Un diálogo con Miguel Ángel Santos Guerra: La negociación se relaciona con la ética, el aprendizaje, el rigor y la mejora.

Lourdes González

El Dr. Miguel Ángel Santos Guerra es catedrático de la Universidad de Málaga desde 2013. Director de colecciones de libros sobre educación. Ha escrito más de 50 libros como autor único, otros como coordinador. Cuenta con más de 100 capítulos de libro y prólogos. Es autor de más de 1000 artículos especializados en temas de organización escolar, evaluación educativa, gestión directiva, género, participación formación del profesorado e innovación educativa…y sus textos han sido traducidos en otros idiomas. Y ha aceptado varias entrevistas que llevan frases de su autoría, tales como: Que tu escuela sea mejor, porque tú trabajas en ella.

Miembro del consejo científico de varias revistas españolas y de revistas extranjeras. Miembro del consejo social de la ciudad de Málaga, presidente de la mesa de bienestar social, educación y participación. Consejero de honor del consejo de protección de la infancia. Consejero de la OCU. Miembro del consejo escolar de Andalucía. Rotario honorífico del club Málaga Corporate.

Profesor en todos los niveles educativos, vicedecano y director. Director de congresos y de numerosas investigaciones.

El profesor investigador, Miguel Ángel Santos Guerra, me concede una entrevista para hablar sobre la negociación y su articulación con la investigación, tema de uno de sus libros, que lleva por título, “La negociación, piedra angular de las investigaciones y de las evaluaciones (Editorial Narcea. Madrid)

Dr. ¿Qué es lo que podemos encontrar en el texto?

El libro es fruto de muchos años de trabajo colmados de investigaciones y evaluaciones. El texto surge además, como producto de haber dirigido 31 tesis doctorales, calificadas con sobresaliente cum laude, coordinado numerosas investigaciones con mi grupo consolidado de investigación de la Universidad de Málaga (España) y realizado evaluaciones de reformas, de instituciones, de experiencias…

En todos los casos, he tenido cuidado con los procesos de negociación. Y justo, de eso habla mi libro, de cómo y por qué se debe realizar la negociación inicial, la de proceso y la de informe.

¿Por qué es importante? Porque tiene que ver con cuatro dimensiones: la ética, el aprendizaje, el rigor y la mejora.

Es muy importante que se practique la ética para quienes son sujetos de investigación, es decir, que conozcan los fines, las reglas, la garantía del anonimato, lo que se les pide, la participación en la discusión de los informes…

En una investigación, siempre se elabora un documento de negociación inicial, en el que se explican los fines, las condiciones, los plazos, las contribuciones, la negociación, entre otros. Es así que, el documento, lo firman tanto el responsable del equipo de investigación, como los responsables de quienes participan en la evaluación o en la investigación.

Cabe agregar que, el diálogo con los participantes, sujetos de estudio, permite mejorar el aprendizaje de quienes investigan. Y es necesario añadir, que aprenden los investigadores y aprenden los participantes. 

Cuando los participantes se sienten protagonistas de la investigación o de la evaluación, el rigor está garantizado. Porque no se sienten amenazados por la investigación (o la evaluación) sino comprendidos y ayudados por ellas.

Y, finalmente, cuando hay negociación de los informes es más fácil que se produzca, la mejora a través de la aplicación del conocimiento encontrado.

En el libro se explica cómo puede llevarse a cabo la negociación en todas sus fases. Y pongo numerosos ejemplos para que el lector (o la lectora) vean claramente cómo puede llevarse a cabo.

Hay un capítulo especial, que se titula, “La flecha ética”, en el que explico en qué consiste y expongo dos casos (uno de Bolivia y otro de España) en los que se ejemplifica cómo se rompe esa importante dimensión de las evaluaciones y de las investigaciones.

¿Cómo entender a la negociación como piedra angular en la investigación?

La negociación es un buen antídoto contra los abusos del poder. La negociación empodera a las personas que transitan por el sistema educativo.

En el buen entendido de que la negociación no es un regalo que le hace quien tiene poder a quien no lo tiene sino un derecho y un deber de los participantes.

La participación no debe estar recortada, ni manipulada, ni retrasada, ni trucada. En el libro, “Arte y parte. Desarrollar la democracia en la escuela”, hablo de las exigencias y de las trampas de la participación. También he abordado esta cuestión en el libro “El crisol de la participación”.

En el libro, hay un largo capítulo destinado al cultivo de las cualidades de quien participa en estos procesos. La negociación se aprende y exige saber escuchar, dialogar, argumentar, respetar y ceder.

La negociación también impacta a las políticas educativas. Creo que la política educativa debe estar guiada por un diálogo permanente entre los legisladores y los profesionales de la educación. La política no puede fraguarse en los despachos ministeriales, sin el conocimiento, el diálogo y la negociación con la comunidad educativa.

La política educativa no se puede realizarse a espaldas de sus protagonistas. Pienso que la política educativa no tiene que estar especialmente preocupada por prescribir. La escuela no cambia por decreto. Esa dinámica se sustenta en dos principios de carácter negativo: como no lo saben hacer, expliquémoslo en una ley y como no lo quieren hacer, obliguémosles por ley.

A mi juicio, el papel de la política es garantizar una formación de calidad, organizar la escuela de forma racional y procurar que existan buenas condiciones para que la práctica sea de calidad.

La política educativa tiene que dignificar ante la sociedad la profesión docente porque es fundamental para el desarrollo de los individuos y para la transformación de la sociedad.

El tema de la negociación tiene importancia ante el compromiso de la agenda 2030 de no dejar a nadie atrás, ¿Tenemos avances en este tema?

Yo me muestro siempre optimista respecto a los avances. Se sabe que el aprendizaje no se produce cuando alguien quiere enseñar, sino cuando alguien quiere aprender. Hoy se sabe que el verbo aprender, como el verbo amar no se pueden conjugar en imperativo. Hay que enseñar desde el cerebro del que aprende.

El gobierno, las instituciones y los docentes tienen que remar en la misma dirección. Lo cual significa que hay que mejorar los procesos de negociación para la selección y la formación del profesorado. Cabe agregar, que se tiene la buena noticia de que las instituciones gozan de mayor autonomía curricular y organizativa y que tenemos cada vez más docentes entregados a la tarea de ejercer con pasión la autocrítica y abrirse a la crítica para poder mejorar.

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