Eduardo-Backhoff

Escuelas de tiempo (in)completo

Mucho se ha criticado sobre la cancelación del Programa de Escuelas de Tiempo Completo (PETC), que estaba destinado a ayudar a las poblaciones escolares más vulnerables del país, a través de: proporcionar alimentación a los estudiantes y extender la jornada escolar hasta ocho horas. El PECT atendía a cerca de 27 mil escuelas y 3.6 millones de escolares, de los cuales 1.6 millones recibía alimento. En su mejor momento tenía un presupuesto de 11 mil millones de pesos anuales que, con este gobierno, fue reducido a 5 mil millones para después cancelarlo. La secretaria de educación pública justificó esta decisión —que fue avalada por la Cámara de Diputados (con mayoría morenista)—, con el argumento que el recurso pasaría al programa La Escuela es Nuestra para destinarlo a mejorar la infraestructura y servicios de las escuelas. Ante la fuerte crítica social, el presidente de la República comentó que, toda vez que el PETC operaba ineficazmente, el dinero del programa se les daría directamente a los padres de familia y a los alumnos (lo que está por verse).

Las críticas por la cancelación de este programa se han concentrado en cinco temas: 1) se les quita a los escolares más pobres un alimento al día, 2) los escolares ya no podrán hacer su tarea en la escuela ni podrán aprender artes, deportes e idiomas, 3) las madres trabajadoras no tendrán dónde dejar a sus hijos mientras laboran, 4) los docentes no tendrán la paga extra del horario extendido y 5) se perderán los niveles de aprendizaje que se habían logrado con el programa. Al respecto, Felipe Martínez Rizo (Blog de Nexos, 30 de marzo) nos recuerda que la duración de la jornada escolar es un tema importante por sí mismo y que la evidencia científica muestra que los países más avanzados cuentan con jornadas más extensas (hasta de 8 horas) y tienen mejores resultados educativos que aquellos cuyas jornadas son más cortas, como es el caso de México con apenas 4 horas y media al día en educación primaria.

Para entender cabalmente la importancia que tiene el tiempo de instrucción en la eficacia escolar, debemos partir de la premisa de que el nivel de competencia que desarrollan los estudiantes está estrechamente relacionado con las oportunidades para aprender; que se traducen en la cantidad y calidad de la instrucción que reciben. Por supuesto, existen otros factores que afectan el aprendizaje de un alumno como sería la motivación, dedicación y capacidades para el estudio, así como el nivel sociocultural de su familia.

La importancia del tiempo de instrucción está ampliamente documentada. Por ejemplo, en un estudio realizado con los resultados de aprendizaje del Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación (INEE) se encontró que las tres variables que explican las diferencias de aprendizaje entre escuelas de bajos recursos son: 1) que los docentes asistan a clases, 2) que lleguen temprano y 3) que no se salgan del aula. Estas tres variables tienen que ver con el tiempo de instrucción de los estudiantes (independientemente de su calidad). Cuando se analizaron las variables de los estudiantes, se encontró un resultado equivalente: su nivel de asistencia, puntualidad y dedicación a las actividades escolares resultaron factores que explican en gran medida su aprovechamiento escolar.

Si bien es cierto que el tiempo de la jornada escolar es muy importante, también lo es el número de días efectivos al año que trabajan las escuelas. Ambas variables determinan la cantidad de horas de instrucción que los estudiantes tienen en un ciclo escolar, lo que es un indicador de las oportunidades de aprendizaje reales que tienen los escolares en un país. Por supuesto, hay que reiterar que es importante considerar la calidad de dichas oportunidades. Sin embargo, en igualdad de condiciones, el tiempo de instrucción resulta un factor de gran relevancia para lograr que los estudiantes aprendan.

Las escuelas primarias públicas de México tienen un calendario escolar muy corto que se reduce aún más por los días de asueto y “puentes”, los días económicos de los docentes, los viernes de Consejo Técnico Escolar y los paros y huelgas magisteriales. Además de que la jornada escolar es muy reducida, tampoco se aprovecha cabalmente, ya que es común que se pierdan entre 10 y 15 minutos al inicio de clases y otros tantos al final del día escolar. Si, además, le agregamos el tiempo de recreo y el que se necesita para retomar la instrucción después del receso, una estimación del tiempo efectivo de clases estaría cercana a 3 horas y 45 minutos; tiempo muy inferior al que destinan las primarias particulares (de 6 horas diarias).

Por lo anterior, resulta paradójico que en México se elimine el PETC, en vez de alargar la jornada de todas las primarias públicas y, con ello, superar el tiempo incompleto que le dedican las escuelas públicas a la instrucción.

 

Presidente del Consejo Directivo de Métrica Educativa, A.C.
@Eduardo Backhoff
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