La Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación tensa las cuerdas cada día más. Los hechos en Tabasco y Nuevo León, una entidad donde la presencia de la CNTE era marginal, indican que la protesta puede escalar a extremos incontrolables.
Aparte de la torpeza del gobierno para aplicar los protocolos de contención de multitudes que causaron —al parejo con la provocación de los “afines” de la CNTE— las muertes en Nochixtlán, es difícil explicar cómo la ultraizquierda rebasó a los líderes de la CNTE. Pascal Beltrán del Río (Excélsior 22/06) ofreció una explicación oportuna. La detención de los líderes de la sección 22, Francisco Villalobos y Rubén Núñez, propició que los grupos afines al Ejército Popular Revolucionario pujaran por acciones cada vez más violentas, incluyendo el asesinato del periodista Elidio Ramos en Juchitán.
Francisco Garfias, en su Arsenal de ayer en Excélsior, asentó: “El profesor Miguel Alonso Raya, destacado perredista, es un convencido de que los dirigentes de la CNTE no tienen control del movimiento. ‘Se les metieron grupos, esos que plantean el ahora o nunca’, asegura”. ¿Cuáles son esos grupos y por qué actúan con tanta virulencia?
Dos reportajes de Milenio (29 y 30/06) ofrecen otras pistas; ominosas, por cierto. En la edición del jueves pasado, Israel Navarro, documenta que nueve organizaciones sociales que participan en los bloqueos —y otras acciones violentas— en Oaxaca, recibían dinero del gobierno de Gabino Cué. No nada más esas nueve, cerca de 50 con las cuales su gobierno “mantenía buena relación”.
El reportaje incluye un cuadro donde señala la organización, el nombre del dirigente y el monto que recibieron en 2012. El Movimiento Unificador de la Lucha Triqui, uno de los grupos más activos en las escaramuzas de la CNTE, fue el que recibió más recursos: 109.7 millones de pesos. El Frente Amplio de Lucha Popular —que observadores lo sitúan cercano al EPR— recibió 46 millones de pesos.
Hace dos meses que el gobierno de Cué canceló esos subsidios; asunto que hizo enojar a los líderes de esas asociaciones cívicas, que recibían fondos para sus comunidades, pero de las que no se sabe que rindieran cuentas. No es descabellado conjeturar, como hace Héctor Aguilar Camín, en el mismo Milenio, que detrás del activismo está la irritación por la clausura de recursos que alimentaban el clientelismo. El origen del problema es la corrupción y las prácticas clientelares que impulsó el régimen de la Revolución Mexicana y que los gobiernos de la alternancia —tanto en ámbito federal, como en los estados— no supieron y, acaso ni quisieron, desmantelar. Hoy se manifiesta en su esplendor.
Cientos de organizaciones, unas legítimas, otras negocios de manipuladores ladinos, reciben fondos del erario. Es la persistencia de métodos ilícitos. Fue lo que hizo el gobernador Heladio Ramírez en 1992, al darle a la Sección 22 cinco coordinaciones del Instituto Estatal de Educación Pública de Oaxaca. Su propósito, quizás, era comprar la voluntad de los líderes para que aceptaran la descentralización. Pero el mandatario nunca pensó que estos dirigentes se comportarían diferente a los de organizaciones priistas. La receta la replicó el subsecretario Luis Enrique Miranda, en 2013 y 2014, en la Secretaría de Gobernación. El resultado: en lugar de apaciguarlos, motivó a los disidentes a ir por más. Luego les quitan recursos. En respuesta, los inconformes les empiezan a sacar los ojos. Eso no explica todo, pero forma parte de la trama de cómo los líderes de la CNTE perdieron el control de las masas en protesta.
RETAZOS
De antología: Mediante un comunicado, la CNTE aseguró que es mentira que haya desabasto de comida y gasolina en Oaxaca y Chiapas. “No es verdad”, señaló. Además, manifestó que sus protestas son pacíficas.