Max Weber en la BUAP

Miguel Ángel Rodríguez

Francisco Gil Villegas, uno de los estudiosos más importantes del mundo en el pensamiento y la obra de Max Weber, traductor y responsable de la edición crítica de La ética protestante y el espíritu del capitalismo y Economía y Sociedad, ambas publicadas por el Fondo de Cultura Económica, impartirá una conferencia magistral en la BUAP el próximo miércoles 7 de octubre a las 17:00 hrs.

Organizado por la Facultad de Filosofía y Letras y la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales, a través de la maestría en ciencias políticas, la conferencia tiene la intención de mostrar la presencia de una filosofía existencialista como hilo conductor de la obra de Max Weber. Un pensamiento que proviene de la pregunta por los valores ascéticos sobre el desarrollo de la cultura que Friedrich Nietzsche expone en La genealogía de la moral (1887). De las charlas con el profesor Gil Villegas me adelanto a exponer, con los riesgos del caso, el posible sentido de la conferencia con algunas reflexiones de mi cosecha.  

El profesor de El Colegio de México nos invita a pensar en una interpretación existencialista, herencia nietzscheana, que aparece como el hilo filosófico fundamental de la sociología comprensiva, la sociología de la dominación, la sociología de la religión y la sociología de la música. La obra toda atravesada por el pesimismo nietzscheano acerca del futuro de la humanidad bajo el dominio de la verdad de la técnica, bajo el espíritu ascético del capitalismo.

Max Weber llegó a la BUAP de la mano de Luis Cervantes Jáuregui y Francisco Galván Díaz a principios de los años ochenta. Y con el apoyo franco y amistoso del entonces rector Alfonso Vélez Pliego se fundó el primer centro de estudios políticos de la institución. Recuerdo entre los profesores fundadores a Javier Mena y Dora Kanoussi, una pareja entrañable de gramscianos, Oscar Correas, quien estudiaba a Hans Kelsen, Teresa Martínez Terán una pensadora foucaultiana muy seria, César Pellegrini, un historiador argentino mal hablado, dueño de un generoso corazón hospitalario y unos asados de época. Entre los profesores jóvenes que asistían a los seminarios que Luis Cervantes impartía en el centro de estudios políticos recuerdo con nostalgia, entre los más puntuales, a Israel Arroyo, Julio César del Ángel, Héctor Hernández, Noé Castillo, Denis Santiago, Luis Ortega Morales, Juan Carlos Canales, Alejandro Fonseca y Abel Hernández. Hablo del generoso árbol de cuya raíz florecen, y dan espléndidos frutos anuales, la maestría y la licenciatura en ciencias políticas de la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales. 

Ahora bien, la historia de la veta existencialista de Weber comienza en la tercera parte de La genealogía de la moral, cuando Nietzsche literalmente se pregunta: “¿qué significan los valores ascéticos?” ¿Tienen igual significado para los poetas y filósofos como para la mayoría de los mortales?, ¿son un buen disfraz para aparecer ante nosotros mismos como “demasiado buenos”?, ¿son el mejor instrumento del poder?, ¿son un recurso contra el hastío y la tragedia de la vida?, ¿representan la auténtica fe sacerdotal?, ¿son un pretexto para el letargo invernal?, ¿son una forma peculiar de locura? o ¿son acaso un olfato y un instinto para percibir las condiciones más favorables de una espiritualidad elevada? 

El pensador de Sils Maria concluye que son las expresiones del horror al vacío que experimenta el ser humano frente a la nada, por eso se aferra a los ídolos del mundo, dioses que lo torturan psicológicamente con pecados y penitencias, con la mala conciencia, un veneno más poderoso que el cianuro, por eso abraza intensamente los valores ascéticos, porque antes “…prefiere querer la nada a no querer”. Los ideales ascéticos patológicos no son lo mejor, piensa, pero permiten mantener viva la voluntad.

La relación entre los valores ascéticos y el curso de la historia de la cultura occidental avizorados con agudeza por Nietzsche, las relaciones entre naturaleza y ser humano, fue retomada por Max Weber con erudición histórica y filosófica en La ética protestante y el espíritu del capitalismo. El final de la historia es muy conocida entre los sociológos, pues desemboca, no como el proyecto ilustrado prometía, en una “…alborada del estío sino en una noche polar de una dureza y una oscuridad heladas, cualesquiera que sean los grupos que ahora triunfen.” En el mismo sentido Nietzsche nos había advertido, casi tres décadas antes, en La voluntad de Poder de los Fragmentos póstumos (1885-1889), que el desierto de la nada avanza y que “la voluntad de poder no es un ser, no es un devenir sino un pathos, es el hecho más elemental, sólo a partir del cual resulta un devenir, un producir efectos.” 

En el pensamiento de Heidegger la catástrofe proviene del dominio de la verdad de lo ente, el ser de la verdad por encima de la verdad del ser. La verdad de la técncia sobre la ciencia, la filosofía, la moral, el arte, el derecho y, lo peor, sobre el ser-en-el-mundo. La técnica que emplaza en forma de provocación extrema a la naturaleza y la destruye, es el olvido y el extravío del ser, es el nihilismo consumado.

Quiero enfatizar que tanto la perspectiva nietzscheana como la admonición weberiana se adelantaron a la catástrofe global de nuestro tiempo, pues narran el triunfo de la esencia de la técnica sobre el curso de la historia del género humano. Es un pesimismo antropológico y mordaz, de la misma estirpe que la que despliega Peter Sloterdijk para el siglo XXI. El autor de Esferas descubre, por su lado, que asistimos al triunfo de la razón cínica, la falsa conciencia ilustrada que muestra, por todos los rumbos del universo, como acontecimiento crucial, la alianza entre la franqueza de la inmoralidad y el éxito financiero, económico, político, académico, social, artístico, deportivo y un largo etcétera. Para tener éxito en la sociedad del rendimiento solo basta con decidirse a ser un cínico muy franco.

Un conjunto de investigaciones reunidas en el libro Has de cambiar tu vida, título inspirado en  el  poema-cosa de Rainer María Rilke dedicado al Torso de Apolo arcáico, que a su vez fue inspirado por la escultura de Auguste Rodin, de quien el poeta fue secretario y asistente. Qué viaje filosófico el de Rilke, qué interpretación o, mejor, qué comprensión tan poética la del filósofo. Sloterdijk retoma ahí la misma senda del pensamiento nietzscheano y weberiano. La genealogía de la moral y la relevancia de los valores ascéticos para la historia de la cultura humana son su punto de partida, la relación entre la naturaleza y la cultura en los tiempos de la reescritura del mapa genético

Se aleja de los ascétismos patológicos, porque su documentada interpretación prefiere comprenderlos “como un olfato y un instinto para percibir las condiciones más favorables de una espiritualidad elevada”; es decir, son necesarios para superar la catástrofe global originada por el dominio absoluto de la razón cínica: la llave del éxito. Las antropotécnicas del ascetismo devienen  vías para la autoformación y cuidado del ser del hombre.

La filosofía de la historia de Max Weber es de un pesimismo más radical que la que se desprende de la cosmovisión marxista, pues no hay caminos de salvación proletaria bajo el dominio gélido del racionalismo ascético. La voluntad de poder de la racionalidad ascética termina con el desencantamiento del mundo. El desencantamiento del mundo fue advertido por el romanticismo alemán, que, por cierto, también percibió el avance del desierto, la conversión de los humanos en súbditos de los engranajes de la maquinaria estatal. Gottfried Herder, por ejemplo, fue el primero en dar cuenta de la destrucción planetaria del proyecto universal de la Ilustración. Entre otros aportes, como la fundación de la etnografía antropológica y los estudios del lenguaje, propuso la creación de un Centro Internacional de Estudios del Aire, la primera mirada occidental que profetizaba el actual terrorismo atmosférico. Es el iniciador, escribe Sloterdijk ,“…de una teoría de las culturas humanas como formas de organización de la existencia en invernaderos.”

Así como Nietzsche predijo una era nihilista de doscientos años, Max Weber advertía que la profunda influencia de los valores ascéticos “…sobre la vida profesional y sobre la eticidad intramundana contribuyó en lo que pudo a construir el grandioso cosmos de orden económico que, vinculado a las condiciones técnicas y económicas de la producción mecánico -maquinista, determina hoy con fuerza irresistible el estilo vital de cuantos individuos nacen en él…y de seguro lo seguirá determinando durante muchísimo tiempo más.” Nadie sabe aún por cuanto tiempo aún, como escribió en la conferencia La política como vocación (1919), “…la noche polar de una crudeza y una oscuridad heladas”, la profecía weberianana de la cápsula acerada, seguirá reinando en el mundo capitalista.

Francisco Gil Villegas, nuestro conferencista, es autor de dos obras monumentales, Los profetas y el mesías. Luckàs y Ortega como precursores de Heidegger en el Zeitgeist de la modernidad (1900-1929) y Max Weber y la guerra académica de los cien años. La polémica en torno a La ética protestante y el espíritu del capitalismo (1905-2012). Sin duda alguna, la investigación más completa del mundo en torno a la polémica sobre la influencia de los valores ascéticos en la historia de la humanidad y la catástrofe global que experimentamos los hijos pandémicos de la modernidad…

 

Posdata. La conferencia será transmitida por facebook FFyL BUAP. Facultad de Filosofía y Letras BUAP

 

Facebook Comentarios

Leave A Comment