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Las controversias de la evaluación académica (segunda parte)

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Wietse de Vries, Yadira Navarro Rangel*

El uso de las evaluaciones

Como señalan Kells, de Haan y Maassen (1992), la evaluación carece de sentido si no se analizan los datos y cuando no se traduce en la toma de decisiones acerca de políticas de mejora. Sin embargo, en muchas ocasiones no existe esta cadena.

En primer lugar, destaca que las universidades y las instancias gubernamentales han recopilado grandes números de datos que nunca se analizan. Después de cada proceso de evaluación los datos van a dar a alguna bodega o, tiempos modernos, al disco duro de alguna computadora. Los informes resultantes proporcionan algunos datos básicos, como el incremento en la membresía del SNI, o el número de Cuerpos Académicos, pero no preguntan quiénes son los académicos mexicanos o cómo trabajan.

En segundo lugar, como la información es vasta pero el análisis raquítico, las decisiones se toman sobre fundamentos empíricos dudosos. Como señala Dill (2007), por la ausencia de sistemas de información confiables, el Estado, el mercado y las universidades se convierten en tres ratones ciegos cuando se trata de regular a la educación superior. Bajo estas condiciones, en el momento de tomar decisiones o de definir políticas, la información que se maneja suele reducirse a unos cuantos indicadores, generalmente aquellos definidos por el gobierno como importantes. Así, los planes de trabajo de los rectores y subsecretarios generalmente indican que las metas radican en incrementar el número de profesores de tiempo completo, miembros del SNI, y por supuesto el presupuesto. Desde esta perspectiva, la educación superior mejorará cuando se  incrementen los insumos.

Sin embargo, esto lleva en repetidas ocasiones a que los indicadores se conviertan en metas a alcanzar, sin que quede claro que con esto también se mejora la calidad. También lleva a la creación de indicadores muy peculiares, como los Cuerpos Académicos. Al respecto sabemos que no existen en otros países, pero no sabemos, a partir de datos empíricos, que realmente existen en México.

En tercer lugar, las evaluaciones académicas crean la necesidad de contratar personal no académico, para capturar y ordenar la gran cantidad de datos. Esto, a su vez, implica que las evaluaciones se vuelven cada vez más costosas de implementar, sin que de ello emanen beneficios claros.

Correlaciones y contradicciones entre evaluaciones

Un tercer aspecto a considerar es que las investigaciones sobre la educación superior empiezan a revelar contradicciones entre evaluaciones, o ausencias de correlaciones entre factores o variables, lo cual pone en duda la validez de la tradicional óptica simple de que una mejora en los insumos llevará a mejores procesos que a su vez arrojarán mejores resultados.

Hay una creciente literatura, basada en datos empíricos, que señala que el perfeccionamiento de las plantas académicas no produce automáticamente mejoras en la formación del estudiante. Al comparar las calificaciones que estudiantes asignan a sus profesores al final del curso, y los reconocimientos que los académicos reciben a través de otras evaluaciones, resalta que los profesores más reconocidos o mejor remunerados no siempre reciben mejores calificaciones de sus estudiantes que los profesores de tiempo parcial, sin estímulos (de Vries, et al, 2008; Rueda, et al. 2010; Luna y Arámburo, 2013). Como señala Estévez (2009), “El doctorado no quita lo tarado”.

En cuanto a las trayectorias de estudiantes o sus decisiones de continuar o abandonar sus estudios, tampoco parecen influir las calificaciones de sus profesores. Más bien, inciden aspectos como la satisfacción con el programa de estudios, o el hecho de que el programa permite o no, combinar estudios con trabajo. Otro factor es el clima institucional, o la atención y el apoyo que reciben.

En cuanto al éxito de egresados en el mercado laboral, los factores de más incidencia son el tipo de carrera y el tipo de institución (pública o privada de élite), factores que se relacionan con los ingresos y la escolaridad de los padres (De Vries, et al., 2013).

Así, en general, las investigaciones educativas revelan que están en juego mucho más variables que influyen en el aprendizaje, pero que no son consideradas en los procesos de evaluación.

Conclusiones

La evaluación académica en México sigue siendo hoy un terreno de varias controversias y contradicciones. Una primera crítica es que varios procesos carecen de una buena fundamentación metodológica. Muchos parecen consistir en simples ejercicios de conteo, ligados a la entrega de recursos. Generalmente, no llevan a un análisis de lo que está cambiando en la educación superior. Una segunda crítica es que los resultados raras veces son considerados en el momento de tomar decisiones y formular políticas. Las distintas evaluaciones no han llevado a la existencia de un sistema confiable de información que serviría para tomar decisiones informadas. Una tercera crítica consiste en que un creciente número de investigaciones está revelando que varias suposiciones detrás de las evaluaciones no son válidas. Llama especial atención que los profesores mejor calificados en algunas evaluaciones no resultan ser los mejores en la opinión de estudiantes.

En conclusión, la evaluación académica no es la varita mágica para cambiar el sistema. Más bien, se puede convertir en un obstáculo, cuando se limita a medir hasta dónde instituciones y académicos cumplen con los criterios formulados por el Estado.

*Profesores-Investigadores. Benemérita Universidad Autónoma de Puebla

 Publicado en Avance y Perspectiva

Lee aquí la primera parte

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