Herramienta insustituible en el aprendizaje formal

Rosalía Nalleli Pérez-Estrada

La mejor herramienta para clavar un clavo es un martillo y si no hay martillo, se puede usar una piedra, un mazo, un zapato o cualquier otra cosa que  pueda sustituirlo pero, lo que jamás podrá cambiarse será a la persona que lo ponga. Eso es lo que hace al ser humano único e insustituible, ya que ninguna máquina ni herramienta podrían funcionar por si mismas sin que hayan sido programadas por un humano. Si no es así, ponga Ud. un clavo junto a la pared y regrese una hora después y vea qué cambios encuentra.

Eso es lo que hace al humano indispensable también en la escuela, durante la enseñanza y el aprendizaje o frente al diseño curricular y su aplicación. Sin el docente experto, la escuela se reduciría a un montón de ladrillos apilados, en un inmueble vacío, frío y sin maravillosos recuerdos, ni emociones y se esfumaría el recuerdo del calor de las paredes que muchos guardamos en nuestra memoria.

Con estos dos ejemplos, es impensable imaginar la sustitución completa del docente por algo más, aunque surjan mil softwares, robots o mil reformas educativas que muestren la preocupación de los gobiernos; ya que jamás ninguna reforma educativa, producto de los sabios de algún reino de Dios, o de algún omnipotente sabelotodo, podrá plasmar la sensibilidad de un docente verdaderamente comprometido con la sociedad y no podrá retratar o dibujar el impacto que logra una buena motivación externa o un estímulo bien aplicado,  para que un alumno sueñe en volar muy alto.

Con esto, hablo de aquellos elementos intangibles que valen mucho más que un listado de procesos, de reglas, de conceptos o de fórmulas que trae consigo la experiencia, la honestidad y el compromiso en la enseñanza para desarrollar, facilitar, potenciar o trasmitir el aprendizaje. Aunado a esto, es importante saber que su labor se reconoce por parte de los investigadores y pedagogos quienes proponen la inclusión del docente de manera activa para los cambios en una reforma y dicen que para trabajar mejor, se debe de escuchar al docente y sus propuestas.

Indudablemente escucharlo significa dar un primer paso hacia un plan de mejora continua, ya que sus propuestas surgirían de la experimentación y no desde un escritorio y se podrían mostrar aspectos que muchas veces son imperceptibles para los jefes. Sin embargo, con los cambios ya propuestos, se requiere primero empezar a leer cómo quedará finalmente la meta para la educación en el Plan de Desarrollo Nacional para el sexenio, 2019-2014, así como sus objetivos y estrategias y poder establecer formas de seguimiento que ayuden a combatir los problemas principales desde la educación y así impulsar un desarrollo que beneficie a todos. Pero mientras eso sucede, seguiremos escuchando pronunciamientos a favor y en contra  de las propuestas vertidas, muchos con la ilusión de tener la mejor opinión y denigrando las anteriores, cada uno con su verdad, como dice Jorge Bucay, pues desde la perspectiva de cada planteamiento y sus vivencias, todos tienen la razón y no hay una verdad absoluta.

La única verdad es que, mientras no tengamos claro hacia dónde vamos, ni qué estrategias se tomarán para llegar ahí, la incertidumbre de lo que vendrá provoca ansiedad, estrés, enojo y mofa a los que detractores, antagónicos o criticones, esperan por una decisión.

Mientras tanto, entre mucha discusión y toma de decisiones, sería muy conveniente reconocer verdaderamente la importancia que un docente tuvo en nuestras vidas, no importando a lo que nos dediquemos ahora y que gracias a la guía y cuidado de un docente vivimos gloriosos momentos entre las paredes de las aulas, en el recreo o en la cafetería de la escuela…y sería muy reconfortante dedicar 10 minutos en rememorar las vivencias que nos dejó aquél que se preocupó por enseñarnos las tablas de multiplicar en la primaria, o de aquel que nos platicó de la Odisea de Homero en la secundaria, del que nos exigió memorizar la tabla periódica en la preparatoria, del que nos obligó a aprender la diferencia entre una hipérbole, una sinécdoque, una metáfora o una anáfora mientras avanzábamos en la formación universitaria, o aquél que nos presionó para seguir investigando o publicando nuestros hallazgos en un posgrado y quien, sin considerar sus múltiples títulos o diplomados, jamás olvidó darnos con una sonrisa, una felicitación e incluso un regaño que enriqueció nuestro auto reconocimiento al vernos en sus ojos, comprobando el impacto que genera un buen docente que ama su trabajo.

Por otro lado, se hace necesario también eliminar esa falsa creencia de que un nuevo gobierno traerá la varita mágica que cambie nuestra situación, ya que también como humanos, con facilidad caemos en el círculo vicioso de una pelea sin fin con nosotros mismos y con los demás; mientras pasa el tiempo, nos separa de nuestras alienaciones o nos inmiscuimos más en ellas o descubrimos qué es en realidad lo que da sentido a nuestra vida. Lo que es indudable es que como alumnos poco o nada recordamos a un líder sindical o a un presidente que cambió una reforma, pues en la confianza declarada al que siempre llevamos en el corazón es a aquél que como herramientas irremplazable del aprendizaje, nos cobijó en su enseñanza, nos impulsó al mejoramiento por medio del conocimiento y su retroalimentación y con los ojos abiertos, nos escuchó en nuestros sueños.

Rosalía Nalleli Pérez-Estrada. Directora de Universidad Santander, Campus Tlaxcala. Profesora por asignatura, de la Universidad Politécnica de Tlaxcala y en coordinación del Departamento de idiomas de la misma universidad. Investigadora invitada por CIFE.

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