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El no doctorado de Leonardo Da Vinci

De manera regular, el Programa para la Evaluación Internacional del Estudiante (PISA) de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos publica un boletín con temas sobre política educativa. El documento de junio pasado respondió a la pregunta de cómo integran los sistemas educativos el pensamiento creativo en la escuela.

De acuerdo con este breve reporte, pensar de manera creativa es importante porque al hacerlo se interpretan experiencias e información de manera novedosa. Esta competencia, dicen los autores de la OCDE, se puede manifestar cuando el estudiantado expresa su imaginación a través de la escritura, el dibujo o el baile. Asumen que este tipo de pensamiento puede aprenderse por la vía escolar (Cignetti y Fuster-Rabella).

El boletín también incluye los resultados de una encuesta a las “jurisdicciones” o países sobre el porcentaje de contenidos relacionados con el pensamiento creativo en el plan de estudios de primaria y secundaria. Además, se hace alusión a temas específicos enseñados, a cuáles son las dificultades para fomentar la creatividad en los estudiantes y si la formación inicial del magisterio incluye el desarrollo de la creatividad.

Los resultados para México muestran que hay un porcentaje mayor de contenidos relacionados con el pensamiento creativo en primaria que en secundaria, y compartimos esta práctica con países como Italia. Recordemos que México y este país europeo son los que más cuentan con sitios clasificados como “Patrimonio Mundial de la Humanidad”.

En la mayoría de los países, donde más se hace referencia a la creatividad en temas escolares son en las artes visuales, las escénicas y la literatura. Los problemas más mencionados para integrar el pensamiento creativo en la escuela son: (1) un plan de estudios sobrecargado, (2) la falta de evaluación con un enfoque en la creatividad, y (3) la falta de capacitación de las y los docentes. En el caso de México, se dice que al formarse las y los maestros, éstos sólo reciben directrices para promover la creatividad del estudiante en primaria, pero no en secundaria. Además, ni en primaria ni en secundaria se sabe cómo evaluar la creatividad y tampoco existen rúbricas para tal fin.

Los datos recopilados para México pueden alarmar, pero antes de esto habría que pensar si es factible que una escuela, bachillerato, universidad o normal pueda en verdad fomentar el pensamiento creativo y cómo. ¿No será sobrecargarle la mano a una institución? Pienso que hay un riesgo de escolarizar algo muy complejo. Leonardo Da Vinci, un hombre del Renacimiento, no cursó un doctorado; fue mayoritariamente autodidacta y comprendió la naturaleza de una manera que adelantó lo que más tarde se conocería como el método científico (Isaacson).

Al leer el reporte de la OCDE, también recordé el artículo de Gabriel Zaid intitulado “Instituciones de la cultura libre” donde sostiene que las “burocracias desaniman la creatividad”. El poeta piensa que la “cultura libre prospera en la animación y dispersión del diálogo y la lectura libre”. La cultura libre es una institución “invisible y ácrata”, dice Zaid. La universidad puede generar innovaciones pero, aclara, está centrada en la educación. El saber jerárquico, autorizado y certificado impide la creatividad. Erasmo, Descartes y Spinoza eran, según Zaid, contertulios y prefirieron la conversación a la cátedra. Promovamos entonces la creatividad del estudiante pero sin reglas escolares rígidas, controles en forma de disciplina e invitando a todas y a todos observar, criticar y conversar.

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