Las contradicciones internas en la Cuarta Transformación
- Pluma invitada
- 1 septiembre, 2020
- Opinión
- fidel ibarra
Fidel Ibarra López
Como es de dominio público, el titular de la Semarnat, Víctor Manuel Toledo Manzur, denunció a través de un audio que se filtró a los medios de comunicación, las contradicciones al interior de la 4T. Y en esa denuncia, señala que la 4T carece de objetivos claros, y es escenario de luchas de poder intestinas (La Jornada, 6 de agosto del 2020). La denuncia del funcionario se extiende hacia la agenda medioambiental, pero para los fines de análisis que perseguimos en el presente artículo, nos detenemos en esta pieza discursiva que se expone en la parte inicial del párrafo.
Para tal efecto, parto de lo siguiente: este elemento de las contradicciones internas del proyecto de la 4T, un servidor lo ha señado en otros espacios desde el 2019. Una condición que resulta evidente a partir del análisis del material documental que se ha publicado sobre el proyecto de gobierno (obra bibliográfica de López Obrador y PND 2019-2024) en comparación con el ejercicio del poder en lo que va de este gobierno. Asimismo, el tema también ha sido objeto de análisis por parte de varios autores, aunque no han utilizado en sí el concepto de contradicciones internas, dado que el concepto es propiamente un término que se ubica en el marco de la dialéctica. Sin embargo, ningún funcionario del gabinete lo había externado de manera pública. Hasta ahora, que el Secretario de la Semarnat lo ha señalado y ha sido del conocimiento público.
Pero vayamos al análisis: ¿de qué hablamos cuando hablamos de las contradicciones internas? El proyecto de gobierno de la Cuarta Transformación -hago la acotación, es un proyecto de gobierno que lleva por nombre Cuarta Transformación; no es un proyecto de transformación per se, eso le corresponde a la historia determinarlo, no a un gobernante- es un fenómeno constituido por un conjunto de procesos y relaciones de orden económico, político y social. Y como tal, esos procesos y relaciones generan contradicciones internas, entendiendo por éstas, la unión de dos o más procesos internamente relacionados que están simultáneamente soportándose y minándose entre sí” (Harvey; 2018, p. 252). Y para tener claridad sobre las contradicciones, es condición indispensable comprender los procesos y las relaciones que integran a la Cuarta Transformación. En caso contrario, el proyecto se mina hasta llegar al grado de derrumbarse. Este es el peligro que se corre.
Y aquí viene lo importante: ese proceso de revisión de las contradicciones internas no puede realizarlo un solo hombre, en este caso el presidente López Obrador. Es una tarea que demanda la intervención de un cuerpo de hombres de Estado. Y es aquí donde se tiene la debilidad política: ¿quién, además del presidente de la república, tiene la estatura política para coadyuvar en una tarea de esa dimensión? Debo agregar lo siguiente: el problema no es solo de hombres de Estado, sino de concepción política del proyecto. Cuando se habla de éste y de las decisiones que se toman, el presidente lo personaliza y afirma que él es responsable de todas las decisiones que se toman al interior de la 4T. No hay, pues, posibilidad para conducir el proyecto con una visión de Estado. A lo sumo, para lo que alcanza es para conducirlo como un proyecto de gobierno sexenal, donde la decisión única (y final) reside en el presidente.
Sin embargo, el proyecto no implica solamente decidir, sino revisar para ajustar. Y esto último no se está realizando. El proyecto camina día a día, pero no se ajustan las contradicciones internas que se están generando. En ese sentido, se constituyen en el punto ciego de la 4T. Y no se las hacen ver al presidente, porque los actores políticos que forman parte de su gobierno están enfocados en la lucha por el poder. Quizás entiendan que esto de la 4T es un proyecto que tiene una fecha de caducidad y, por ende, hay que aprovechar la oportunidad mientras el proyecto esté vigente. Si esa es la perspectiva política, la izquierda en México corre el peligro de perder la oportunidad de gobernar para hacer historia. Un propósito, me parece, que comparte únicamente el presidente, no los hombres y mujeres de poder que lo acompañan.
Así, el proyecto de gobierno de la Cuarta Transformación sólo puede tener viabilidad política si se resuelven las contradicciones internas. Y para ello, se debe conducir con una visión de Estado. Y una condición sine qua non para ello, es que esa visión -y conducción- no debe ser obra de un solo hombre.
No obstante, una cosa es el deber ser y otro el ser. Y en el ser, lo que se tiene es a un presidente que encabeza un proyecto de gobierno. Un gabinete que lo acompaña y un grupo de actores políticos que orbitan en torno al proyecto del presidente. Con este marco se ejerce un proyecto de gobierno. Y se camina, sin ajustar. Y con eso a cuestas, el declive de la 4T es cuestión de tiempo solamente. ¿Cuánto? Eso depende del genio político del presidente. Que, en términos políticos, eso sí hay que reconocerlo, es un genio.
Pero una cosa es el ejercicio de la política para conseguir objetivos mediatos y otra muy distinta es gobernar para transformar una nación entera. Son cosas muy distintas.
En vías de mientras, las declaraciones del Secretario de la Semarnat deberían -otra vez el deber ser- ser objeto de atención del presidente; pero a lo sumo, a lo que ha llegado cuando se le tocó el tema es que en su gabinete hay discrepancias, hay libertad. Lamentablemente no es un asunto de discrepancia, sino de crítica interna. Una condición fundamental -vital y estratégica- para mantener en pie un proceso de gobierno.