Cañada Honda, Aguascalientes. Combates por el Normalismo Rural

Hallier Arnulfo Morales Dueñas*

Las Escuelas Normales Rurales son un proyecto educativo que nace en 1922, un año después que la Secretaría de Educación Pública (SEP). Pronto se convirtieron en el laboratorio pedagógico de la revolución. Reeducar a la población del campo encaminó sus pasos desde el inicio. Destinadas a formar profesionalmente a hijos de campesinos, obreros, gente humilde y por lo general, ajena al mundo de la escolaridad. En 1939 inicia funciones la Escuela Elemental Agrícola, tres años después convertida en Normal Rural en Cañada Honda, Aguascalientes. Desde su llegada, ha sido una escuela de mujeres, lo cual rompió barreras históricas, educando a mujeres, campesinas y pobres.

El levantamiento en armas del profesor normalista Arturo Gámiz en la sierra de Chihuahua en 1965 fue la fisura utilizada por el Estado para orquestar toda clase de leyendas en contra de las Normales Rurales que pretende mostrar una imagen de centros de inestabilidad y delincuencia. Falsa visión que las acompaña cuando menos desde 1938. La epopeya cobró factura. La unidad nacional del sexenio de Ávila Camacho se tradujo en censura del activismo que las vio nacer. El gobierno de Díaz Ordaz no dudó en tacharlas de nidos de guerrilleros donde se incubaban los filósofos de la destrucción. Las autoridades han apostado a desacreditar la idoneidad de estas escuelas no por sus resultados sino por sus creencias, envueltas en un manto de calumnias. En 1969 apenas unos meses después lo ocurrido en Tlatelolco fueron cerradas 14 de 29 de sus escuelas.

Los argumentos oficiales han disfrazado las verdaderas motivaciones de la autoridad, no les interesa educar a los pobres para convertirlos en ciudadanos sino en siervos. Tanalís Padilla es contundente al denunciar la razón del obstinamiento del estado contra las normales rurales: “la amenaza sigue en pie porque las normalistas no mantienen el carácter sumiso con que debieran comportarse los pobres, y eso no se les perdona”. El calendario social mexicano cada vez está más apostillado por fechas trágicas. En él se ubican: Madera en 1965, Tlatelolco en 1968, el Halconazo de 1971, Ayotzinapa en 2014, ¿estamos a la espera de Cañada 2017?

El pasado viernes 9 de junio al rededor de las 5 pm, dos autobuses transportaban a normalistas de Michoacán que se dirigían a su natal estado, cuando, a la altura del tercer anillo periférico, fueron interceptados por policías estatales y municipales, quienes sin notificación alguna comenzaron a quebrar vidrios de las unidades y finalmente, bajaron a los michoacanos que sin trámite de por medio fueron torturados.

La tortura ha sido utilizada como plataforma para contener la protesta social, los normalistas fueron atacados con perros y con armas de descarga eléctrica llamadas chicharras (prohibidas por la Convención Interamericana para Prevenir y Sancionar la Tortura), estos ataques desproporcionados, cometidos por la autoridad del vecino estado de Aguascalientes no pueden ser omitidos.

El telón de la impunidad no debe ser la respuesta a una demanda legítima. Terror y sabotaje, mancuerna que hoy hostiga a la normal rural de Cañada Honda. Días aciagos y desteñidos marcados por los cortes de luz, suspensión de alimentación, retenes policiales, intimidación, acoso, detenciones arbitrarias, golpeados, privación ilegal de la libertad, intimidación. Coctel de mano dura que el estado ofrece como respuesta a las peticiones juveniles.

Las Normales Rurales tienen memoria. En 2004 se cerró el internado de la Normal Rural del Mexe, Hidalgo. En 2008, cuatro años después desapareció, por no tener nuevo ingreso. Disminuir matrícula es el primer paso. Los estudiantes lo saben.

Las población se ha polarizado, al percatarse de la congregación de estudiantes que a pesar de la inocencia y sencillez que expresan sus rostros, son capaces de enarbolar consignas y vehementes manifestaciones públicas en defensa de sus escuelas normales rurales. Los ciudadanos tienen la libertad de elegir estar a favor o no de las manifestaciones públicas pero eso no otorga la legitimidad para justificar el terror, la calumnia y el miedo como horizontes de políticas públicas en materia educativa. Ante la embestida mediática de odio y clasismo que apunta contra Cañada Honda, no debemos callar. Una exalumna de Cañada lo dice bien “esto no es una lucha de fuerzas”, nunca lo ha sido, es el resultado de una historia de olvido y resistencia que aún no termina.

* Licenciado en Educación Primaria por la Escuela Normal Rural “Gral. Matías Ramos Santos” de San Marcos, Zacatecas; Maestro en Filosofía y Doctor en Historia por la Universidad Autónoma de Zacatecas (UAZ).

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