Los encabezados de periódicos, las notas en la prensa y los medios que tratan asuntos de la educación están cargados de diatribas contra la Reforma Educativa, broncas sindicales y expectativas sobre el nuevo gobierno. De esas fuentes abrevamos quienes nos dedicamos al análisis periodístico de la educación. El panorama, por lo general, se mira espinoso.
Hay un refrán popular que reza “una de cal por las que van de arena”. La referencia a la argamasa para la construcción es patente, las dos son necesarias para edificar algo. No obstante, cuando traté de encontrarle un sentido más a fondo me encontré con el asunto de saber cuál es la cal y cuál la arena. Me deje seducir por el sentido común. La cal es perjudicial para la salud, no se debe respirar porque causa daño. La arena, al menos en su estado natural, no lo es. Así que ajusté mi mente y decidí que las malas vibras en la prensa y los medios son pulgaradas de cal y las buenas ondas son de arena. En los últimos días, aunque no en espacios sobresalientes, la prensa informó de tres eventos (lo digo por su eventualidad) que siembran algo de optimismo en el futuro y concilia mi mente con los rasgos positivos de la educación nacional, que son muchos, aunque se mencionen poco. Mis colegas periodistas las refieren como buenas noticias. Van tres.
Una. El estudiante mexicano del Colegio de bachilleres de Hermosillo, Sonora, Óscar Ernesto Angulo Flores, obtuvo medalla de oro en la décima edición de la Olimpiada Latinoamericana de Astronomía y Astronáutica, que se realizó del 14 al 20 de octubre en Asunción, Paraguay. Además, logró una mención especial por haber resuelto el mejor examen teórico de toda la competencia, que reunió a estudiantes líderes de 11 países de Latinoamérica en esta rama de conocimiento. Sobresalió entre más de 30 participantes (Excélsior, 23/10/2018).
Dos. El estudiante mexicano Alejandro Jiménez Sánchez recibió el premio a la mejor tesis de doctorado de 2018 en el Instituto de Investigación sobre el Cáncer de Cambridge en el Reino Unido. Este joven obtuvo su doctorado gracias a una beca del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología. Realizó un estudio sobre la forma en que el sistema inmunológico puede reconocer la amenaza de las células de un tumor cancerosos y luego proceder a combatir el mal (Excélsior,30/10/2018).
Tres. Jonathan Sánchez, estudiante mexicano de 20 años, obtuvo el segundo lugar en un concurso realizado por la NASA. La competencia fue para buscar materiales de nueva creación aptos para su uso en transbordadores. Este estudiante, oriundo de Tultepec, se impuso a casi 40 estudiantes de otras naciones. Estudia Ingeniería Aeronáutica en la Universidad Politécnica Metropolitana de Hidalgo. Un equipo conformado por alumnos de Hungría y de Estados Unidos ganó el primer lugar (Televisa.News 9/11/2018).
Por supuesto, como lo comentamos en la radio Pascal Beltrán del Río y yo, el talento y esfuerzos individuales de esos mexicanos son los componentes principales de su éxito. Pero en su formación y entrenamiento contaron con maestros que los guiaron —e inspiraron— en instituciones del sistema educativo mexicano. Docentes que remontaron ambientes hostiles o indiferentes y encontraron respuesta en estudiantes que decidieron liberar su potencial.
El caso de Alejandro Jiménez Sánchez ilustra que los fondos que el Conacyt dedica a becas de posgrado ofrecen resultados y que cada tesis, aunque no gane premios, fortalece el desarrollo científico del país y quienes las realizan acaso contribuyan al conocimiento universal y a resolver problemas prácticos.
Hay muchas buenas prácticas que desconocemos, pero que, para seguir con la metáfora, pueden esparcir arena en un enredo de cal.