Con la política, la pluma y acciones legales continúa la contienda por la educación nacional. El grupo gobernante y sus aliados cantan victoria por la aprobación de las leyes reglamentarias del artículo 3º de la Constitución que entierra la Reforma Educativa del gobierno de Enrique Peña Nieto. Es, en esencia, una contrarreforma que caracteriza el alcance ideológico de la Cuarta Transformación y la capitulación ante las fuerzas del corporativismo sindical.
Es una vuelta al pasado.
El artículo 3º pregona puntos loables, más parecen destinados al arcón de las buenas intenciones: “Corresponde al Estado, la rectoría de la educación… La educación se basará en el respeto irrestricto de la dignidad de las personas, con un enfoque de derechos humanos y de igualdad sustantiva”. Y ratifica, lo que está en el texto desde 1946: “Tenderá a desarrollar armónicamente todas las facultades del ser humano”.
Con las leyes reglamentarias, la General de Educación, en primer lugar, la del Sistema Nacional de Mejora Continua de la Educación y la del Sistema para la Carrera de las Maestras y los Maestros, en segundo, se contradicen las propuestas laudables.
Juan Carlos Romero Hicks, coordinador del grupo parlamentario del Partido Acción Nacional en la Cámara de Diputados, en un artículo en la Revista Siempre! (29/09/2019), advierte que su fracción no abandonará la lucha a favor de la niñez, que se avecinan controversias por violaciones al texto de la Constitución. Recuerda que, desde los debates de abril, el PAN previno que la reforma de AMLO era un dardo envenenado. Hoy deja correr su emulsión sobre el tejido social y en particular en el sistema educativo mexicano.
No va ha haber una alianza formal, pero es posible que los disminuidos Partido Revolucionario Institucional y Partido de la Revolución Democrática también se inconformen y den la lucha en ciertos territorios.
Ya no se sabe si Movimiento Ciudadano se alineará con Morena.
Con una pluma mordaz y elegante, Jesús Silva-Herzog argumenta —y estoy de acuerdo con él— que con estas leyes, el Estado abdicó en su responsabilidad, abandona el gobierno de la educación y lo cede a las facciones sindicales. “La reforma del sexenio pasado era valiosa porque suponía, ante todo, la refundación del gobierno educativo. Y sí… a pesar de sus autores, vale defenderla en su trazo fundamental porque significó la recuperación de una responsabilidad intransferible. Nadie más que el Estado puede dictar la política de la educación pública” (El Siglo de Durango, 23/09/2019).
Mexicanos Primero y otras organizaciones de la sociedad civil anuncian que preparan amparos para proteger el derecho de los alumnos. No habrá coincidencias programáticas, ni siquiera tal vez apoyos mutuos, pero desde diferentes trincheras, la oposición a la contrarreforma educativa proseguirá. Los hechos y los textos señalan que los conservadores son los abogados de la Cuarta Transformación, los cantadores de victorias que conducen al pasado y que condenan a la niñez a una educación mediocre.
Las leyes secundarias no se hicieron para proteger a los maestros, se promulgan para satisfacer a los líderes de las facciones del SNTE que volverán (nunca se fueron por completo) a gobernar la trayectoria profesional de los maestros.
La lucha política y legal, la crítica en la prensa y la academia, aunque débiles por el momento, son barreras que limitan la contrarreforma educativa. Hay antídotos contra el veneno. Espero que sean eficaces.
RETAZOS
Barbara Kingsolver escribió en su novela The Lacuna: “Lo que terminamos llamando historia es una especie de cuchillo que se corta a través del tiempo”. Hoy se cumplen 51 años de la noche de Tlatelolco.
Buen momento para que la izquierda democrática salde cuentas con su pasado, no lo corte de tajo y divise el porvenir.
Un traqueteo con la historia me hizo recordar La cartilla moral, de Alfonso Reyes, y también de su aversión a los apodos. Ya hablaré de esto en entregas futuras.