticismo, aunque hablan de una estrategia de “padres educadores”.

Narro sintetizó la expectativa de que, pienso, es realizable en el corto plazo: “Queremos tener bien determinadas una serie de actividades para valorar los niveles de salud de nuestra niñez, preocuparnos por ellos, sí, el peso; sí, la talla, pero también en temas básicos que influyen en el aprendizaje, la capacidad visual, la capacidad auditiva, y aprovechar toda la infraestructura que se tiene en la actualidad para prevenir, para detectar tempranamente y para tratar como deban tratarse los problemas que encontremos”.

El programa define los cinco pilares y seis acciones concretas; además, prevé que se orientará a los maestros con acciones de acompañamiento. Este punto me preocupa. No obstante que la mayor parte del trabajo de prevención y diagnóstico estará a cargo de profesionales de la salud y estudiantes de medicina, se incrementará la carga de los maestros. No se trata nada más de ofrecerles entrenamiento específico para detectar problemas, implica más trabajo, desarrollo de nuevas capacidades y la jornada escolar seguirá siendo del mismo tiempo.

El programa se ve promisorio. De seguro que habrá problemas en su ejecución, por eso el pilotaje y la evaluación son cruciales. En lugar de criticar de antemano y asegurar que es una oferta demagógica, pienso que debemos darle seguimiento, vigilar que las secretarías de Salud y de Educación cumplan e informen a tiempo y con veracidad.

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