Ayer hizo 10 años
- Carlos Ornelas
- 23 marzo, 2016
- Opinión
- Educación México
Eran los últimos días de febrero de 2006. Pascal Beltrán del Río me llamó por teléfono para invitarme a participar como editorialista de lo que sería el nuevo Excélsior, o la nueva época de Excélsior. El miércoles 22 de marzo apareció el primer número de esta nueva era, ayer hizo 10 años. Tuve la buena fortuna de que en ese día inaugural, apareciera mi primera colaboración.
En esos primeros días, no entendía la diferencia entre una columna y una editorial. Pensé que tendría la primera. La titulé como Pupitres, política y poder.
El título indicaba la valoración que hago del sistema de educación. Primero, los pupitres, ello encierra el propósito de poner la atención a lo más importante: las implicaciones de las decisiones políticas en las aulas y los actores internos del sistema educativo. Segundo, la política, mi análisis privilegiaría la relación entre personas e instituciones, fines y medios, intenciones y resultados. Tercero, el poder, asentaría mis juicios con el fin de esclarecer qué hay detrás de una determinada estrategia, cómo se toman las decisiones, a quiénes pretende beneficiar y a quiénes favorece en realidad.
No es columna, pero desde hace 10 años, mi editorial aparece cada miércoles y, pienso, cumple con el derrotero que me propuse. A partir de este marzo, tengo otra colaboración los domingos, como Opinión del experto, un poco más breve. Expresa los mismos propósitos, aunque dedicaré algunas de estas piezas a la discusión de un concepto, alguna reseña breve de un libro o artículo o a especular sobre el porvenir. En estos 10 años la Secretaría de Educación Pública (SEP) ha tenido cinco titulares, una mujer y cuatro varones. El Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE) pasó de ser el guía de la educación básica y normal, a remar en la retaguardia. Con el arresto de Elba Esther Gordillo y la “reconquista” del Instituto Estatal de Educación Pública de Oaxaca —que implicó una derrota, que no la definitiva, de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE)—, el gobierno federal tomó la iniciativa en el sistema educativo, aunque no su control; no todavía. Los asuntos del poder han estado movidos.
El Congreso federal y las legislaturas estatales han reformado el artículo tercero de la Constitución y nuevas leyes de educación afirman cambios legales; los más recientes más radicales. El Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación dejó de ser dependencia de la SEP; hoy tiene autonomía constitucional, que no significa independencia total; es un actor de primera línea. Las organizaciones civiles, con Mexicanos Primero como la más belicosa, si no conquistó la “tercera silla” en las negociaciones entre la SEP y el SNTE, invadió el espació público; hoy, representa un papel inédito. La política no ha tenido reposo.
No afirmo que los juegos del poder y las mudanzas políticas no toquen a los pupitres. Lo han hecho, pero sin profundidad, sin aliento de cambio sustancial. Cierto, los docentes pasaron por la parafernalia de la enseñanza por competencias y estándares, a procesos de evaluación que, en lugar de invitarlos a participar con ahínco en la construcción de un mejor sistema educativo, los enajena, se sienten objetos, no sujetos. Están llenos de dudas y de zozobra.
Las propuestas de reforma de estos años, la Alianza por la calidad de la educación en 2008 —que duró menos de un suspiro— y la que promueve el gobierno de Enrique Peña Nieto, han tocado la estructura institucional y modificado ciertas tradiciones perversas —como la herencia y venta de plazas— pero no ha penetrado en la cultura magisterial.
Para que las reformas sean profundas, pienso, es forzoso que tengan consecuencias en los elementos que simboliza la metáfora de los pupitres. Si los mandatos constitucionales, las normas y cambios en la organización no arriban a las aulas y los maestros no acogen sus postulados, las reformas se quedarán en la superficie, por más que se diga que las escuelas están en el centro.
En 10 años la educación nacional no ha tenido sosiego. Espero que los valores de democracia, justicia social, igualdad e independencia plasmados en la Constitución iluminen los pupitres, comparezcan en las aulas. Claro, sólo sucederá si quienes pujamos por una educación democrática y equitativa tomamos la iniciativa. Los educadores, sentenció Paulo Freire, nunca debemos perder la esperanza de una educación mejor. Sostengo mi optimismo crítico.
¡Los 10 años siguientes serán cruciales!