Los gobernadores: rehenes y ángeles
- Carlos Ornelas
- 4 junio, 2014
- Opinión
- Elba Esther Gordillo, gobernadores, SEP, SNTE
Por fin un gobernador en funciones se abre de capa. Ningún gobernador de estado, desde que Francisco Barrio lo hizo en Chihuahua a comienzos de los 90 (y así le fue). Él se atrevió a exponer los chantajes a los que lo sometían el SNTE y su hoy exlideresa, Elba Esther Gordillo. Barrio lo hizo cuando el poder de la señora Gordillo todavía no llegaba a la cúspide, pero estaba por consolidarse; era la secretaria general del sindicato. Hoy, el gobernador de Morelos, Graco Ramírez, hace una crítica demoledora al mal llamado federalismo educativo y habla del factor Gordillo cuando ella está en la cárcel.
Sin embargo, eso no resta valor al análisis del gobernador morelense. Pone los puntos sobre las íes. Él sostiene lo que este articulista ha pregonado a los cuatro vientos desde finales de los 80: frente al poder del SNTE, los gobernadores palidecen.
En una entrevista (Reforma, 29 de mayo), el gobernador explica por qué desde su punto de vista los gobiernos estatales no pudieron controlar la educación. Menciona tres factores que, como los tres mosqueteros, resultaron cuatro. Primero, la insuficiencia de recursos; el gobierno federal, según el gobernador, nunca transfirió los fondos suficientes para mantener el ritmo. Segundo, el factor Gordillo que fortaleció a las secciones frente a los gobiernos locales por medio de la doble negociación (y amenazas y chantajes, agregó), así como el uso de los activos del sindicato como fuerza electoral, primero del PRI y luego del Panal. Tercero, la corrupción debido a que el SNTE colocó a sus fieles como los funcionarios responsables de las relaciones laborales y del control de las nóminas en los estados. Y cuarto, la no fusión de los antiguos sistemas federales y estatales, que fue el argumento de la eficacia que utilizó el gobierno de Carlos Salinas de Gortari para descentralizar los servicios. Esos ingredientes convirtieron a los gobernadores en rehenes del SNTE.
El argumento del gobernador Ramírez tiene cierto mérito. Detalla cómo los poderes legales sucumbieron a la coacción de la señora Gordillo y por eso sus estados quedaron como prisioneros del poder sindical y señala algunos de los porqués del fracaso del acuerdo de 1992: los cambios en las reglas de operación del FAEB, en 2007, que redujo las transferencias a varios estados y las presiones del SNTE, que no cedían a pesar de que sus líderes sabían de la escasez de recursos. Eso endeudó a los estados.
Lo más grave: la corrupción reinante se debe a la colonización (el término es mío) que hizo el SNTE del gobierno de la educación, cuya cereza —y estoy de acuerdo con el gobernador— fue la designación del yerno de la señora Gordillo como subsecretario de Educación Básica por el presidente Calderón. Por ello el gobernador justifica la recentralización del pago de la nómina en la SEP. Ningún gobernador tiene poder para enfrentar una maquinaria tan bien aceitada.
No obstante, el gobernador Ramírez insinúa que los mandatarios estatales son angelitos, débiles, pero puros.
Cierto. Fue un desastre haber permitido que el SNTE subsistiera como un sindicato nacional corporativo y vertical (gracias a los oficios de Manuel Camacho). Pero ciertos gobernadores, como lo señala Graco Ramírez, lo aprovecharon para ganar elecciones —aunque, según él, ni el PAN ni el PRD se beneficiaron de ello, ni siquiera en Oaxaca y otras entidades— y luego tuvieron que pagar con creces. Pero también hubo desviación de recursos para otros fines, como lo ha señalado la ASF en incontables ocasiones. Muchos gobernadores salieron más ricos de lo que ya eran.
La moneda está en el aire. El gobernador Ramírez apoya el proyecto del Presidente y del secretario de Educación Pública de recentralización de la educación. Hoy el argumento no es de eficacia, sino de necesidad política. Sin embargo, los otros factores que menciona Graco Ramírez siguen vigentes. La gobernación de la educación básica sigue en manos del SNTE; él tal vez sí, pero los otros gobernadores no se atreven a descolonizar. Si se quiere ser consecuente y de veras lograr que los cambios en las leyes caminen hacia una verdadera reforma en la educación, hay que acabar con el SNTE. Ese, quizás, sería el logro más importante de este gobierno.
*Académico de la Universidad Autónoma Metropolitana
Publicado en Excelsior