El sueño de Medusa

Bruno Velázquez Delgado

Para Aura, para Darío.

El zapato

En 1919, la revolucionaria Rosa Luxemburgo fue asesinada en Berlín. 

Los asesinos la rompieron a golpes de fusil y la arrojaron a las aguas de un canal.

En el camino, ella perdió un zapato.

Alguna mano recogió ese zapato, tirado en el barro.

Rosa quería un mundo donde la justicia no fuera sacrificada en nombre de la libertad, ni la libertad fuera sacrificada en nombre de la justicia.

Cada día, alguna mano recoge esa bandera.

Tirada en el barro, como el zapato”

Eduardo Galeano.

 

“Debe haber otro modo…

Otro modo de ser humano y libre.          

Otro modo de ser.”

Rosario Castellanos

En busca de catarsis, escuchar la voz trágica de la mitología para buscar en ella una salida a esta angustia y aflicción que nos oprime. 

La ausencia generalizada de sensatez, mesura, empatía y de prudencia hace insoportable verse en el espejo y preguntarse ¿cómo es que llegamos a esto? Ensayar una respuesta hace necesario ir a la raíz. Quizá haya vuelto el tiempo de una re-significación de nuestros mitos y valores. 

Ante el fracaso de las viejas Utopías, ante el colapso civilizatorio y la crisis estructural que lo evidencia, una nueva comprensión de nuestras tragedias y viejos relatos pueda ser útil.

Si las voces de sabidurías antiguas han dejado de apelar nuestras consciencias, ¿será propicio explorar reinterpretarlas? 

Cuando los horizontes carecen de la claridad que atempere la desilusión y la desesperanza, cuando se hace cotidiano sentir cómo se desfonda el ánimo por cada noticia de una nueva masacre, de un nuevo feminicidio, de una nueva guerra y de nuevas víctimas de pederastia y de la brutalidad humana, parece ser tiempo ya de confrontarnos. Habrá que mirar ese dolor atroz de frente e intentar no paralizarse. Si se logra, entonces intentar imaginar no ya otro mundo posible pero sí, al menos, un camino probable que nos ayude a deshacernos de éste.

Estábamos advertidos, sólo un paso distaba entre la banalización del mal y su naturalización plena. Entonces, una vez cruzado ese límite ¿qué hacer? No hay retorno, pero hay la posibilidad de dejar todo esto en el pasado, de acabar con las desgracias que nos autoinfligimos como personas, como sociedades y como especie. Cerrar el ciclo de violencias y venganzas. Quien empezó no importa, importa quién termine con estos infiernos.

Verse en el espejo, reconocerse y rechazar de aquello en que hemos devenido, todas las formas espantosas en que a veces somos y nos comportamos, dañándonos, dañando a las otras personas que nos posibilitan. Y aunque también seamos de muchas otras formas, incluso simples y dignas, loables o sublimes, incluso bellas, no podemos evadir confrontarnos en nuestra propia miseria y podredumbre.

Hay preguntas que al hacerlas nos desarticulan al desarticularse: ¿Por qué la crueldad y por qué la violencia?-¿Porque la violencia y porque la crueldad?-¿Por qué?-¿Violencia?-¿Crueldad? ¿Qué nos estamos haciendo? 

La barbarie allí afuera -aquí adentro- destruyendo todo lo valioso y lo poco que verdaderamente importa. ¿Qué hacer con ésta enorme tristeza? ¿Cómo hacer que resurja un poco de esperanza? Si para ello habremos de sondear abismos, entonces más vale disponerse a hacerlo. 

¿Podremos digerir tanto horror?

Acto primero que contextualiza: ¿Fragmentos de una tragedia?

La escena lleva desarrollándose, según diversos registros, hace 5783, o 5135, o 4720, o 2563, o 2022 o 1444 años. 

Paraje incendiándose, incontables sombras, próximas y lejanas, de mujeres, niñas y niños. Víctimas inocentes, infancias huérfanas, algunas enjauladas separadas de sus madres; otras muriendo de hambre; otras sin hogar y en la calle, sobreviviendo; algunas explotadas y golpeadas, otras asesinadas; algunas bajo tierraotras miles desaparecidas. Todas lloran.

Algo que parece muerto y mancillado -o que simplemente no cesa de morir- yace sobre fango y podredumbre. ¿Un cadáver? –se podría decir que sí: es la humanidad y su “humanismo”-.

La presencia de una sombra se hace evidente. Cobra forma. Es la Guerra.

La escena, por supuesto, es producto de una pesadilla. Alguien no puede despertar, no sabe cómo despertar.

-¿Se levanta el telón?-

GUERRA: Yo, la de mil nombres, la que siempre ahí ha estado. Soy el monstruo de mil caras que muestra uno de los verdaderos rostros de la humanidad y su “humanismo”. Soy la de Guedenna, la que inició todo. La que hizo retumbar Troya y el Peloponeso. La Médica, la Púnica y la Gálica. Soy la de Cien, Ochenta y Treinta años. La de Ocho días. Soy Florida y de Dos Rosas. Gloriosa, la Napoleónica. La Primera y la Segunda. La Sucia y la Santa. Soy la Fría y la Nuclear. Mundial y del Pacífico, de las Malvinas. La de la Triple Alianza y la de todas las Conquistas, Re-conquistas e Invasiones. Soy la de Independencia, Patriótica. Cruzada y Cristera. Me llaman la de las muchas Revoluciones. La Fuerza y el fraude son mis virtudes cardinales. Soy la de Corea, la de Camboya y Vietnam. La de Yemen y la de Siria. También soy las muchas de Crimea, Afganistán e Irak. Los Balcanes y África saben bien quién soy. Chichimeca y de Chechenia soy Atila, Alejandro y Carlo Magno, soy el Leviatán y soy Behemoth. 

A la que han llamado en innumerables ocasiones y siempre con distinto nombre.

En Oriente y Occidente he nacido, en el Sur y el Norte me he alumbrado. Una y mil veces he sido. Soy y seré siempre la misma. Enfrento, construyo y desvanezco a las Naciones. Padre e hijo de reyes, tlatoanis, zares, dictadores, presidentes y emperadores. 

Yo soy la Incertidumbre y la Desesperanza. Hermano mayor de alguna Fe y patrono de la Resistencia. Purifico a los mártires de la muerte pues yo soy la Muerte misma. 

En mí no hay contradicción: soy Guerra Total y Guerra Relámpago, Guerra contra el Terror y para la Paz, contra el Crimen Organizado y los Estados Fallidos, la del Opio y contra el Narcotráfico, la que lleva libertad y la que esclaviza, la que impone democracias y combate al comunismo. Soy Guerra de Clases, muevo a la Historia. Todo lo puedo y todo destruyo. La Necesaria, la Última carta y la Primera Opción. Nunca la misma soy siempre idéntico. Me veneran los que se sacian en los veneros del Diablo. Nadie me ama pero algunos -los que no saben amar- me adoran como a un Dios. 

Yo soy el Patriarca, soy la Fuerza que somete y aniquila: soy la Guerra. 

¿Quién será el primero que no me llame y que no me nombre?, ¿quiénes aquellos que, por fin en paz me dejen y no me sigan?

MULTITIUD DE PERSONAS INDISTINTAS: Hemos matado al fin a todos los que violaron la Ley. Nos hemos deshecho de todas aquellas que desafiaron el Orden. Erradicados están Ellos, los que no eran como Nosotros. Por fin nos hemos deshecho del Mal. Lo hicimos por nuestra Seguridad. Ya no hay nadie diferente, distinto ni extranjero perturbando nuestra Paz. Ya no queda ningún malvado.

GUERRA: Hijos míos, ahora ya tan sólo quedan ustedes, los Asesinos.

POCAS PERSONAS A CORO: ¿Cómo es posible que hayan matado? ¿Qué no somos una misma especie, de común origen y con común destino? Hijas e hijos de la humanidad, ¿qué no somos hermanas y hermanos todos?

CAÍN: Yo he matado a Abel.

ETEOCLES Y POLINICES: Uno al otro nos dimos muerte.

RÓMULO: De mi gemelo Remo, he sido su verdugo.

HUITZILOPOCHTLI: Tan sólo de una hermana y de cuatrocientos de mis hermanos me deshice.

CLAUDIO: Al Rey Hamlet yo mismo le di el destino que Seth dio a su hermana Osiris.

SEM: En algún desértico lugar mis hijos no cesan de combatirse, queriendo exterminarse.

ANTÍGONA: Ya está visto, fraternal es la relación entre aquellos que se matan y los Lares yacen rotos.

POCAS PERSONAS A CORO: Toda guerra es fratricida cuando el odio se hace un sentimiento familiar. ¿Hasta cuándo seguiremos? Psicópatas enfermos de poder nos guían y nosotros ciegos nos dejamos arrastrar. Rabia e ira crecen justificadamente en todas las personas que aún pueden indignarse.

ANTÍGONA: ¡Ya basta! “No he nacido para compartir el odio.” ¿Quién me ayudará “a levantar este cadáver?”

-¿Cae el telón?-

Acto segundo que revisita un mito: ¿un ensayo?

Introducción.

Los mitos y tragedias, invaluables fuentes que nos permiten rastrear el origen de un modo de estar en el mundo –un modo que, en mucho, sigue siendo el nuestro-, pueden ser interpretados desde diversas perspectivas, eso es obvio. El problema está en nunca dar ya por respondidas las preguntas que se hacen. Lo problemático: las interpretaciones que, a modo, se han hecho para perpetuar algunas las injusticias. Voces antiguas, mensajeras de valor inagotable, de significación inconmensurable, nos permiten, si las dejamos, comprender algo de las relaciones, las afecciones y las pasiones humanas. 

Revisitar los mitos para resignificarnos e intentar, en lo posible, detener la barbarie que avanza o evitar nuevas desgracias es algo que Simone Weil o Iván Illich supieron bien. Veamos:

Ella, develando que en la Ilíada el verdadero tema está en revelar que, dentro de una cultura patriarcal y, por supuesto, violenta, la Fuerza es la principal forma que adquiere la voluntad de las personas obstinadas con el poder. De aquellas que consideran algo glorioso y digno de fama el someter a otras personas bajo el propio yugo.  

Simone Weil dirá: “La fuerza… Ejercida hasta el extremo, hace del hombre una cosa en el sentido más literal: hace de él un cadáver… Para aquellos ilusos que consideran que la fuerza, gracias al progreso, pronto será cosa del pasado, La Ilíada puede aparecer tan sólo como un documento histórico; para otros … que perciben a la fuerza, hoy como ayer, en el centro verdadero de la historia humana, La Ilíada es el más fiel y encantador de los espejos”. 

La Ilíada, tragedia-espejo que refleja nuestros rostros más terribles y que, no por ominosos, dejan de sernos útiles para reconocernos en ellos es, entonces, no una loa a la guerra y a las virtudes y valores del héroe (coraje, valor, fama, gloria, inmisericordia, violencia, fuerza y venganza), sino una advertencia: “No es posible amar y ser justo si no se conoce el imperio de la fuerza y no se sabe respetarlo.”

Iván Illich, por su parte, revista el mito de Pandora, Epimeteo y Prometeo. Pero no a la Pandora acusada y señalada injustamente -como a Eva-, sino “a la Pandora original, “la que todo lo da”, diosa de la Tierra de la Grecia matriarcal prehistórica.” Desde donde nos dirá, haciendo una relectura, que: “La historia del hombre moderno comienza con la degradación del mito de Pandora”. Pero es “(en) la elección que hiciera Epimeteo de casarse con la Tierra al hacerlo con Pandora (que) el mito griego se convierte en esperanzada profecía, pues nos dice que el hijo de Prometeo, Deucalión, (fue) el Timonel del Arca, quien, como Noé, navegó sobre el Diluvio para convertirse en el padre de la (nueva) humanidad”.

Illich considerará a Pandora como la que posibilita la esperanza y no como la portadora de los males y nos invita a preguntarnos: ¿Ante las desgracias que hoy sufrimos, de esta violencia desenfrenada que nos azota, aún podremos construir un Arca que nos abra un nuevo amanecer para la humanidad? 

Respecto al mito de Medusa

Una intuición nos dice que algo hay allí, en ese mito, que nos ha ocultado la interpretación canónica, propia de la tradición grecolatina (que es la que heredaron la tradición cristiana, católica y la humanista liberal). Una interpretación que ha sido muy útil para la cultura patriarcal, machista y misógina que hoy nos contextualiza.

En su “Metamorfosis” Ovidio nos dirá sobre Medusa, hermana mortal de Esteno y Euríale,  que:

“Ella era la de figura más bella y el partido codiciado por muchos, y en toda ella no había parte más admirable que sus cabellos; he conocido a quien dijo haberla visto. El soberano del Piélago (el dios oceánico Poseidón), cuentan, la deshonró (violó) en el templo de Minerva (-Atenea); la hija de Júpiter (-Zeuz) se volvió y se cubrió el semblante con la égida, y para que el hecho no quedara impune, cambió la cabellera de la Gorgona en feas hidras. Y aún ahora, para aterrar y dejar paralizados a sus enemigos, lleva delante del pecho las serpientes que creó”.

Intentemos otra mirada: 

Medusa ha sido violada por el simple hecho de ser bella a ojos de un dios patriarcal que, como todos los dioses patriarcales, se reserva el derecho de pernada. Ella no es más que un objeto para satisfacer su divino deseo.

Medusa es también, en la mitología, una de las primeras víctimas revictimizadas por “la justicia”: Atenea decide castigar a Medusa. Atenea, hija de Zeus, la diosa patriarcal sin madre, nacida en partenogénesis directamente de la cabeza de su padre, es diosa de la guerra y la sabiduría. ¿Se entiende porque ella, carente de empatía haca las mujeres, no está del lado a la víctima?

Que la belleza de Medusa -que su orgullo de mujer- fuese una condena, aquello que la hizo vulnerable a la ira de “la Ley”, habría de petrificar cualquier corazón. Eso también se entiende del mito.

Medusa entonces deviene un monstruo que, como todo lo monstruoso, es un “aviso de los dioses”, una “advertencia sobre-natural” (Monstruo, deriva del verbo latino monstrāre que significa “mostrar” o “exponer”). Así, la monstruosidad de los seres monstruosos, su esencia, radica en reflejar algo que se querría oculto, como un espejo inevitable. Mito revelador.

Y ¿Qué es lo que muestra Medusa? Según un texto, el “Diccionario de los símbolos” de Chevaliere y Gherbrandt: “Ella refleja en efecto la imagen de una culpabilidad personal. Medusa refleja la imagen deformada de sí… que petrifica de horror”. ¿Se queda corta esta interpretación o tan sólo responde a un mundo que queremos ya ido? Nada se dice allí del reflejo del horror y del terror de la violencia patriarcal, nada de la crueldad machista de Atenea y Poseidón. Nada de que es el reflejo de una violación y una doble injusticia lo que endurece y enmudece a quien le mire. Este diccionario nada dice de la violación como una de las agresiones más funestas ni lo señala como un acto criminal, pero sí re victimiza a la víctima, idéntico a como lo hizo Atenea. Lo que revela el tipo de interpretación de un mito.

Medusa muestra el verdadero rostro de una humanidad y de unos valores “humanistas” que pueden ser, a todas luces, atroces. Una verdad que petrifica. Un “humanismo “que bien puede darse ya por descontado.

Sobre Atenea.

Atenea es la diosa que posee la sabiduría, misma con la que asiste a Odiseo para vencer, conquistar y transgredir, mediante ardides (mentiras y engaños), a quien se le interponga en la consecución de sus deseos. Gracias al mito de esta diosa habríamos de saber que la sabiduría política involucra, desde siempre y necesariamente, dominio del arte de engañar, de aparentar y de mentir, lo mismo que una voluntad dispuesta a todo, incluso asesinar. Y, todo esto, por un poco de poder. 

Broncínea y viril guerrera, esta diosa dio nombre a la ciudad Atenas. En su texto “El matriarcado” Paul Lafargue recordará cómo fue esto posible gracias al voto de las mujeres atenienses, hasta entonces ciudadanas libres y con derecho a voto en la asamblea. Mujeres a las que Atenea abandonó y dejó castigar por el mismo Poseidón y los hombres atenieses por no haber logrado, ellos, mediante un ejercicio democrático, dedicar el nombre de esta ciudad a la adoración del dios oceánico. Las mujeres que inocentemente votaron por dedicar el nombre a la diosa Atenea ganaron y, en ello, lo perdieron todo.  

Para atenuar la ira de Poseidón que, ya se sabe, no acepta un “no” como respuesta a las mujeres atenienses se les humilló, arrebatándoles todos sus derechos y degradándolas a ser posesión de sus maridos. 

Siguiendo la interpretación de Paul Lafargue, Atenea es el invento de la cultura patriarcal griega para hacer frente a la cultura egipcia –ese mundo al revés donde los ríos corren de sur a norte y las mujeres son faraones bajo la potestad de una Diosa, madre todos los dioses. Los hombres griegos al crear sus mitos fundacionales le dan a Zeus la capacidad de parir, robándole así a las mujeres la exclusividad de una de sus tantas características maravillosas: la capacidad de engendrar nueva vida. 

Hay aquí indicios del origen del patriarcado. Hay aquí indicios del origen de un pacto patriarcal olímpico.

Perseo y Medusa.

Volvamos a Medusa. Ella ha sido transformada en un monstruo. Atenea convirtió su hermosa cabellera -de lo que más se preciaba Medusa- en un nido de hidras que no cesan de serpentear. Completamente rota y destrozada, Medusa se recluye en una cueva. No quiere ver a nadie ni que le vean. A nadie hace daño pero sí petrifica a aquél que se atreva a conocer su historia.

Y entonces Perseo -semidios hijo de Zeuz y Dánae- aparece en escena. Está por desposar a Hipodamia hija del rey Polidectes. Ofrece regalar al rey la cabeza de Medusa como trofeo. Para lograr este criminal cometido, Perseo se ve asistido por Atenea y Hades que le dotan de poderes sobrehumanos: Atenea le da su égida, escudo inquebrantable fraguado por Hefesto, y Hades le ofrece sus sandalias para que pueda elevarse por los aires junto a su casco que provee invisibilidad.

Así ataviado, Perseo no se atreve a ir a plena la luz del día a realizar su hazaña. Espera en cambio a que caiga la noche y a que el sueño, arrullo de Morfeo que todo lo vence, adormezca la angustia insomne de Medusa. Con alevosía y ventaja Perseo se aproxima silenciosamente, por los aires, cubriéndose el rostro no sabiendo dar la cara y asesina a Medusa mientras duerme. ¿Paradigma de la víctima inocente, indefensa e inadvertida? 

¿En verdad seguimos siendo capaces de ver en Medusa a la encarnación emblemática del mal y del horror, y en Perseo a un héroe? Atenea es símbolo de la filosofía sí, pero, ¿de cuál?

El mito de Medusa nos muestra el horror al que pueden llegar las pasiones humanas; nos muestra cómo alguien, aunque furtivo “semidiós”, cobijado por las sombras del silencio nocturno y en la oscuridad del engaño, se consuma como un cobarde; nos muestra cómo  una Diosa puede odiar a las mujeres tanto como ama a la guerra.

Sin embargo, no dejará de ser honesto preguntarnos qué tanto nos siguen representando Perseo y Atenea, qué tanto Poseidón y qué tanto Medusa. 

A Medusa no podemos imaginárnosla feliz pero al menos sí reivindicada. No cercenando ella la cabeza de Perseo, sino más bien montando, alada, a su Pegaso.

 

Tercer acto que ofrece una propuesta: ¿Pegaso, el sueño de Medusa?

Nuevas interpretaciones sirven para volver a interpelarnos, para convocar a la construcción de nuevos símbolos que den lugar a ese cambio cultural que necesitamos para hacer frente a todas las violencias que nos degradan vez con vez.

Pensemos en Pegaso como un nuevo símbolo. Propongamos esta apuesta.

Sabemos que de la sangre que brota como fuente de la cabeza cercenada de Medusa surge Pegaso. ¿Será este ser híbrido, quimérico, indiferenciado y pleno, el sueño que soñaba Medusa? Ni terrestre ni celeste, ni ave ni equino, Pegaso es capaz de hacer surgir nuevas fuentes y manantiales con su coz. ¿Es Pegaso, el hijo de Medusa, también su sueño? 

Caballo alado, símbolo, ¿qué simbolizas?

Hay quienes han creído que Pegaso simboliza “a la imaginación creadora, a las cualidades espirituales y sublimes (capaces de elevar al hombre) por encima del peligro y a perversiones… a un emblema que puede orientar hacia los fines políticos: gobernar con sublimidad e imaginación”. Omitiendo o ignorando que el fin político es el poder, y que su medio selecto es la violencia o la mentira.    

Pero ¿No valdrá la pena ver en Pegaso al símbolo de esa otra humanidad posible, de esos nuevos valores humanistas que tanto se requieren para acabar con toda esta miseria?

Pegaso el símbolo de un mundo que se sabe no binario, ni maniqueo, sino pleno, diverso, simbiótico, composthumano (como lo sueña Donna Haraway).

Que la humanidad no progresa ni se “perfecciona” por ley natural es evidente para quien se atreva a mirar su propia monstruosidad, a nuestra monstruosa aventura: armamentismo y militarismo exacerbado, guerra aquí y allá. Infancias huérfanas.

Aun así ¿es posible aventurar la promoción de una nueva cultura no patriarcal, no prometeica y no egoísta que proscriba todo tipo de fobias hacia los diversos modos de ser de las personas, a todos los tipos de violencia y esclavitudes?

Angela Davis, al presentar la “Vida de un esclavo americano escrita por él mismo”, del abolicionista Federick Douglass, nos dirá que: “luchar por la liberación (es luchar por) una liberación que no sólo incluya a las mujeres de color, sino también a comunidades sexualmente marginadas y a aquellas que están sometidas a formas de coacción y represión en virtud de su condición de emigrantes. Es igualmente importante que, al mismo tiempo que reconocemos la influencia que tuvieron sobre Douglass las ideologías de su tiempo, aprendamos a identificar y combatir las que limitan nuestra idea de liberación en el presente.”

Ciertamente el sueño de Medusa no se realizará solo, así como no lo encarnarán personas ávidas de poder dispuestas a todo, incluso el de someterse al dictado de un patriarca. 

Fundar la idea de esa otra humanidad posible en la creencia, en la querencia, de que un mundo sin violencias es posible debería ser lo deseable ¿no es cierto? Pero, para ello, sería necesaria una desmilitarización global, un desame total, una desnuclearización mundial y la desarticulación de todos los ejércitos ¿Por qué esto y no otra cosa más plausible? Porque sólo así podremos desterrar a la guerra y su amenaza de decapitar nuestro futuro como especie.

Y en el trascurso de lograr lo anterior construir un mundo donde las infancias, las mujeres y la vejez sean, todas ellas, consideradas y tratadas como lo que de hecho son: sagradas. 

Erigir una cultura basada en el cuidado, la ternura y la protección mutua, y de respeto a la naturaleza y al hogar común de toda la vida que es este planeta. Ahí debería estar la tarea. 

Sin ser ingenuo ni optimista quiero creer que esto es posible en el transcurso de nuestro tiempo sobre la Tierra. 

Otra humanidad es posible y, aunque improbable, podemos hacer que valga la pena vivir en el intento.

Hay mujeres, hermanas, amiga, hijas, abuelas y niñas señalándonos el camino: aún hay esperanza.

 

Hasta no ser dignos de todas ustedes,

de su vientre, 

de sus corazones.

Fecundas de vida,

fuentes de ternura y fortaleza.

Hasta no poder acompañarles.

Hombro con hombro.

En sus brazos.

A sus pies.

Si algo ha de morir,

que muera el patriarcado.

Las queremos vivas.

¡Ya basta!

Que todo se tiña de morado”

 

*Profesor del ITAM y de la FFyL de la UNAM, colaborador del Programa Universitario de Derechos Humanos de la UNAM.

**Imágenes tomadas de: https://www.nytimes.com/2020/10/13/arts/design/medusa-statue-manhattan.html https://es.wikipedia.org/wiki/Archivo:Perseus_by_Antonio_Canova.jpg

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