El debate presidencial: lecciones para la educación

Juan Martín López Calva

Así, el derecho a la práctica de criticar exige de quien lo asume el cumplimiento minucioso de ciertos deberes que, si no son observados, restan validez y eficacia a la crítica. Deberes en relación con el autor que criticamos y deberes en relación con los lectores de nuestro texto crítico. Y en el fondo también deberes con nosotros mismos.

El primero de ellos es no mentir. No mentir acerca de lo que se critica, no mentir a los lectores ni a nosotros mismos. Podemos equivocarnos, podemos errar. Mentir, nunca. Otro deber es el de procurar, con rigor, conocer el objeto de nuestra crítica. No es ético ni riguroso criticar lo que no conocemos.
Alfonso del CorralPaulo Freire. Política y Educación.

El domingo pasado los mexicanos pudimos ver y escuchar a través de los medios de comunicación masiva tradicionales o por medio de plataformas de streaming, el primero de los tres debates entre las dos candidatas y el candidato a ocupar la Presidencia de la República en el próximo período sexenal.

Más allá de nuestras preferencias políticas sustentadas en simpatías o antipatías viscerales, en el seguimiento más o menos ciego de una u otra ideología o en el análisis razonable y responsable de lo que es verdaderamente bueno para el país en estos momentos de crisis multidimensional, resulta muy relevante analizar lo que este espacio que busca idealmente la presentación y contrastación de propuestas, ideas y personalidades entre quienes aspiran a ocupar el cargo máximo en el Poder Ejecutivo y la comunicación con los ciudadanos a través de la respuesta a sus preguntas e inquietudes, nos deja como lecciones en todos los campos de nuestra convivencia social y en el caso de este espacio, en el de la educación.

Por los comentarios en los medios, en las redes sociales y en las conversaciones en corto que he tenido al respecto durante esta semana de postdebate, parece ser que hay una cosa en la que coincidimos todos -bueno, salvo los seguidores ciegos o los colaboradores pagados por las distintas candidaturas- y es en que este debate fue verdaderamente aburrido y decepcionante.

Parece ser que esta idea sobre el debate en general se traduce en otra coincidencia: en que aunque cada candidata -sobre todo ellas que están peleando más cercanamente por los votos- dijo que ganó, en realidad no hubo ningún ganador o ganadora dado lo grises, irrelevantes y desafortunados comportamientos y discursos de los tres contendientes.

Tal vez la conclusión, un poco más debatida, pero creo que cierta, es que la candidata oficial puede considerarse ganadora por el simple hecho de que no perdió, es decir, que no cometió errores garrafales como para perder la ventaja que lleva por el simple hecho de haber sido nombrada y estar arropada por el presidente y por todo el aparato de gobierno, al viejo estilo de la maquinaria arrolladora del viejo PRI.

Parece haber coincidencia también en que la candidata de la oposición perdió una oportunidad de oro para hacer repuntar su campaña al mostrar mucho nerviosismo y una muy escasa contundencia en sus críticas a la candidata del presidente, poca claridad en la originalidad y pertinencia de sus propuestas y una falta de conexión con la audiencia a la que se dirigía el debate.

Por otra parte, también he escuchado de forma generalizada la opinión de que el candidato rezagado, el que no tiene nada que perder y sí mucho que ganar, logró posicionarse y conectar con un sector muy relevante de los votantes que es el de los jóvenes que parecen simpatizar con su frescura en la comunicación y haber logrado ser enganchados por la muy buena estrategia de mercadotecnia de su partido, que a pesar de ser criticado como un negocio que postula a este candidato para restar fuerza a la oposición y ganar espacio y apoyo del gobierno, se sigue presentando y viendo como una alternativa a la muy desgastada clase política en la que las caras y apellidos van saltando de un partido a otro y cambiando sus convicciones en un juego muy evidente que tiene como fin el poder personal y no la contribución al bien común de la sociedad.

¿Qué lecciones podemos sacar de este debate hacia la educación?

Me interesa destacar dos que me parecen centrales: una hacia la formación de las nuevas generaciones y otra hacia el análisis de la visión sobre el sistema educativo que presentaron las tres candidaturas, dado que fue uno de los temas centrales de este primer espacio de discusión pública.

La lección hacia el interior del sistema educativo y sus retos en la formación ciudadana me parece clara: el debate mostró una total carencia de dos elementos fundamentales en todo proceso educativo, que son el pensamiento crítico y el comportamiento ético.

Porque en las intervenciones de las tres candidaturas podemos ver una concepción muy superficial de la noción de crítica, entendida meramente como descalificación -con o sin sustento- de los rivales. No hubo en ninguna de las tres personas que participaron un ejercicio de auténtico pensamiento crítico, es decir, de análisis, síntesis, reflexión sobre las realidades problemáticas del país y propuestas completas, inteligentes, bien sustentadas y argumentadas en un lenguaje en el que los ciudadanos puedan entenderlas y juzgarlas.

El uso repetitivo y desgastado de descalificaciones como “la candidata del PRIAN”, “la dama de hielo” o “la vieja política” que forman parte de lo que los estrategas y analistas políticos llaman “campañas negativas” tal vez haya sido una estrategia exitosa en el pasado, pero hoy, frente a ciudadanos y ciudadanas mejor informados y sobre todo frente a jóvenes deseosos de un discurso fresco y propositivo, resultan no sólo ineficaces sino desagradables e inútiles.

En cuanto al comportamiento ético podemos incluir también estas descalificaciones y juicios de valor negativos, las acusaciones mutuas mostrando supuestos expedientes a los que luego nadie da seguimiento y también, lo más lamentable, un amplio rosario de mentiras dichas con la mayor seguridad y cinismo como si fueran verdades incuestionables.

Decir por ejemplo, que durante el gobierno en la CDMX la candidata oficial logró que hubiera “cero impunidad en feminicidios” es una mentira evidente que es desmentida diariamente por lo que ocurre en la realidad. Afirmar que se darán tarjetas con dinero para salud, educación, combate a la pobreza, etc. y que se repartirán tabletas en todas las escuelas sin decir de dónde saldrán los recursos para financiar todo ello, puede considerarse también una mentira enorme o al menos, una promesa no ética porque se sabe de antemano que no se podrá cumplir.

Aquí podemos entrar a las lecciones externas o macro del debate en materia educativa. Para mí, la lección más importante es que ninguna de las tres candidaturas conoce realmente los problemas graves del sistema educativo ni tiene un plan integral para enfrentarlos y tratar de solucionarlos.

Lo que escuchamos en materia educativa fue un mosaico inconexo de propuestas sin sustento en una visión integral de la educación y de qué tipo de modelo y sistema educativo necesitamos construir en los próximos años. Un mosaico de buenos deseos y guiños hacia el magisterio al que no conocen y muy probablemente seguirán ignorando si llegan al poder.

Ojalá aprendamos estas lecciones y empecemos a caminar hacia un país en el que sus políticos tengan un verdadero pensamiento crítico y un compromiso ético claro. Para ello necesitamos ciudadanos críticos y éticos que les exijan hablar con la verdad y comportarse de manera rigurosa en su pensar y moralmente válida en su decir y hacer. Por lo que vimos el domingo 7 de abril, estamos muy lejos de esa meta.

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