Eric Cooper (*)
Descubriendo el don que tienen los profesores de calidad
La única constante en educación es que todos quieren cambiarla
Esto parece especialmente cierto hoy en día. Algunos tienen la intención de soltar las riendas que sustentan económicamente a las escuelas públicas, para darle mayor atención e invertir más en las escuelas que siguen recibiendo ayuda por parte del gobierno pero que funcionan de manera independiente (a las cuales se les conoce como Charter Schools). Otros quieren reestructurar la forma en la que las escuelas secundarias y preparatorias funcionan proponiendo cambios en el número de estudiantes en los salones de clases o buscan reorientar el contenido para que la enseñanza sea más rigurosa.
Las comunidades están negociando que haya un cambio en el consejo escolar para que quienes lo integren sean elegidos por votación; otros, están desarrollando plataformas de aprendizaje en línea para que tengan un alcance masivo, mediante la creación de videos, Facebook, avatares y otras tecnologías de vanguardia, porque consideran que esas son las herramientas clave para un futuro mucho más claro y alentador.
Mientras que la revolución podría comenzar en el Consejo Educativo en los municipios o en el ayuntamiento, la verdadera revolución –la que es realmente importante y la que cuenta— siempre ocurrirá dentro del aula. Si los cambios significativos que se tomen en materia educativa no se siembran en el aula, no habrá posibilidad de que crezcan.
Sin embargo, ¿cómo podemos asegurar que exista un cambio que englobe más de 14,000 distritos escolares en nuestro país, 50 millones de estudiantes, que emplee aproximadamente 3.2 millones de maestros y 2.5 millones de administrativos y personal de apoyo?
La respuesta es mucha más clara de lo que algunas personas pueden pensar. En su premiado libro, La Pedagogía de la Confianza: Inspirando el alto rendimiento intelectual en las escuelas urbanas, escrito por la experta en educación Yvette Jackson, quien trabaja en Alianza Urbana Nacional para la Educación Efectiva, nos dice cómo crear aulas que permitan a los estudiantes mejorar significativamente sus trayectorias académicas.
A través de los datos y la evidencia obtenida por medio de anécdotas, Jackson muestra cómo centrar la atención en los jóvenes y considerarlos “estudiantes dotados” en lugar de hacer énfasis en sus debilidades. Además, le proporciona a los maestros claves para desbloquear las virtudes de la calidad educativa que está en sus manos, y cómo el hacerlo abre una brecha que expone los talentos de sus estudiantes y nutre sus fortalezas y la creatividad individual.
“Identificar y activar fortalezas en los estudiantes tiene como resultado que ellos crean en su potencial”, escribió Jackson. “Al centrarse en los ‘las fortalezas’ de todos los niños, los maestros [aprenden a aplicar lo que] neurociencia [enseñan], [lo cual ayuda] a motivar a los estudiantes, sin importar cuál sea su rendimiento económico, para que puedan alcanzar logros significativos”.
La neurociencia es fundamental en esta ecuación
La neurociencia proporciona explicaciones biológicas de cómo las emociones y los sentimientos afectan el aprendizaje. Demuestra que aprendemos mejor en ambientes estimulantes en los que sabemos que obtener éxito es posible y cuando nos sentimos felices, confiados, emocionados y queridos, con la ayuda de neurotransmisores, el cerebro experimenta un sin número de beneficios. Se liberan sustancias como la dopamina (la sustancia química que se libera como recompensa), la serotonina (que ayuda con la capacidad de organización) y la oxitocina (la molécula social y del amor). La noradrenalina o la adrenalina, nos ayuda a rendir al máximo y de manera positiva cuando hay estrés y de esta forma impulsa hacia el éxito.
Lo contrario también es cierto: cuando nos sentimos amenazados, impotentes o bajo estrés, la hormona llamada cortisona puede inundar el cuerpo, inhibiendo la capacidad de pensamiento, la memoria y por lo tanto el aprendizaje.
Es por esto que los logros se pueden inhibir en aquellos que nacen en un contexto complicado en donde la pobreza es común y en donde el apoyo a la salud y al estado de bienestar es prácticamente inexistente. Del mismo modo, la cortisona puede causar estragos cuando los estudiantes no se sienten intelectualmente seguros en sus salones de clase y le temen a la posibilidad de dar una respuesta errónea, a la burla por hacer algún tipo de sugerencia o al hecho de que los mismos profesores expongan sus debilidades intelectuales atribuyéndolas a un contexto crítico a nivel social, económico, cultural y racial.
No obstante, cuando los educadores son guiados, con ayuda de profesionales, por la neurociencia, aprenden a desarrollar relaciones constructivas con los alumnos y además introducen material complejo que le permite a los estudiantes darse cuenta de que saben mucho más de lo que creen que saben.
Por ejemplo: desbloquear los dones de la lectura en estudiantes urbanos y en aquellos alumnos que están inmersos en un contexto de pobreza, requieren, entre otras, estrategias como:
- -Construir y activar información de apoyo previo a los retos de comprensión a los que van a enfrentarse en las pruebas.
- -Enseñar vocabulario que esté inmerso en determinado contexto y no enseñarlo de manera aislada.
- -Desarrollar las habilidades de comprensión en los estudiante mediante el aumento de dificultad en los niveles de lectura, los cuales deberán estar adaptados adecuadamente a las capacidades educativas de los lectores.
Equipado con estas estrategias, los educadores en diversos entornos –en la ciudad o en los suburbios- reportan ganancias significativas en el rendimiento académico, así como hay un aumento de la esperanza, motivación, determinación y confianza en los estudiantes.
Para la nación, la elección es clara: seguir jugando con elementos alejados a las aulas o apoyar las herramientas que cultivan profesores altamente eficaces.
Cuando las relaciones entre maestros y alumnos se fortalecen y se hacen más significativas –las cuales son constantemente rechazadas—, la esperanza puede crecer. En un estudio convincente, publicado por Gallup, expuso que la esperanza se destaca como un indicador primario para el éxito académico –más de lo que SAT (prueba aplicada a nivel superior en Estados Unidos desarrollada por College Board una organización sin fines de lucro), ACT (una organización, igualmente, sin fines de lucro que aplica exámenes a 1.6 millones de estudiantes de preparatoria que ya se graduaron y continuarán con sus estudios a nivel superior) o cualquier otro tipo de evaluaciones que miden el progreso académico.
Esos son los valores y los sistemas educativos que todo el mundo debería apoyar. Ya es hora de que nos movamos más allá de la polémica reforma educativa para que el llamado ‘Sueño Americano’ pueda contribuir a un bien mayor: E Pluribus Unum (uno de los primeros lemas nacionales de Estados Unidos que significa Uno de muchos).
(*) Eric J. Cooper es el fundador y presidente de la Alianza Nacional para la Educación Urbana Eficaz de Estados Unidos, una organización de desarrollo profesional sin fines de lucro que provee desarrollo profesional centrado en el estudiante y la promoción y orientación de la organización para acelerar el rendimiento de los estudiantes.
Traducción: Daniela Constantini. Educación Futura
Puedes localizar a Eric Cooper en: e_cooper@nuatc.org.
O en Twitter: www.twitter.com/NUATC
Texto original en:
http://www.huffingtonpost.com/eric-cooper/real-education-reform_b_4378705.html