Que caiga el telón. Equidad, comunidad y disenso como caminos a seguir. La toma de FFyL/UNAM

 

La “huelga” de mujeres 8M se volvió un espacio múltiple de lucha y significación de serie de movimientos: ruptura respecto al feminismo institucionalizado y conectividad con movimientos y problemas latentes…. Es desde esta conectividad que se generó el espacio para un nuevo feminismo en marcha.

Susana Draper

El futuro de la tierra dependerá de la habilidad de las mujeres por identificar y desarrollar nuevas de nociones de poder y nuevos modos de relación entre las diferencias”. 

Audre Lorde Cartel en la marcha del 8M, NYC

Marisa Belausteguigoitia Rius*

El pasado 14 de abril -día memorable que marca la victoria de la República Española, la de 1931 al 1936- las MOFFYL (Mujeres Organizadas de la Facultad de Filosofía y Letras)  devolvieron la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, por considerar en riesgo su salud en  tiempos de COVID19.  Se fueron descolgando el telón que cubrió la entrada a la Facultad, a la que tuvieron  5 meses y diez días en paro; mismo iniciaron el 4 de noviembre  para durar un día.

La comisión de la Universidad del COVID19 agradece su prudencia. Nadie las censura. Todo sucede en silencio. Se fueron, rumbo al Auditorio Che Guevara cantando “Somos malas y podemos ser peores y al que no le guste, se jode, se jode”, “Se va a caer”, “Ni de la iglesia ni del estado ni del marido ni del patrón, mi cuerpo es mío y solo mío y solo mía la decisión”.  Enfundadas en negro, dejaban caer la cortina que cubrió la entrada de la Facultad por 5 meses y diez días. Suben a las redes un video que muestra los tres niveles de la Facultad “intacta”, en una toma móvil de los pasillos centrales. No muestran el estado de las coordinaciones, despojadas de todas las computadoras, con los anaqueles rotos y arrancados, las  puertas hechas añicos por lo que parece ser un hacha. Añicos: trozos muy pequeños en los que se divide un objeto al romperse. No sabemos quién nos hizo añicos  y quien nos despojó, pero sabemos que sucedió durante la toma. En todo caso, no denunciaron los robos, ni el despojo. Tampoco mencionaron el trabajo arduo de las autoridades, funcionarios y comunidad para responder a sus 11 demandas vinculadas a la erradicación de la violencia de género.

Dejaron sus pertenencias en uno de los salones más amplios de la Facultad. Exigen que se las cuiden y que ese espacio se les adjudique.  Lo pueden todo. Romper y hacer creer en lo intacto; recibir respuestas y trabajo y convertirlo en límites a los que nunca se llega. Lanzar fuego, declararlo en las paredes y esconder la mano. Dicen que todo arderá, y arde con fuego que sus simpatizantes intentan preservar atacando con pedradas a los bomberos como sucedió en Azcapotzalco. No creo que de las cenizas salga nada renovado. No comulgo con la violencia. No creo que el castigo, la radicalidad ciega y la falta de palabra nos lleven a un cambio profundo y sostenido. No creo que así se vaya a caer algo tan sofisticado, complejo y estructural como el patriarcado. ¿Cómo hablar de lo que descubren los telones cuando caen? ¿Cómo entender las cámaras que sólo muestran lo que conviene? ¿y los silencios con respecto a  lo que una comunidad, autoridades y estudiantes hicieron para recuperar nuestra Facultad? ¿Cómo iluminar la contigüidad, la complicidad con grupos machistas, violentos y decididos a que todo arda?

Al caer el telón que cubrió la Facultad,  sus muros hablaron. Los murales y pintas al interior de Filosofía y Letras que dan cuenta de un dolor y una rabia monumentales, tienen toda mi empatía y apoyo. Vi representadas las estrategias visuales y las frases convocantes que nos han aglutinado como mujeres luchadoras y resistentes: “si tocan a una, nos tocan a todas,” “si tocan a una, nos organizamos todas,” “vivas nos queremos.”

Constaté la presencia de la agencia verbal y corporal que dio lugar a la exitosa marcha del 8M. Entre estos murales bellísimos,  encontramos frases que nos tocan a todas cuando tocan a una, encontramos imágenes de venganza, de odio a la UNAM (“Muera el orgullo UNAM,” “UNAM Feminicida”), amenazas de vergas y pitos cortados.

 “Meter la verga violadora a la licuadora” tiene -me van a perdonar- una connotación de humor y severidad que me toca. Pero muros tapizados con amenazas de “les vamos a cortar el pito”, “los vamos a colgar de los huevo”, en contrapunto con “Muera el orgullo UNAM”, “UNAM Feminicida” me dejan heladas de indignación y estupor. Así no se hace comunidad, así no se toca a todas cuanto tocan a una.

La equidad de género y la lucha contra la violencia empezó hace mucho en la UNAM. Otra forma de colgar un telón es hacer pensar que no se ha hecho nada y que la UNAM es un hervidero de violadores y abusadores. Los errores de una institución tan enorme y complicada como la UNAM han sido múltiples y sus aciertos cuantiosos. Los cambios de conducta y de prácticas que someten a las mujeres no se dan por decreto, ni con talleres políticamente correctos.  Tampoco con materias de género que deben ser tomadas, castigo de por medio, como apuntan  las demandas de las MOFFYL. Es en la libertad, lo que los anarquistas-que respeto- llaman la decencia, la palabra y la fraternidad, lo que puede cambiar una comunidad. Es lo incorrecto, lo desbordado, es el juego, es la intolerancia a cualquier tipo de violencia empezando, y por mucho, con la que se esgrime contra las mujeres. La UNAM se ha comprometido con esta lucha, una lucha inmensa, difícil, que también  muestra la debilidad de los protocolos, y la de algunos directores y profesores que defienden a sus colegas y sumen en el desconcierto y el dolor a las mujeres vulneradas.

Creo que el cambio no tiene un camino fijo, que se da entre tensiones de muchos tipos, pero también creo que sin decencia (como decía Luis Sepúlveda), sin palabra, sin una mínima capacidad de diálogo no puede surgir un cambio duradero y sí emociones de desagrado, encono y desconfianza que contaminan a las comunidades.

Es la crítica libre por un lado y el compromiso con la justicia social y la equidad por otro lo que hará posible el cambio. Es la tensión que da el disenso, la diversidad, las diferencias, la desobediencia, aunada a la firme convicción de que las mujeres han sido silenciadas, que el acoso no cabe en la UNAM, lo que nos orientará hacia el cambio. Creo que en su inicio las MOFFYL- que integra estudiantes, algunas de las cuales conozco y a las que quiero- planeaban otro tipo de paro y otro tipo de intervención, por lo menos creo que había estudiantes que sostenían la posibilidad de un diálogo, aunque impreciso y balbuceante como muchos de los que se dan en políticas tan complejas como éstas.

Lo cierto es que la composición del MOFFYL cambió después de las vacaciones de diciembre. Creo que los habitantes  encubiertos y perversos que ocupan hace 20 años nuestro auditorio  (algunos narcomenudistas, micro empresarios del tráfico de drogas, otros anarquistas, luchadores sociales radicales, un compendio de mercenarios, empresarios corruptos y luchadores muy difíciles de entender) se montaron en sus legítimas demandas y cambiaron su rumbo. O tal vez estuvieron vinculados desde el inicio. En todo caso desde enero se trataba de tomar la universidad, de hacerlo a telón cerrado, usurpando y cambiando agendas y haciéndola arder.

Las demandas de las MOFFYL se aceptaron prácticamente todas, con algunas corremos el riesgo de que esta pedagogía punitiva que las caracterizó, pueda desgastar a la Facultad con talleres y materias políticamente correctas que difícilmente van a transformar a una comunidad y sí van a manifestar un tipo de poder: el de banalizar lo que significa un cambio, el poder de construir el conocimiento, sin sesgos, sin crítica, sin disenso. Se crearon también comisiones como la Tripartita que surge muy bien dispuesta y que hay que asegurar que funcione ágilmente. En relación a los cursos y talleres obligatorios creo que-además- hay otros mecanismos que podemos explorar con tiempo y sin sentir amenazado nuestro espacio académico (énfasis y giros de género dentro de las propias disciplinas y en materias estratégicas, en lugar de cursos generales que no suelen ser tan eficientes y acaban no interesando). La opción que proponen de castigar, correr o expulsar a aquellos señalados de manera anónima, nos mete en serios problemas, entre ellos contravenir la presunción de inocencia y  del debido proceso. Aún así exploramos medidas que por un lado protejan  a las mujeres más vulnerables y amenazadas, que temen denunciar a su acosador, y por otro nos permitan movernos legalmente tomando en cuenta denuncias anónimas, sin contravenir el debido proceso.

Para poder entender uno de los ángulos del proceder punitivo y autoritario de las MOFFYL, además de su legítima rabia- histórica en las mujeres- la que se ha reconocido y  de la que se ha hablado con acierto, hay que recorrer el camino que tomaron las chicas cuando cayó el telón: hacia el Che, nuestro auditorio. En un libro imprescindible para entender el 68 y un proyecto pedagógico único que surge de este movimiento, Susana Draper habla de la Prepa Popular, en particular de la participación de las mujeres en este proyecto y su contexto: el 68. La Facultad de Filosofía y Letras inicia este proyecto justo en 1968. Antes de la masacre, un grupo de estudiantes, trabajadores y profesores construye un movimiento en contra del autoritarismo y a favor de la educación de los rechazados de los más desfavorecidos, inspirado en la obra de Revueltas , quien entendía la acción y destreza teórica como la capacidad de relacionalidad, la búsqueda de una continuidad no lineal, alejada de definiciones unívocas, que resista a las categorías usuales.

La Prepa Popular fruto del trabajo colectivo y de experiencias de autogestión del grupo Miguel Hernández de la FFyL, construye un laboratorio de educación popular donde las materias se entendían como una vinculación de lo que acontecía en la sociedad. El proyecto cuestionaba la desigualdad implícita en el derecho y el acceso a la educación. Su principio era la horizontalidad y el diálogo. ¿Cómo pasamos del 68, del laboratorio educativo de la Prepa Popular como un momento pedagógico iluminador de aprendizaje a partir de diálogo, la equidad, la justicia y la igualdad, a una ideología cerrada, autoritaria y basada en la crueldad y el miedo que se explayó en esta toma? Sin lugar a dudas la Guerra Sucia, la persecución, el 71, la tortura, la cárcel y tantas otras formas cruentas de represión terminaron con un proyecto translúcido, iluminador y crítico. El 68 dejó reformas, rastros, secuelas y heridas. Una herida abierta vive sin lugar a dudas en el Che, donde conviven residuos de estos grupos radicales anarquistas con objetivos similares a los que dieron lugar a la prepa pop pero que lamentablemente se expresan con medios y lenguajes muy lejos de lo que fue el proyecto pedagógico como laboratorio social, como apertura polifónica de posiciones y miradas diversas y disidentes. Es difícil entender qué representa la UNAM para esos grupos herederos deformados del proyecto de la Preparatoria Popular, que habitan en el Che: ¿una institución autoritaria jerárquico que hay que eliminar? ¿una institución que les debe, porque los ha rechazado y a la cual “van a hacer arder” y le van a cobrar sin clemencia y con rigor?

La actitud de estos grupos, me recuerda el cuento “El Cobrador” de Rubem Fonseca, quien lamentablemente acaba de morir. Nos sobrecoge la forma en que su personaje  se cobra todo lo que el mundo le  debe: “A veces digo para mi, y hasta para fuera ¡todos me las tienen que pagar! ¡Todos me deben algo! Me deben comida, cobertores, zapatos, casa, coche, reloj, muelas; todo me lo deben”. Al final encuentra a Ana quien le enseña a volarlo todo, a no ir matando de uno en uno. “Nada de salir matando a diestro y siniestro, sin objetivo definido. Hasta ahora no sabía qué quería, no buscaba un resultado práctico, mi odio iba siendo desperdiciado. Estaba en lo cierto por lo que a mis impulsos se refiere, pero mi equivocación consistía en no saber quién era el enemigo y por qué era enemigo. Ahora lo sé. Ana me lo ha enseñado. ..sólo así cambiaremos el mundo.”

A la equidad llegaremos a partir de la mezcla de ensayo y error, teniendo entre manos la creatividad, la pasión por la crítica que lleva a exigir sin medida la justicia, sobre todo hacia las mujeres. Llegaremos amasando una mezcla de pedagogías con perspectiva de género, que irónicamente han sido de corte anarquista, del anarquismo que defiende la fraternidad, la sororidad, la crítica y la desobediencia.  Esto es justamente lo que hicieron añicos detrás del telón: A nuestra coordinación de Letras Hispánicas que alberga a un profesorado que como Leonor Fernández, mi entrañable amiga pedagoga-literata hará leer en Lope de Vega el saber disciplinario, pero en la propia voz de las estudiantes. Es la coordinación de Pedagogía que despojaron de computadoras, libros, registros, que abre asignaturas para conocer a pedagogas como Emma Goldman que defendió el disenso y la justicia. Es la coordinación de Letras Modernas, de la que se llevaron hasta la tetera, la que nos dio a Colin White y la que nos arroba con traducciones de escritoras feministas como Margaret Atwood y Adrienne Rich, quienes nunca elegirían el camino punitivo y violento. Nos hicieron añicos, nos dejaron un enorme cansancio y 11 demandas.  La mayoría  de ellas, integrando un  énfasis punitivo y con violencia de por medio, aquella que surge de la largas pausas para responder, de los oídos sordos a nuestras solicitudes de diálogo y del maltrato y desprecio con el que nos trataron. No hay comunidad que se  geste a partir de la humillación, el miedo y el castigo.

Sabemos que si no recuperamos el Auditorio, si no regresamos a clase- ahora virtualmente con las medidas alternativas para aquellos que no tienen acceso fácil  al espacio virtual – y después de la emergencia sanitaria integralmente; y si no nos organizamos como comunidad  estaremos enfrentados a la pedagogía de la crueldad y del castigo, a la pedagogía del telón que no podremos hacer caer, pues nuestros medios son la palabra, algo muy cercano a la decencia y el disenso. Con eso no se acaba con el fuego con el que cobran a la UNAM todo lo que este mundo les debe.

Nos interesa el conocimiento que surge de las preguntas, de la genuina curiosidad que tiene como centro la justicia de género y la social. Nos interesan movimientos como el 8M que basó su éxito en la inamovible certeza de la igualdad y la erradicación de la violencia hacia las mujeres, pero a partir de una pedagogía basada en la multiplicidad de significaciones y la conectividad. Sabemos lo frágil que es la Universidad. Si hoy no luchamos como comunidad y de la mano de nuestras autoridades por volver a clases, por recuperar el auditorio y otros espacios que ponen en riesgo  un conocimiento conectivo, abierto, curioso, crítico, veremos  alzarse nuevamente el telón que lo cubre todo, que lo puede todo, el ciego telón del castigo, la crueldad y el fuego.

* Marisa Belausteguigoitia 

Profesora de tiempo completo de la Facultad de Filosofía y Letras, UNAM. Doctora por la Universidad de California en Berkeley. Directora del proyecto Mujeres en Espiral: sistema de justicia, perspectiva de género y pedagogías en resistencia, una propuesta  en favor del acceso a la justicia de mujeres en reclusión. Su trabajo analiza las relaciones entre pedagogías críticas, artísticas y jurídicas desde las perspectivas de género y la teoría crítica, con un enfoque hacia el acceso de las mujeres a la justicia. Ha recibido variados premios, destacan los otorgados a los productos visuales (documentales y cortometrajes) dirigidos en colectivo con mujeres presas: “Nos Pintamos Solas,” en co-dirección con Mariana X. Rivera, premiado  por el  Festival FICFUSA 2015 de Colombia a la mejor dirección  y película y el cortometraje CinEtiquetasLa/Mentada de la LLorona,  como mejor cortometraje social, por el Festival de Cine de la Rioja en Buenos Aires (2017). Recientemente fue distinguida con la prestigiosa cátedra Andrés Bello 2019, otorgada por la Universidad de Nueva York. Su más reciente publicación es Critical Terms in Caribbean and Latin-American Thought. Historical and Institutional Trayectories en coautoría con Yolanda Martínez-San Miguel y Ben Sifuentes Juáregui de la Universidad de Rutgers (2016), traducida en 2018 al español por la Revista de Critica Literario Latinoamericana (RCLL).

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