Planea: el primer trauma
- Carlos Ornelas
- 18 noviembre, 2015
- Opinión
- resultados Planea 2015
Las pruebas estandarizadas —es cierto— producen conocimiento al detalle sobre asuntos cruciales de la educación. Sin embargo, es raro que sus resultados tengan consecuencias constantes en el hacer de la educación. La difusión de los resultados de las primeras pruebas internacionales, como el Estudio de las Tendencias en Matemáticas y Ciencias (TIMSS, por sus siglas en inglés), presentaron ciertas novedades, pero nada extraordinario.
En cambio, la difusión de los primeros exámenes del Programa Internacional para la Evaluación de Estudiantes (PISA) produjo revuelos en varias partes del mundo. En Alemania se hablaba del trauma PISA (PISA shock) porque el público alemán estaba convencido de que su sistema educativo era el mejor del mundo, pero sucedió que sus adolescentes —según ese examen— padecían de deficiencias en conocimiento y habilidades en matemáticas y lengua, algunos comparables con países con menor desarrollo económico y educativo. Lejos de los países líderes, Finlandia y Corea.
En Alemania y Japón, las autoridades tomaron cartas en el asunto y aceleraron reformas educativas que ya estaban en marcha, aunque los grupos conservadores se apoyaron en PISA para empujar por fines políticos más allá de las escuelas. En otros países, como México, los resultados de PISA no sólo han servido para alimentar la retórica y adornar documentos, sino también para crear instituciones e impulsar más evaluaciones estandarizadas. Éstas, al final de cuentas, ofrecen pormenores, pero no tienen efectos positivos en la práctica escolar.
La prueba Examen Nacional del Logro Educativo de los Centros Escolares tuvo secuelas en la práctica, pero no en el sentido esperado. Al asociar los resultados de los exámenes de los niños con la recompensa monetaria, vía la Carrera Magisterial, sembró incentivos perversos que fructificaron en un medio donde la ética laboral se rige con base en tradiciones patrimonialistas y clientelares que —a lo largo de décadas— debilitaron la moral de muchos maestros.
Mis colegas investigadores de la educación documentaron cómo esa ética degeneró en que los maestros bajo su influjo —en el mejor de los casos— dedicaran sus esfuerzos a enseñar a los niños a responder las pruebas, no a que aprendieran cosas útiles para la vida. En el peor, los instruían a trampear y por esa vía legitimar la chapuza. Copiar, plagiar, piratear, devinieron atributos legítimos. El alumnado aprendió, pero no lo correcto, menos lo virtuoso.
Por buenas razones, la Secretaría de Educación Pública sustituyó a ENLACE por una prueba nueva llamada Plan Nacional para la Evaluación de los Aprendizajes. Nadie en su sano juicio, ni el más optimista de los funcionarios, esperaba que los resultados fueran óptimos, pero tampoco que fueran tan bajos. Fue un trauma. Además, no dicen nada que no se supiera: que los niños pobres, de las regiones pobres tienen un pobre aprendizaje.
Voy a avanzar una conjetura del porqué los resultados fueron más bajos de lo que ENLACE reportaba. En éste, los maestros motivaban a los alumnos —no siempre con el afán de mejora— a que respondieran e hicieran su mejor esfuerzo porque el resultado afectaba los bolsillos de los docentes.
Planea no ofrece ese incentivo a los maestros. Éstos no les explicaron a los niños el valor de aplicarse en la prueba y no hubo nadie que los motivara ni les brindara información sobre ese examen; acaso los maestros tampoco lo sabían. El único incentivo que tuvieron los alumnos en este primer ejercicio fue que al terminar la prueba podrían retirarse. Hubo estudiantes que respondieron en 17 minutos.
Por supuesto que el trauma de Planea no se compara al PISA shock, aunque no sería mala idea. No basta que el secretario Nuño exprese que el informe de Planea justifica la aspiración de Reforma Educativa. Si en verdad se quiere mejorar la educación, urge un overhaul del sistema. Para que los niños aprendan lenguaje y matemáticas (las bases de todo) se necesita hacer ejercicios, encargar tareas, calificarlas y corregir cada pieza. Los maestros no tienen tiempo —ni el entrenamiento— para ello. Ni los alumnos —ni sus familias— la disciplina para realizarlas.
RETAZOS
Las telesecundarias dieron la sorpresa. Sus alumnos tuvieron menos fallas que sus congéneres de generales y técnicas. Fue porque los pobres de Chiapas, Oaxaca y Guerrero no le entraron a Planea. Cuando intervengan, las aguas volverán a su nivel, perecía ser el mensaje del INEE.