Educación, acompañamiento y redes solidarias. Una propuesta; una experiencia

Sandra Reyes Alvarez*

Hace un par de semanas leí un artículo de una publicación digital Argentina, que planteaba que la escuela no se reduce a un mero edificio, sino que implica la dinámica entre maestras, maestros, alumnos y alumnas. Al publicar esta nota en mis redes sociales, leí los comentarios y una buena parte de ellos concuerdan al 100% con esta idea, por otra parte, también hubo reacciones que percibían la nota como una manera de seguir privilegiando una actitud de sacrificio heroico por parte de docentes y estudiantes y la necesidad de una crítica a las desigualdades existentes y develadas a raíz de las clases en línea y a distancia. 

Tras esas dos lecturas, comencé a analizar mi propia experiencia docente bajo la modalidad en línea, aunque también desde que comencé y elegí este camino de la enseñanza. Desde luego, tengo muy presente que mi experiencia no ni la única, ni la mejor, pero sí creo que es valiosa y que tal vez otras y otros docentes se sentirán identificados, que tal les parecerá inviable bajo sus propias condiciones particulares, aunque también podría ser una invitación abierta a poner en práctica dentro de las circunstancias en las que se encuentren.

Como docentes con frecuencia nos cruzamos con las historias de vida de nuestros estudiantes, es algo casi inevitable porque lo que les suceda se verá reflejado en el aula de manera positiva o negativa, intensamente o de una forma más sutil. Atender y remediar estas cuestiones no es parte de nuestra labor, me refiero a que no nos corresponde resolver esos asuntos, no por falta de interés o porque seamos indiferentes ante las problemáticas que enfrentan, sino porque son aspectos de la intimidad de las y los estudiantes. 

No obstante, la relación que tenemos con ese tipo de situaciones, sobre todo cuando están afectando el comportamiento, el desarrollo y aprendizaje de las y los estudiantes, desde luego que tenemos que intervenir, pero no se trata de una intervención que directamente se encargue de dar soluciones a las diversas situaciones que se presentan, sino de un intervención bajo la forma del apoyo y la canalización a las instancias que, con mejores conocimientos y herramientas, puedan atender las problemáticas personales que aquejan a nuestros estudiantes. En la modalidad presencial, los departamentos de orientación son quienes atienden y deben dar el seguimiento apropiado, juntos con los tutores de grupo, directivos y padres de familia, informando al cuerpo docente sobre los casos y situaciones de las y los estudiantes. 

Ante las condiciones que enfrentamos hace casi un año, y luego de la implementación inmediata y contingente de estrategias de continuidad a la educación en México, así como de la corrección y Planeación para conducir de manera más adecuada las estrategias implementadas, no es errado decir que la coordinación y seguimiento para apoyar y cuidar el desarrollo académico, cognitivo y psicosocial de las y los estudiantes, no ha salido del todo bien. Por ello, como docentes, nos ha tocado lidiar con esos cruces de historias de vida de forma más frecuente y en ocasiones sin un soporte escolar apropiado. 

En ese sentido, nuestra labor, como lo dije antes, no incluye solucionar las problemáticas personales que atraviesan nuestros alumnos, pero sí nos corresponde y quizá más bajo estas circunstancias, comprender, escuchar, leer, acompañar y ser solidarios con ellos. Esto no quiere decir que hagamos de terapeutas, porque no lo somos, incluso quienes dan clases y tienen formación psicológica, tampoco pueden hacer de terapeutas, eso podría resultar mucho más perjudicial, como dicen por ahí zapatero a tus zapatos. Eso no significa que no podamos y tengamos las herramientas y capacidad para brindar el apoyo, acompañamiento y así canalizar a las y los alumnos a las instancias y con las personas capacitadas en el área que ellos requieran y que podrán sin duda ayudarles de manera eficiente y apropiada con las adversidades que estén atravesando. 

Este acompañamiento que las y los maestros podemos ofrecer a nuestros estudiantes no es nada del otro mundo, no nos absorberá más tiempo del que ya dedicamos, no se trata de sacrificarnos o de dar más de lo que podemos, se trata de que en el estudio, en la enseñanza y aprendizaje se juega el compartir unos con otros, compartir un tiempo determinado en donde esa realidad tan cruda que seguimos viviendo y que nos rebasa, se aleja por unos momentos y nos permite unirnos, despejar nuestra mente, comprender que pese a lo terrible aún hay esperanza y posibilidades de transformación, las cuales no conoceríamos de no ser por el intercambio del saber. A través de los procesos de enseñanza-aprendizaje, podemos pensar en lo que vivimos pero con otras miradas y proyectar un mejor futuro juntos.

Cambiar nuestra perspectiva, a partir del aprendizaje, es uno de los aspectos más valiosos que para mí tiene la escuela, y es necesario dicho cambio porque como docentes hemos sabido de la falta de conectividad derivada por el desempleo masivo, el cual era ya un grave problema desde mucho antes, pero que a raíz de la pandemia se ha incrementado. Sabemos también de la pérdida de seres queridos cercanos o lejanos, de los trastornos mentales como el insomnio, la ansiedad, la depresión, etcétera, que se han originado o agudizado debido a la pandemia y vale la pena señalar, y que no se nos olvide, que estas situaciones no sólo han afectado a estudiantes, sino también a las y los docentes. Así que cuando se hable y exija empatía, hay que hacerlo en ambos sentidos, porque la escuela somos las y los docentes y las y los estudiantes, exigir sólo en un sentido, implica negar y excluir la otra parte constitutiva de la educación.

Enterarnos de los contagios, de los fallecimientos, de los problemas de conexión y de dinero es nuestro día a día en las aulas digitales y que no se olvide, que todo este conocimiento de historias personales es algo que las y los docentes siempre nos llevamos a casa, desde antes de la pandemia, pero ahora permanecen con mayor intensidad y son más persistentes. Como docentes reconocemos estas situaciones, nos duelen y enfadan, y quizá en más de una ocasión no hemos tenido palabras para responder un mensaje que nos notifica la pérdida de un ser querido, pero tal vez responder con un “lo lamento, no te preocupes, luego me envías la tarea, espero pronto te sientas mejor” pueda parecer insignificante, pero creo que esa es una forma de apoyar, de mostrar solidaridad y comprensión, de ahí que yo pienso que el estudio, el conocimiento y el aprendizaje son una forma de acompañamiento mutuo, entre docentes y estudiantes. 

Mucho se ha criticado la continuidad de la educación, y desde luego, no todas son críticas superficiales, muchas tienen suficientes y sólidos argumentos. En ese sentido, yo misma, en mi labor docente, soy una crítica de las condiciones y estrategias implementadas, pues muchas han resultado poco prácticas, ineficientes y además han generado exclusión en la participación. Sin embargo, si bien no se trata de continuar por continuar, creo que darle continuidad a la enseñanza es una manera en que docentes y estudiantes podemos acompañarnos y apoyarnos, a la vez que aprendemos saberes específicos, también generamos y desarrollamos redes solidarias y afectivas. Nuevamente, no se trata de un acompañamiento psicológico formal, ni de donar dinero o despensas, sino de estrechar los vínculos docente-estudiante que son la clave de la educación, no me refiero a enviarles corazones o cartas efusivas a cada estudiante, sino de hacerles saber y sentir que pese a lo terrible que ahora vivimos, aún quedan posibilidades que nos dan esperanza, que a través del estudio, la reflexión y el análisis podemos no sólo comprender lo que acontece, sino transformarlo, y sí, de hacerles saber que las pérdidas, humanas y materiales, la tristeza, el dolor, la angustia y el miedo que ellas y ellos pueden estar sintiendo, también es algo que podemos compartir y entender, que juntos, en solidaridad, podemos hacerlo más llevadero. Invitarlos a conocer y buscar ayuda profesional, sobre todo si la requieren con urgencia. Ese gesto de brindar información, de hacerles sentir ese acompañamiento, puede parecer muy simple, pero quizá puede confortar, tranquilizar, mover y dar esperanza en estos tiempos de oscuridad. 

Nota: En caso de requerir apoyo y acompañamiento profesional, gratuito ante la pérdida de un ser querido por covid, está la página duelocovid.com y para atención psicológica saludmentalcovid.com y un directorio con teléfonos de contacto y nombres de instituciones que ofrecen apoyo gratuito, podemos compartirlo con nuestros estudiantes y colegas, hagamos acompañamiento solidario.

 

 *Licenciada en filosofía por la FFyL de la UNAM y profesora en el Colegio de Bachilleres

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