Sojuzgar
- Manuel Gil Antón
- 10 diciembre, 2015
- Opinión
- Evaluación docente
La mirada severa. Tono de voz que procura firmeza en el mensaje monocorde: el que no se presente a la evaluación para la permanencia será separado del servicio. Es la ley. La reforma educativa no tiene vuelta atrás. Si no pasa el examen conservará el trabajo, no se preocupe. El asunto es que se apersone, en la sede que indica el oficio, a la hora debida. Lo que importa es que se ajuste a lo estipulado. Presentarse, obedecer, formarse en la fila, someterse: entrar a la maquinaria sin fin de la desconfianza para que demuestre, cada tanto, lo contrario. Sin un nivel adecuado a la primera, permanecerá en las aulas, pierda cuidado. Tendrá una marca en la frente nada más: “insuficiente”, que se borra a través de la capacitación que le daremos para que, a la que sigue, ya pase. O a la otra.
En caso de aprobar, ya la hizo, pero por cuatro años nada más, ¿me oyó? No se confíe. Será clasificado como “suficiente”, “bueno” o “destacado” sólo durante ese lapso. Tiene que volver pues la tarjeta de circulación caduca. El trabajo es y será, por siempre, temporal. De acuerdo al nivel de logro, hay sobresueldos, y para los destacados, además, preferencia en los créditos de vivienda. ¿Todo está claro?
No. Hay una pregunta de cuya respuesta deriva si la reforma es educativa: ¿se trata de evaluar o sojuzgar? Al diccionario. Sojuzgar: sujetar, dominar, mandar con violencia. Dominar o mandar violentamente sobre una persona o grupo. ¿Sinónimos? Sujetar, someter, avasallar y subyugar. Sostengo, con base en el saber de expertos y la sabiduría de profesores incuestionables, que estamos ante el imperativo de sojuzgar, como sea, al magisterio en el país, haciendo pasar ese acto de poder crudo y torpe como si fuera, en verdad, una evaluación confiable y válida. No lo es.
Con cuatro evidencias comentadas del trabajo realizado, más un examen de opción múltiple: 150 preguntas a responder en 4 horas (96 segundos por reactivo, sin parar) y, luego de un receso, otras 4 horas el mismo día para realizar una Planeación Didáctica Argumentada, ¿es posible valorar el desempeño, por ejemplo, de una profesora con 15 o 20 años de trayectoria? De ninguna manera. Es un despropósito semejante a tratar de medir la presión arterial con un desarmador roto.
La SEP dice que sí. El INEE, autoridad nacional autónoma en materia de evaluación educativa, ha dado su beneplácito a tal proceder, pues se ajusta a las directrices y lineamientos que emitió. Se ha encargado, además, de certificar, con premura, a miles de evaluadores que, con base en su experiencia y una pauta que incluye el conjunto de aspectos a revisar (“rúbrica”), calificarán tanto las muestras del trabajo como la planeación didáctica. Todo esto a pesar de haber reconocido que no pudo consultar como debía para diseñar la evaluación, y que los instrumentos no se pudieron “pilotear” por falta de tiempo. Cruje la lógica.
Sojuzgar requiere desplegar la fuerza pública como garante del éxito. Lo hemos visto: más policías que sustentantes. Evaluar de manera adecuada, exigente mas no punitiva sino orientada a mejorar, no requiere gendarmes: basta la confianza en su sentido y forma. Hay quienes se resisten a cualquier evaluación, es cierto: no coincido con ellos. Pero hasta donde me es dado ver, una proporción muy grande del magisterio (se presente o no a las sedes, o se oponga) sabe muy bien que esta “evaluación” se finca en la amenaza, no tiene forma de sostener la validez de sus procesos, menos sus resultados, y tiene como objetivo someterlos a los designios de una autoridad que de horizonte educativo carece. No los concibe como socios del cambio para impulsar el aprendizaje: son objetos. Sospechosos ya culpables. Por eso tantos azules, tanta amenaza, tanta mentira: propaganda pueril. Foto hechiza. Inserción pagada. Ruido y miedo.
Profesor del Centro de Estudios Sociológicos de El Colegio de México.
@ManuelGilAnton