Uno de mis colegas en la Universidad Autónoma Metropolitana me criticó por la conclusión de mi artículo del miércoles pasado: “Vivimos en una política esquizofrénica: centralista cuando se puede, federalista cuando no”. Me dijo que la frase no se justificaba en el texto, que era para iniciados, no para todo público. Mas coincidimos en que el Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación sigue gobernando en la enseñanza básica, que recuperar la rectoría de la educación fue, en el mejor de los casos, una ilusión del gobierno de Peña Nieto y, en el peor, un ardid diseñado para tener buena prensa.
La esquizofrenia se manifiesta por la política de doble enfoque. Por una parte, el gobierno y el Congreso federales lograron en pocos meses un diseño centralista del sistema educativo mexicano. Las leyes del Servicio Profesional Docente y del Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación son generales, de aplicación uniforme —se supone— en todo el país. Además, se reformó la Ley de Coordinación Fiscal para recentralizar el pago de la nómina. Con eso y el Sistema de Información y Gestión Educativa, se dijo, la rectoría de la educación estará en el gobierno federal, y la Secretaría de Educación Pública dejará de ser un archipiélago. En legislar, el centralismo rindió frutos; se pudo.
Sin embargo, al momento de ejercer facultades, sucede que la SEP y la Secretaría de Hacienda arguyen que “debido a que el Acuerdo nacional para la modernización de la educación básica, firmado en 1992, establece que los gobiernos de las entidades son los patrones del magisterio, ya que se descentralizó la educación, son ellos quienes deben pedir a la secretaría federal que se les descuente a los maestros que se ausentan” (Excélsior, 11 de enero). Ahora, cuando no se puede, el gobierno central es federalista.
No me cuadra que el acuerdo de 1992 prime sobre la Constitución y las leyes generales. Mi colega encontró una explicación para los casos de Oaxaca, Guerrero y Michoacán: el gobierno tiene miedo de los maestros disidentes. Y abundó sobre el pasmo después de Iguala y de cómo las policías locales y la federal —y hasta el Ejército y la Armada— nada más atestiguan los desmanes que aquéllos hacen.
De acuerdo. Este es un gobierno medroso, lánguido. No se atreve a aplicar la ley. No hablamos de represión, sino de salvaguardar la legalidad y de protección a la ciudadanía. Vamos, ni siquiera intenta imponer sanciones administrativas. Los violentos de esos estados seguirán sin ir a clases, tomarán autopistas, bloquearán aeropuertos y proseguirán recibiendo sus sueldos. Total, si hay descuentos, la Secretaría de Gobernación se los restituirá.
En el otro extremo, el panorama tampoco es halagüeño. Ningún gobierno local pedirá a la SEP que deje de pagar el salario a los absentistas y a los aviadores. La colonización que hizo el SNTE de las dependencias de educación en los estados demuestra que el sindicato rige en la educación básica y normal. El gobierno y el Congreso federales le concedieron un año de gracia y así consiguió arreglar a modo las plantillas de cada entidad. Los aviadores ya tienen asignación. Los comisionados y quienes “poseen” más de tres puestos seguirán en la nómina, aunque ya no estén frente a grupo. Tal vez el caso de Nayarit pueda explicar lo que pasa en todo el país. Las plazas del cacique Liberato Montenegro se “compactaron” en una sola retribución administrativa. Lo mismo que las de sus familiares y allegados.
Ni el Estado retomó la rectoría de la educación ni la SEP dejó de ser un archipiélago. Y no es que el gobierno le tenga miedo a los herederos de Elba Esther Gordillo, tal vez los quiera de aliados. El 2015 es un año electoral, la maquinaria del SNTE continúa intacta y seguirá siendo un panal de votos. Entonces, dirán en Los Pinos, en el PRI y en Gobernación —y tal vez también en la SEP— no hagamos enojar a nuestros amigos; ya llegamos hasta donde se pudo con la Reforma Educativa; es tiempo del adiós.
Si retomar la rectoría de la educación no fue un sueño; entonces fue una engañifa ¡Esquizofrenia pura!
Retazos
Este es un país de un solo hombre. A fe mía que ni la SEP ni la Segob actúan con independencia. El Presidente es el responsable de que su reforma no avance.
*Académico de la Universidad Autónoma Metropolitana