Xochiquetzalli Alvarado Espinosa*
Cuando iniciamos el cuarto semestre en febrero, a mí me dio gusto reencontrarme con algunas de mis amigas en las instalaciones de nuestra escuela donde compartimos un tiempo y un espacio propio para nosotras, donde no solo estudiamos varias materias, sino que también aprovechamos para convivir como jóvenes; en ese espacio platicamos, reímos y muchas cosas más.
En ese tiempo nunca imaginamos tener que estudiar en línea, aunque parecía el sueño de muchos poder quedarse en casa, hacer las tareas desde ahí, no tener que ir a la escuela y no levantarse temprano; pero jamás pensamos si en verdad estábamos preparados para ello. En estos meses de confinamiento, tanto alumnos como profesores hemos hecho un gran esfuerzo para continuar las clases a distancia. No todos mis compañeros cuentan con computadora personal ni internet, además no todos los profesores y profesoras manejan las tecnologías; aun así, es hermoso ver cómo se esfuerzan para enseñarnos a la distancia. Tengo el privilegio de contar con maestros y maestras que comprendieron que no todos podíamos entregar los trabajos a tiempo, ya sea porque no contábamos con algún dispositivo electrónico o una señal estable de internet. Algunos incluso cambiaron las formas de evaluar debido a que los exámenes presenciales no era posible sustituirlos en línea. Algunos maestros dejaron que les expresáramos nuestras dudas con confianza, nos proporcionaron material de apoyo para poder realizar las actividades correspondientes y no nos dejaron solos. Al menos esta es mi perspectiva, aunque para otros compañeros pudo ser distinto, pues nuestros maestros mantienen una cercanía mayor solo con algunos, lo cual entiendo porque somos muchos.
En lo personal me ha gustado mucho estudiar desde casa, aunque no ha sido una experiencia totalmente agradable, ya que durante este periodo también lidié con profesores poco empáticos que solo trataban de cumplir con su trabajo sin importarles la cantidad de actividades que dejaban. Así como hubo profesores y profesoras con los que se ha trabajado de manera excelente, con otros ha sido difícil y poco grato. Por ejemplo, una de las asignaturas que más me agradaban desde la primaria, se convirtió en una de las materias más difíciles debido al trato poco amable de la docente. La docente no nos respondía las dudas, las instrucciones no era muy claras, además de que nos ponía una fecha y hora específicas para entregar las tareas y de no hacerlo así, perdíamos la oportunidad de enviarlas. Como en el horario anterior a la pandemia, teníamos clases a las 7:00 am, a esa hora también debíamos estar conectados y a esa hora debíamos entregar las tareas que no siempre eran revisadas y no tenían retroalimentación. A diferencia de otros docentes, nunca nos proporcionó videos o materiales de apoyo, que la verdad nos sirvieron mucho. En realidad, a esta maestra ya se le dificultaba darnos clases presenciales, pero a distancia se le complicó más porque no teníamos contacto directo con ella a pesar de contar con un grupo de WhatsApp. Mi estudio en esa materia se concretó a resolver el libro completo y elaborar unos cuadros. Tampoco había posibilidad de dialogar. Mis compañeros muchas veces pidieron que se les resolviera dudas, pero ella solo leía los mensajes por correo electrónico y no respondía; tal vez porque éramos muchos y no le daba tiempo de respondernos personalmente.
Esta situación contrastó mucho con la actitud de otros profesores, en especial con el maestro de matemáticas, quien nos mandó videos donde nos explicaba de manera sencilla cómo resolver ciertos problemas. A pesar de que ésta, es una materia que no se me facilita mucho, él buscó la manera para que comprendiéramos los temas. También hizo videoconferencias y reuniones virtuales para que lográramos entenderle mejor. De igual forma, la maestra de orientación nos dio un tiempo amplio para aprender juntos y nos detalló qué tareas debíamos enviar y cómo hacerlas. Mi profesor de historia por otro lado nos hizo hacer trabajos interesantes, donde aprendí mucho al mismo tiempo que me divertí. El trato que él tuvo con nosotros fue muy bueno. Con la maestra de diseño aprendí bastante sobre edición a pesar de que estábamos a la distancia. Yo soy de las afortunadas que cuenta con computadora personal, internet e impresora, pero sé que muchas de mis amigas solo cuentan con celular y lo malo fue que algunos de sus papás se quedaron sin trabajo.
En estos cien días de confinamiento me he sentido bastante estresada, cansada además de estar muy presionada por entregar todos mis trabajos. El tener que estar encerrada en mi casa no me ayudó mucho, algunas veces me sentía tan agobiada que terminé llorando. Me daban ganas de salir a algún lugar para despejarme, pero desgraciadamente esto no era posible. Por fortuna mis padres me apapacharon cuando lo necesité.
Pienso que dejarnos muchas tareas no es garantía hacer que aprendamos y menos en las condiciones en que nos encontramos. Por ejemplo, en mi Alcaldía Iztapalapa, es donde más contagios ha habido y eso me da mucho miedo.
Para los maestros que lean esto, quiero que piensen por un momento que su forma de ser con nosotros sus estudiantes de bachillerato es muy importante, ya que a veces nos dejan muy buenas experiencias, pero en otras no tanto. A pesar de que ya no somos niños, sus malas actitudes nos afectan en lo emocional y en nuestro desempeño escolar. Este llamado no quiere decir que deban disminuir la exigencia para que aprendamos, ni tampoco que deban aprobarnos con diez. Sólo me gustaría que nos comprendieran un poco más. Es cierto que la tecnología ha avanzado y que ahora contamos con muchos recursos que nos ayudan a hacer nuestras tareas más fáciles y rápidas, pero no todos los estudiantes vivimos en las mismas condiciones sociales y económicas. Es necesario que comprendan que alguno de ellos o ellas no tienen facilidades para hacer sus trabajos por internet. Lo mejor que pueden hacer para ayudarles a ellos y a todos, es acercándose a nosotros, motivándonos a que tengamos confianza en ustedes. Pienso que no deben olvidar que también fueron estudiantes y me imagino que también tuvieron maestros con los cuales no se llevaron tan bien. Una buena forma de ser con nosotros es ser como hubieran querido que sus profesores los trataran. Pues, aunque parece un poco exagerado para los estudiantes de bachillerato, a los maestros también los llegamos a ver como nuestros segundos padres, muchos de los que he tenido en estos cuatro semestres han dejado huella en mí, a todos ellos y ellas mi agradecimiento eterno. Ahora solo estoy en espera para la reanudación de mis clases del quinto semestre.
*Estudiante del 4º semestre