El trabajo en equipo y la inclusión educativa en el salón de clases

Sergio Martínez Dunstan

José, maestro del 3er Grado Grupo “B” de la Secundaria Benito Juárez, compartió las secuencias didácticas que tiene previstas para este periodo escolar, en la Sesión del Consejo Técnico de Escuela. Traía en mente poner en práctica la técnica de aprendizaje entre pares porque le brindaría la posibilidad de enseñar algunos contenidos temáticos de difícil comprensión para sus alumnos. Aunque tenía dudas de elegir entre el aprendizaje colaborativo o el aprendizaje cooperativo. Suponía que la diferencia conceptual entre ambos radicaba en el grado de autonomía que se le otorgue a los jóvenes. Intercambió opiniones con sus colegas al respecto y les pidió algunos consejos para organizar sus grupos en equipos de trabajo.

1.- Isabel comentó que, en su experiencia, le ha resultado poco útil hacerlo de manera aleatoria, aunque fuera una cantidad igual de integrantes, porque el nivel de interrelación entre ellos dependía fundamentalmente del alumno más dispuesto a asumir el liderazgo mientras los demás, aportaron poco.

2.- Esther recomendó tomar en cuenta el género de manera equilibrada. Una cantidad similar de hombres y de mujeres en la medida de lo posible.

3.- Gabriel aconsejó considerar los gustos de los alumnos. Tomar en cuenta su opinión sobre el tema y sus compañeros.

4.- Mario propuso dispersarlos de acuerdo con el dominio en el tema en grupos distintos. Algunos se distinguen por poseer aptitudes sobresalientes.  

5.- Alicia, de igual manera, señaló la conveniencia de una explicación previa, aprendizaje por instrucción directa, y después explicar la actividad, el propósito de la misma, el trabajo que se elaboraría así como la forma de evaluarla.  

6.- Carmen le pidió dar seguimiento al desarrollo de la actividad escuchando las intervenciones individuales y apreciando las relaciones entre los miembros.

La lluvia de ideas le enriqueció su marco referencial. Le resultaron muy interesantes y útiles la opinión de sus colegas. A manera de conclusión, y para reafirmar su  conocimiento, resumió: es conveniente conformar los equipos de trabajo con alumnos diversos según su género, edad, preferencias, talentos, entre otros criterios, con la intención de propiciar el aprendizaje profundo. De esta forma, se fomentaría la interacción y se enriquecería la participación individual y colectiva. Es adecuado adaptar el sistema de enseñanza al ritmo de aprendizaje de los educandos. De lo contrario, resultaría contraproducente.

Además de alcanzar el aprendizaje esperado curricular del campo de formación académica, en esta caso el aprendizaje esperado, resaltó las siguientes ventajas:

1.- Se igualarían las oportunidades de aprendizaje por parte de sus estudiantes,

2.- Se propiciaría la interdependencia,

3.- Se fortalecería la cohesión del grupo.

El diseño y la implementación de estrategias didácticas incluyentes es una buena práctica para favorecer la inclusión educativa en el aula. Para este fin, es resulta provechoso tomar en cuenta las necesidades, capacidades y preferencias de los alumnos. La enseñanza incluyente es un gran apoyo para inclusión educativa.  

El Modelo Educativo para la educación obligatoria (http://bit.ly/2vFZcXh) busca “lograr que todos los estudiantes, sin importar su género, origen étnico, cultural, o condición de discapacidad, tengan una educación de calidad y desarrollen su máximo potencial”. Actualmente, la política educativa proyecta la correspondencia del estado de impartir educación inclusiva considerando que “así será de contemplarse las diversas capacidades, circunstancias y necesidades de los educandos. Con base en el principio de accesibilidad se realizarán ajustes razonables y se implementarán medidas específicas con el objetivo de eliminar las barreras para el aprendizaje y la participación” de acuerdo con la propuesta de reforma al artículo tercero constitucional. Con un modelo u otro, con un plan y programa de estudios u otro, la inclusión educativa representa un noble propósito y un desafío mayúsculo en la búsqueda de eliminar barreras de ingreso a los beneficios que la educación brinda a los grupos poblacionales más vulnerables. Con un modelo u otro, con un plan y programa de estudios u otro, el docente tiene el deber moral de actuar consecuentemente con ese fin.

Lo anterior, se da en el marco de Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible adoptada por la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas (http://bit.ly/2JmKo83), el veinticinco de septiembre del dos mil quince, que busca construir sociedades pacíficas, justas e inclusivas. En ella, se concibe a la educación como la base para mejorar nuestra vida y el desarrollo sostenible además de mejorar la calidad de vida de las personas, el acceso a la educación inclusiva y equitativa. Para este fin, en el ámbito educativo, se establece el Objetivo de Desarrollo Sostenible 4 que pretende “garantizar una educación inclusiva y equitativa de calidad y promover oportunidades de aprendizaje permanente para todos”. En la Declaración de Incheon admitida en el Foro Mundial sobre la Educación, en septiembre del dos mil quince, se encomendó a la UNESCO que dirigiera y coordinara la agenda Educación 2030 con sus asociados. (http://bit.ly/301OrwA). Bien podríamos pensarla como una nueva visión de la educación para los próximos 15 años.  

Si bien es cierto, que a los gobiernos les corresponde elaborar y aplicar políticas y programas a fin de asegurar el acceso a la educación a cualquier persona independientemente de su origen étnico o social, sexo, idioma, religión, posición económica, aptitudes, raza, entre otros criterios. Educar a todos y brindarles las mismas oportunidades reduciría los efectos de la discriminación. Las políticas publicas en materia educativa para combatir la exclusión educativa corresponde a los gobiernos impulsarlas y ejecutarlas desde una perspectiva sistémica.

Pero también es cierto que el profesor puede coadyuvar desde el plano áulico a reducir los efectos de la exclusión sociocultural mediante la enseñanza incluyente. La diversidad multiplica las posibilidades, las potencia. Retomo alguna frase atribuida a Piaget: “La calidad de los aprendizajes están asociados directamente con la calidad de las interacciones”.

Una buena práctica docente para la educación inclusiva pudiera resultar la organización del trabajo en el salón de clases. Integrar los equipos de trabajo con un criterio distinto a la aleatoriedad, sin dejárselo al azar. Orientar la relación entre los alumnos premeditadamente hacia el aprovechamiento de los beneficios que trae consigo la diversidad. Practicarían el respeto y la tolerancia a las ideas de los otros. Los estudiantes ampliarían su horizontes mediante el conocimiento de distintas formas de ser, pensar y proceder. Brindarse la oportunidad de resolver problemas de manera conjunta. Ponderar el nosotros por encima de la segregación, de lo sectario. El ser y estar al lado de los otros, juntos. Dejar de lado las individualidades y los individualismos. Convivir en armonía. Vivir en sociedad. ¿Sería mucho pedir? De ahí la importancia de un maestro visionario, comprometido con su profesión.

Carpe diem quam minimun credula postero

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