Hacia una nueva masculinidad

“La crisis que enfrentan los hombres no es la crisis de la masculinidad, sino la crisis de la masculinidad patriarcal. Hasta que no hagamos esta distinción clara, los hombres continuarán temiendo que cualquier crítica al patriarcado representa una amenaza.” Bell Hooks

La reciente conmemoración del Día Internacional del Hombre nos debe invitar a una reflexión crítica sobre la masculinidad y su papel en el fortalecimiento de una sociedad equitativa. La persistencia de flagelos como el machismo, el suicidio masculino, la violencia de género y la homofobia, junto con la desatención de la salud masculina —tal como se refleja en el estigma en torno al cáncer de próstata—, subraya la deficiencia de nuestros esfuerzos educativos y culturales. Los chistes sexistas y los estereotipos perjudiciales, tan arraigados en el tejido social, son manifestaciones de una educación que requiere una revisión radical.

Siguiendo las directrices de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH), es imperativo promover modelos masculinos positivos que trasciendan los estereotipos, reevaluar el paradigma de la masculinidad, y enfatizar en la salud y bienestar integral de los hombres. De igual manera, se debe fomentar la mejora de las relaciones de género y cuestionar el rol de los hombres en la construcción de una sociedad justa, que respete y celebre la diversidad y la igualdad de género.

Los gobiernos, con políticas públicas adecuadas en seguridad, educación y salud, libres de sesgos religiosos o ideológicos con base en información objetiva y precisa, deben asegurarse de que la legislación refleje y sancione adecuadamente la violencia de género, y de que existan recursos accesibles para los hombres que buscan ayuda para cuestiones de salud mental y física.

En el ámbito educativo, las escuelas deben ser incubadoras de progreso, con acciones que fomenten la igualdad de género y la apreciación de la diversidad, con recursos que celebren una variedad de experiencias y perspectivas masculinas, así como la implementación de actividades que fomenten el desarrollo de habilidades socioemocionales en las niñas, niños y jóvenes.

En casa, la transformación debe iniciar con el reconocimiento y la confrontación de la violencia y el sexismo. Las familias deben esforzarse por erradicar el lenguaje y los comportamientos perjudiciales, cultivando un ambiente que valore la vulnerabilidad y la comunicación abierta. La paternidad activa y el reparto equitativo de las responsabilidades del hogar son pasos esenciales para desmantelar de las estructuras de poder tradicionales.

A nivel social, se debe promover la participación de hombres en la colaboración con organizaciones que abogan por la salud masculina y contra la violencia basada en género, y la creación de espacios seguros donde los hombres puedan explorar y expresar sus emociones sin temor al juicio o estigmatización.

Así, mediante la implementación de estrategias en consenso, podemos fomentar una reconceptualización de una masculinidad que sea coherente con los valores de respeto, equidad y bienestar. La necesidad de una transformación es apremiante, y solo a través de un compromiso colectivo y acciones resueltas podremos esperar forjar una realidad que en realidad refleje nuestras aspiraciones más elevadas para la sociedad. Porque la educación es el camino…

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