La culminación de un ciclo

Jesús Andriano*

Hace unas semanas culminó el ciclo escolar 2018-2019, y con él, la existencia de tres tipos de calendarios vigentes para todos los centros educativos, el de 185 días, 195 días y el de 200 días mismos que de acuerdo a los lineamientos de la SEP se emitieron para diversificar las necesidades de cada centro educativo; la aplicabilidad del calendario fue parte fundamental en la política educativa del sexenio anterior; la forma de atender los planes y programas se constituyó en una posibilidad para que algunas instituciones asumieran en un tiempo determinado el marco de corresponsabilidad en la llamada autonomía curricular y con ello dar cumplimiento a los principios de la educación inclusiva en la que se buscaba atender las necesidades educativas e intereses específicos de cada educando. 

De acuerdo a los lineamientos de la SEP, la puesta en marcha de la  Autonomía Curricular brindaba a los profesores un espacio para experimentar nuevas metodologías de enseñanza, así como estrategias de aprendizaje diversificadas acorde a las necesidades de los alumnos y con ello renovar su práctica docente a partir de la valoración de acciones articuladas con los Campos de Formación Académica y Áreas de Desarrollo Personal y Social definidas en el modelo educativo. En dicho componente se originaba el espacio para dar concreción al capítulo decimoquinto de la Ley General de los Derechos de los niños, que establece en los artículos del 71 al 74 el derecho a ser escuchados y tomados en cuenta de acuerdo a los asuntos de su interés, conforme a su edad, desarrollo evolutivo, cognoscitivo y madurez.

Dicho componente curricular definido desde los planes y programas se delimitaba como innovador y flexible al incorporarse por primera vez al currículo de la educación básica en México, de acuerdo a los preceptos de la SEP, brindaba a los estudiantes la oportunidad de aprender temas de su interés, desarrollar nuevas habilidades, superar dificultades, fortalecer los conocimientos adquiridos durante su formación académica, así como enriquecer su identidad y su sentido de pertenencia, para contribuir a la buena integración de la comunidad escolar; sin embargo, la experiencia se convirtió en una hazaña para la comunidad escolar, darle sentido a una propuesta para generar un espacio propicio en la modificación curricular y con ello mejorar el rendimiento escolar se convertiría en un riesgo; la serie de acciones movieron los propósitos preestablecidos de la escuela, las necesidades se convirtieron en una demanda global y los interés de los alumnos no se cristalizaron como una habilidad  en cierta área de oportunidad.

 

La propuesta transformó la dinámica de las escuelas, convirtiendo la tarea de generar clubes en una encrucijada, los docentes se dieron cuenta que tomar la decisión sobre aspectos curriculares no es una situación fácil y por lo tanto comprometía las posibilidades de actuación, al no saber cómo o de qué forma diseñar, así como elegir o definir la mejor propuesta curricular para la escuela; en la encomienda no se consideró el marco de referencia que tenían los docentes sobre diseño curricular y la osadía de establecer una educación inclusiva en la que se buscaba atender un nuevo modelo educativo, se transformó en una ocurrencia pedagógica atendida bajo las condiciones de infraestructura financiera y académica de las escuelas.

Ante los resultados volátiles en la aplicación de un modelo educativo enfocado en los aprendizajes clave; surge en el gobierno federal la propuesta de una Nueva Escuela Mexicana, enfocada en atender los valores cívicos, éticos y de derechos humanos, así como en la exaltación de generar una educación profundamente humanista, científica y tecnológica, en el que se busca priorizar una ciudadanía integral; la propuesta lejos de parecer innovadora, hasta el momento se ha convertido en una ruta de declaraciones sobre las bondades que ofrece, y no propiamente sobre la concreción de tres aspectos fundamentales que en la víspera de un nuevo ciclo escolar se debe de considerar, el diseño de los planes y programas de estudio, la capacitación intensiva a los docentes, así como la impresión de los nuevos libros de texto.

Será que ante la incertidumbre de lo que pretende la nueva escuela, queda simplemente la culminación de un ciclo escolar más.

*Profesor investigador de la Escuela Normal de Tecámac. Colaborador de Voces Normalistas. Miembro de la RED RECREA.

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