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Oaxaca: neocorporativismo y privilegios

En El acertijo de la legitimidad: por una democracia eficaz en un entorno de legalidad y desarrollo, Luis Rubio y Edna Jaime, analizan las trabas que inhiben la puesta en práctica de la democracia y el Estado de derecho. Esas usanzas afectan el desarrollo del país. El neocorporativismo es una de estas rémoras.

El neocorporativismo se distingue del corporativismo del régimen de la Revolución Mexicana en que aquél se basaba en la subordinación de los órganos corporativos, en especial los grandes sindicatos, al poder presidencial. En el de nuevo cuño, los líderes —también llamados caciques— defienden sus canonjías y buscan la supervivencia por medio del chantaje y la amenaza.

En el corporativismo antiguo, el Partido Revolucionario Institucional —y las secretarías de Estado en el caso de sindicatos de trabajadores gubernamentales— asumían el control de dirigentes y administraban los incentivos —zanahoria y garrote— con el propósito de mantener a los agremiados bajo el dominio del gobierno. En el neocorporativismo, en especial tras la alternancia en el poder del PRI al Partido Acción Nacional, los líderes alcanzaron mayores grados de autonomía del poder del Estado. Alteraron, como diría Anthony Giddens, la dialéctica del control.

En el caso del sistema educativo mexicano, esa alteración desembocó en el crecimiento del poder de los líderes del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación y de la facción disidente, la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación. Para mantener su poder y dominio sobre los maestros, esos caciques buscaban aumentar los ingresos de sus agremiados.

El poder de los grandes jefes del SNTE, como Jesús Robles Martínez, Carlos Jonguitud Barrios y Elba Esther Gordillo, se les agotó cuando rebasaron los intereses institucionales del Estado o hicieron enojar al Presidente en turno.

Los líderes de las fuerzas disidentes ganaron poder con movilizaciones de masas, no como dádiva de gobernantes. Por eso lograron escalas de autonomía mayores. Hicieron de la huelga, la coacción y la intimidación medios para conquistar prerrogativas para ellos y para sus agremiados. Las ganancias de los cabecillas de la sección 22 del SNTE, de Oaxaca, son notorias.

Por ejemplo, Excélsior (20/12/2017) reportó que el Instituto Estatal de Educación Pública de Oaxaca repartiría, como incentivo navideño, 12 mil maletas AT Meridian, de mil 800 pesos cada una, a trabajadores de la educación oaxaqueños, en recompensa por “sus logros sindicales”. Los recursos provinieron del erario federal.

Aunque no es del todo cierto, los líderes de la S-22 presumen que la entrega de más de tres mil plazas de base representó su mayor logro en los primeros meses de gobierno de Alejandro Murat. También alardean que el IEEPO contrató a 803 egresados de las 11 normales de Oaxaca. Pero ocultan que aquéllos y éstos tuvieron que presentar exámenes de ingreso. Luego viene la amenaza: frenar tratos con Murat hasta que resuelva sus demandas, en especial, el cese del director del IEEPO, Germán Cervantes Ayala. Sin embargo, reclaman continuar las reuniones “para negociar la recuperación del control de la educación” (El Universal 2/1/2018).

A pesar de que el gobierno federal arrebató a los líderes del S-22 grandes porciones del control que ejercían, éstos todavía tienen capacidad de imponer condiciones. Ya anunciaron su calendario alterno y huelgas. No les interesa el derecho de los niños a la educación. Tal vez se sientan protegidos por el eco de las campañas políticas y piensen que el gobierno no les descontará los días que paren labores. ¡Ya veremos!

La CNTE, con sus tácticas neocorporativas, no sólo busca persistir como opción sindical, sino también mantener privilegios. Este 2018 será un año de definiciones.

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