Sobre el oficio de enseñar, no cualquiera puede ser docente
- Pluma invitada
- 21 mayo, 2018
- Opinión
- jesús adriano
*Jesús Andriano
Al inicio de la presente administración se anunciaron diversas reformas estructurales, dentro del marco de los acuerdos y compromisos generados en el pacto por México; la resolución dio pauta, a lo que ahora conocemos como reforma educativa, cuya intención fue configurar en la sociedad la idea de mejorar los aprendizajes y por ende los resultados educativos de los estudiantes; se acentuó la intención de idoneidad de los docentes argumentando la quimera de que cualquier profesionista pudiera ser docente y dejando en segundo término el modelo curricular, los materiales y métodos educativos, así como la organización e infraestructura de las escuelas.
Independientemente de la idoneidad que estableció la política educativa, el papel del maestro no puede delimitarse al cumplimiento de parámetros o indicadores de desempeño que configuran un estereotipo docente. La diversidad y necesidades de la sociedad suelen determinantes para configurar el papel del docente en el contexto, en un sistema educativo con de más de 25 millones de alumnos, distribuidos en 251,769 planteles de educación básica, y en la que laboran cerca de dos millones de maestros de acuerdo a datos del (INEGI, 2016) el rol de la docencia tiende a ser diverso y por lo tanto complejo, ante un escenario de idoneidad de una política educativa.
La ocupación habitual del maestro gira alrededor de la escuela, un buen maestro, no es aquel que aprueba una evaluación de ingreso, promoción o permanencia; la palabra maestro se asocia al viejo oficio de enseñar, del vocablo latino officium, resultado de la contracción opificium (de opus y ficium) por lo que puede decirse que confluye su significado con el termino artificium, de artifex (ars y facio) artesano. La labor del maestro lejos de asumirse como un oficio artesanal, representa una cultura enraizada en la práctica de libertad de pensar, e instruir a una sociedad; es asumir la responsabilidad para generar, mediar u orientar nuevos aprendizajes en quien anhela conocer, indagar o transformar su pensamiento; educar no es transferir, es posesionarse de la realidad, con la finalidad de establecer un área de oportunidad en el alumno.
Ante las condiciones en las que configura la idoneidad del docente en la presente administración, el rol de la docencia se desdibujo a finales del siglo anterior, la imagen del maestro fue señalada como la causa de los bajos resultados de los alumnos, la condición del docente fue cuestionada no por sus atributos didácticos, sino por aspectos que no son propios de la educación. A principios del siglo XX, pertenecer al sistema educativo como maestro, se consideraba un privilegio que permitía a los interesados la incorporación a un ámbito socialmente respetable al que se aludía la pertenencia por enseñar. Hoy en día, el trabajo docente, ha sido calificado como un trabajo de riesgo; no solo por considerarse una actividad que implica sobrecarga de tareas académicas y administrativas, sino por la implantación de una reforma que hasta el momento es cuestionable en lo educativo.
Si bien la práctica hace al maestro, es la política la que determina los aspectos mínimos para desempeñarse como docente, una política establecida para la contratación no pude puntualizarse como propuesta de mejora educativa; un buen maestro dice Tenti Fanfani, es una combinación históricamente variable de vocación, cualidades morales, conocimiento pedagógico y conocimiento científico; que se reconoce en el actuar y se configura de manera compleja. Las aulas son espacios privilegiados donde el docente puede construir interpretaciones acerca de la realidad, y abrir el imaginario y para vislumbrar la posibilidad transformar a la sociedad.
Stenhouse refiere, que el acto de la docencia es un aspecto de corte investigativo, donde cualquiera que desee saber una cosa, no tiene otro medio de lograrlo, que no sea entrar en contacto con ella, en este sentido la docencia se vive, se práctica, se construye, se reflexiona y por lo tanto se transforma en un ir y venir de acciones, de ideas y conceptos, donde el perfeccionamiento de enseñar es un entramado de diferentes circunstancias y no puede valorarse solo por el carácter pragmático de una evaluación, ni por la atención de ciertos parámetros e indicadores de un documento rector, enseñar no es transferir contenidos, sino crear las posibilidades para su propia producción, el enseñar está vinculado al aprender, enseñar no existe sin aprender y viceversa
Ser maestro implica dejar de responder sobre aquello que ya está objetivado, educar es un proceso de interacción y validación de la información como un elemento constitutivo de aprendizajes individuales. La docencia es una profesión emocionalmente apasionante, profundamente ética e intelectualmente exigente, cuya complejidad solamente es vivida por quienes solemos poner el cuerpo y el alma en el aula. – Michael Fullan y Andy Hargreaves
*Docente investigador interdisciplinario de la Escuela Normal de Tecámac. Colaborador de Voces Normalistas