La educación no es negociable

Lilia M. Partida Flores

Es conocido el papel de la organización empresarial revestida de organización de la sociedad civil Mexicanos Primero. La agenda educativa pasada, actual y futura ha sido diseñada por esta organización con base a lo marcado por el FMI, Banco Mundial,  TLCAN, la OCDE, Incheon y los Objetivos de Desarrollo Sustentable 4, y las autoridades educativas formales se han encargado de adicionarle e instrumentarlo como juego de espejos, a veces fiel u otras deforme.

Las propuestas de organismos supranacionales,  Mexicanos Primero (MP) y gubernamentales concretadas en la reforma educativa (RE) integran un continuo para la educación en y para el neoliberalismo. La aseveración de MP sobre la RE como un proyecto  inclaudicable,   lo es, pero para la elite empresarial, no para los maestros, las comunidades, los pueblos originarios, las normales, padres de familia, niñez y juventud en la que a su nombre se impuso la RE, ocasionando perjuicios pedagógicos y laborales, potencialmente reversibles y otros daños imposibles de resarcir que configuran crímenes de lesa humanidad.

Ante la coyuntura electoral el consejero de Kimberly Clark Claudio González Laporte expresó su apoyo al candidato priista Meade en oposición a “los populistas quienes podrían poner en entredicho el futuro del país”. A su vez en respuesta a las declaraciones del candidato puntero Andrés Manuel López Obrador,  el empresario Claudio X. González Guajardo señaló que “sería catastrófico para México y las generaciones futuras dar marcha atrás a la reforma educativa”.  

En esa narrativa se exalta hasta el paroxismo, el derecho de los niños a aprender con una educación de calidad y a contar con maestros calificados como idóneos de acuerdo  a los estrechos parámetros de la actual reforma educativa

El derecho de los niños a la educación no está en disputa pero el cómo lo configuran sí, ya que se construyó una gran falacia. El derecho de  los niños a una educación de calidad impuesta, derecho transformado en leyes constitucionales, en modelo educativo y curricular que se promulga como  inamovible de raíz. Derechos y obligaciones fijadas como leyes sagradas, permanentes, inmutables, únicas para lograr educar a toda la niñez y juventud.

La educación de derecho humano se convirtió en servicio y mercancía; los estudiantes son  capital humano para alimentar la “economía emergente”; al maestro lo obligan a convertirse en reformador idóneo;  las obligaciones del Estado gradualmente se trasladan al sector privado en un abanico de inversiones/negocios, y se faculta a las familias a través de los Consejos de Participación Social para legitimar programas de la RE y sufragar con dinero, en especie o con su fuerza de trabajo las responsabilidades del Estado.

Para influir y en defensa de la reforma educativa MP lanzó un comercial utilizando a los niños -que tanto proclama defender- creando estereotipos de los candidatos presidenciales. Anaya en primer lugar con su vestimenta habitual, hablando en español e inglés, Meade estilizado, con logo en camisa, mochila con anchos tirantes; Jaime norteño extrovertido, Margarita dulce y tierna niñita, los cuatro con  determinación y lenguaje corporal que denota seguridad. Andrés con guayabera mal acomodada del cuello, cicatriz en la frente, acento marcado potenciador de discriminación lingüística, sin siquiera poder meter sus manos en propia camisa, rascándose, nervioso, con la mirada perdida cuando la voz infantil en off indica “piensa bien y apoya al candidato que apoye la transformación educativa” en alusión directa a sus declaraciones sobre la RE y finalmente en la toma abierta es el más bajo de todos, sin brazos visibles y sujetado del cuello por el grandote Jaime.

El gasto en propaganda para persuadir sobre la necesidad y las bondades de la reforma educativa no es nuevo. Es estratégico convencer para desvincular o incluso oponer, por ello las intensas campañas mediáticas que generen certidumbre, confianza y esperanza, divulgar  el mito del supremo interés de la infancia, de los buenos maestros y la imprescindible “evaluación” que dará pie al parnaso de la “calidad” educativa. En el nombre de los niños se enarbola la reforma educativa y para lograrlo se usan niñ@s, pero millones de humanos saben que” escrúpulo no es un parásito del alacrán” y la moral “no es un árbol que da moras”.

 

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