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Una reforma educativa sin futuro, análisis y propuestas

El fracaso educativo tiene dos culpables, el Estado y el sindicato. Durante el periodo priista anterior al año 2000 se repartieron el manejo de las plazas y el presupuesto como un botín político para premiar a sus incondicionales y para obtener beneficios económicos mediante la venta de plazas, entre otras cosas. Al llegar el PAN al poder, con Fox y Calderón, se le dio un uso electoral al sindicato, así se convirtió en el fiel de la balanza inclinándola por Calderón en las elecciones disputadas con López Obrador y que según Elba Esther lo convirtió en Presidente. La forma de agradecerlo fue dándole a la líder magisterial el control del sistema educativo.

 Vistas así las cosas podríamos decir que en el centro del problema educativo en México figura la corrupción, la que ha tenido dos beneficiarios, el sindicato y el gobierno. En el caso del gobierno de Peña Nieto, éste ha sabido valerse del desprestigio de Elba Esther Gordillo para culparla del fracaso educativo, meterla a la cárcel y lavar sus culpas, aun cuando el propio gobierno es corresponsable del problema.

 La reforma del sistema educativo exigida por la sociedad civil requiere despolitizar a la educación, sacar al sindicato y al Estado del control que ejercen sobre las plazas y los presupuestos educativos, no sólo al sindicato como ha ocurrido. ¿Por qué echarle la culpa a los maestros cuando su situación es resultado de este amasiato innoble? Haciendo una analogía, tenemos que ante cualquier enfermedad en una persona, el dolor de cabeza es el síntoma, lo que sentimos y vemos, pero no es la enfermedad, atacar este dolor no nos cura, sólo esconde el verdadero mal y ese mal  continua hasta llegar a extremos que pueden causarnos la muerte si no nos atendemos debidamente.

 La evaluación de los maestros no es la solución, ni siquiera se acerca a ella. Desde la visión de las ciencias de la organización, la calidad pasa por el trabajo en equipo. Estas ciencias destacan la necesidad de impulsar sinergias mediante la creación de condiciones que propicien la consolidación de equipos autogestivos en las escuelas que periódicamente se recompongan para obtener un mejor rendimiento y productividad, generándole amplios beneficios a la organización. El problema educativo requiere una reforma organizacional, no una reforma punitiva como la planteada que sólo ataca el síntoma y no la enfermedad.

 Desde las ciencias de la organización tenemos que la evaluación tendría que encaminarse a evaluar a las escuelas en función de sus resultados, y pensarlo desde este ángulo, nos lleva a proponer una escuela organizada como una estructura autónoma, que en función de un trabajo conjunto, vincule a padres de familia, maestros y alumnos haciendo que como un todo transiten hacia la calidad educativa.Una estructura de esta índole debería cumplir con ciertas características.

 La escuela estaría encabezada por un Consejo Escolar que sea paritario entre padres de familia y maestros, con la participación de alumnos. La incorporación de alumnos, aunque sea sólo como observadores, es importante por el enorme potencial de enseñanza cívica que tiene aprender con el ejemplo del funcionamiento del juego de la política democrática. Asimismo, el director de las escuelas no debería ser miembro del Consejo, ya que lo desvirtuaría, sólo es el medio, la correa de transmisión que se encarga de operar lo que decida el Consejo; es decir, un modelo republicano en la escuela.

 A continuación mencionaría algunas de las atribuciones que los consejos propuestos deberían tener. La primera, tiene que ver con la conformación de los cuerpos docentes. El Consejo Escolar debería contar con la capacidad de proponer maestros y de prescindir de ellos si no llenan las expectativas de la institución. La evaluación de los maestros estaría en manos de los propios maestros. Las categorías salariales se otorgarían en función del nivel que alcance la evaluación a su institución –respetando los derechos ya adquiridos–; los malos maestros serían excluidos por aquellos que buscan obtener mejores ingresos, es decir, el sistema se regularía a si mismo lo que es una  característica de los equipos de alto rendimiento.

 Otra de las atribuciones del Consejo Escolar sería disponer de un fondo para la capacitación de los maestros; serían ellos mismos quienes decidan los cursos de actualización que necesitan para su mejora. Los cursos serían contratados tomando en cuenta la oferta de instituciones de educación superior  públicas y privadas, con la ventaja de aprovechar por la competencia, condiciones de costos favorables a las escuelas.

 Los supervisores serían un apoyo pedagógico especializado para orientar a los maestros y directivos en la elaboración del proyecto escolar y el manejo administrativo para la rendición de cuentas, además de las mejoras físicas a la escuela, así como la obtención de presupuestos para infraestructura educativa; es decir, perderían el papel de control que actualmente tienen y que sólo ha servido para corromperlos.

 Como vemos por este breve esquema que debe ser matizado y aumentado, la evaluación de los maestros  por sí sola no tiene ningún sentido. Este conflicto no debió darse. La reforma en lo que concierne a la evaluación debe dar marcha atrás y dejar de ser punitiva. Debemos sacar o limitar la influencia del gobierno en todas sus formas –estados y federación– del control de las instituciones escolares mediante la creación de agencias autónomas ciudadanizadas de corte nacional, que se encarguen de operar el sistema educativo y eviten el manejo que los gobernadores de los Estados tienen sobre la educación, la venta de plazas y la corrupción del sistema educativo en general, es decir, despolitizar el sistema educativo.

 Ideas no faltan, lo que falta es la voluntad para enfrentar a los poderes fácticos al interior del Estado y hacer las reformas debidas. Estoy convencido que la movilización magisterial es necesaria para revertir los puntos negativos de la reforma. Ha sido un acierto de la reforma actual hacer a un lado al sindicato, de alguna manera es una vía para caminar hacia adelante; sin embargo, no es suficiente para evitar que el sistema educativo deje de ser saqueado con fines electorales o por simple corrupción. Quedan pendientes que la actual reforma no está atendiendo.

Finalmente, quiero dejar sentada una observación que los maestros deben tener en cuenta en esta lucha. Para que tenga éxito deben contar con el apoyo de la sociedad civil, eso se logra proponiendo una reforma educativa que supere plenamente a la reforma recientemente publicada; una propuesta que genere consenso entre los intelectuales para tener una base de apoyo racional y razonable sobre la que discutir y que sirva para inclinar la balanza de la opinión pública a su favor. Mientras esto no se dé, la percepción social es de violencia e incompetencia, no lo debemos olvidar.

Armando Peraza Guzmán. Dr. en Derecho y Maestro en Administración Pública

Profesor investigador de la Universidad Pedagógica Nacional en Yucatán

e-mail: armando.peraza@gmail.com

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